lunes, 27 de agosto de 2012

Marinaleda, el paraíso comunista: cómo construirse un feudo propio. (Parte IX y última). Mis conclusiones.


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Las razones que me han llevado a escribir esta historieta sobre Marinaleda son varias. La primera, probablemente, mi carácter escéptico. Ya saben; aquello de no todo es verdad, ni todo lo que se dice es verdad. Ni todo el que dice es veraz. En segundo lugar, Marinaleda ha sido una población que, de tanto en tanto, me ha llamado la atención con hechos concretos y, de algún modo, tenía para mí un cierto olor a leyenda mitificada, un poco misteriosa.

                También creo que ha empujado mi afición por los bandoleros del siglo XIX y principios del XX, tan arraigados en su vida y correrías, precisamente, por estos lares estepeños. Una razón más ha sido, sin duda, la canción de mis paisanos de Barricada, Campo amargo, dedicada a Marinaleda.

                Pero ha habido más razones. Naturalmente, su alcalde, José Manuel Sánchez Gordillo, y sus «ekintzas», que dirían mis no-amigos los abertzales. Pero no me apetecía escribir sobre él. De eso ya se encargan otros con profusión, concediéndole una importancia que, en mi opinión, nunca se ha ganado. España sigue siendo un patio de vecinos. Y el chismorreo forma parte del ser español, no importa el nivel social ni intelectual. Tantas veces el cotilleo se convierte en lo principal, que lo principal pasa desapercibido.

                Me interesa Marinaleda como población, como pequeña sociedad. Obviamente, la nueva salida a la palestra de los medios de comunicación de su alcalde y de sus correligionarios, ha sido el disparador para escribir mi historieta sobre el pueblo. En realidad, la espoleta ha sido la cantidad de veces que se ha hablado de paraísos, de oasis, de utopías y  de éxitos. Y mi tendencia a no creerme casi nada, ha hecho lo demás.

                Mi primera conclusión, aunque no es nueva en mi caso, es que paraíso y comunista son términos antitéticos. Si entendemos por paraíso un lugar maravilloso, donde la paz y la concordia reina entre sus habitantes, donde nadie pisa a nadie, donde no hay mandones y obedecedores, donde no existe el chantaje ni la fuerza, es imposible unirlo a comunista. Y no es un asunto de prejuicio. Al revés, podría hablar de post juicio. Es pura experiencia. Porque, desgraciadamente, desde que a principios del siglo XX se empezaron a imponer los primeros paraísos comunistas nacionales, no ha habido un solo caso paradisíaco para las gentes que han vivido en ellos.

                El terrorismo, como forma de imponerse mediante el terror, ha formado parte de la humanidad desde que el hombre es hombre. Pero es profundamente falso que el gobierno del terror haya sido siempre de arriba hacia abajo. Lo cierto es que se ha utilizado el terror para alcanzar el poder y, después, para mantenerlo. No hay casta social que, a lo largo de la historia, se haya librado de ello. Pero una de las grandes diferencias está en que, hasta Karl Marx, la violencia estaba considerada como un medio perverso. Y es a partir de él, y sobre todo de sus continuadores, cuando se da carta de naturaleza a la violencia, al terror, como medio necesario y legítimo para obtener el poder y, como decía, para detentarlo. Y esta es una de las causas, institucionalizadas, para tener claro que comunismo y paz, comunismo y paraíso, es una antítesis.

           Después de años de historia de la humanidad en la que el comunismo, en sus diferentes manifestaciones, ha tenido la oportunidad de ejercer su praxis, de tener poder, las conclusiones no pueden ser más evidentes; ni más terribles. Nunca, ningún país ni ningún territorio en el que se ha impuesto el comunismo ha sido con bien para los pueblos, para las sociedades ni para los individuos. Desde la propia Comuna de París, en su corta vigencia, el desastre humano bajo el peso del comunismo ha sido un hecho, uno tras otro.

                Son muchos los factores. Uno de ellos es la falta de respeto al ser humano. El constructo las libertades de los pueblos es la muerte de la libertad del hombre. Y, básicamente, la esencia del comunismo es procurar la muerte del hombre mediante este engaño. La libertad es individual; por eso, cuando se instaura el concepto de libertades de la sociedad, de libertades del pueblo, la verdadera libertad, que es la de la persona, pasa a un segundo plano. La colectividad está por encima del hombre; los derechos de la colectividad están por encima de los derechos del hombre. Y, más pronto que tarde, la colectividad entra en colisión con el individuo. En consecuencia, este es quien ha de retirarse, quien ha de esconderse, quien ha de desaparecer. Y para eso está el estado: para despersonalizar al individuo, para convertirlo en parte de la masa, de lo colectivo, del rebaño.

                El concepto de igualdad es una de las herramientas principales que se utiliza para conseguir esta colectivización de la masa, para hacer desparecer en el montón a cada persona. En definitiva, como ya puso de manifiesto Orwell, todos somos iguales, pero unos más que otros. Bajo la ilusión de la igualdad se construye, no ya solo la desigualdad, sino las castas sociales, la capa de los poderosos sobre los demás, la superestructura.

                Bebiendo de las fuentes de los pensadores europeos del siglo XVII y, sobre todo, del XVIII, la figura del hombre como un desvalido que necesita ayuda porque vive, además de bajo el yugo de los poderosos, pisoteado por su propio desvalimiento, el comunismo se convierte en el pastor del rebaño, repitiendo en la práctica aquello tan absolutista de todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Creo que el comunismo, una vez establecido, va mucho más allá con esta idea que las propias monarquías absolutistas. Piénsese en lugares como la URSS, China, Camboya, Cuba, Mozambique o Corea del Norte, por poner algunos nombres. El discurso oficial es siempre el mismo: todo para el pueblo; el pueblo es lo primero; todo se hace en su nombre y para su bien. Pero piénsese en el capacidad de decisión de esos pueblos; piénsese en cuánto participan de la política, de la vida social, de la conducción de su propio destino o, siquiera, de su día a día. El concepto de igualdad comunista, consistente en la despersonalización del hombre a favor del rebaño, la idea del hombre como ser incapaz de gobernarse a sí mismo y necesitado de que «los mejores» lo hagan por su bien, y la validez moral de la violencia como medio insustituible para alcanzar el poder y detentarlo, llevan a una sociedad completamente muerta, zombie, esclavizada.

                Uno de los objetivos de manipulación comunista, como medio para conseguir la meta de la dictadura del proletariado, es la despersonalización de cada persona, como he dicho. En este sentido, borrar toda traza de creencia es fundamental. Y no solo de creencias religiosas, sino morales y de convicciones personales políticas, sociales, artísticas, intelectuales…, humanas en definitiva. La idea de que la religión es el opio del pueblo no es otra cosa que la cortina de humo para la imposición de una nueva religión: el ateísmo. No cabe duda de que, en uso de la libertad de cada hombre, el ateísmo es una opción, como lo es el teísmo. La cuestión está en que todo deja de ser una opción cuando alguna de ellas es impuesta. Y esto es lo que sucede con el comunismo. La supuesta aconfesionalidad del estado, pasa a ser, rápidamente, el necesario laicismo de la sociedad, donde, al principio, religión, moral y convicciones personales solo son propias del ámbito privado, nunca del público. Después, sencillamente deja de existir lo privado. Es cierto que, por mucho que se intente, la libertad interior sigue existiendo, al menos, en cierto grado, aunque la presión exterior para que también desaparezca sea insoportable. Pero no es menos cierto que, expuesto a tal presión, el interior de cualquier hombre cambia y se debilita. En realidad, como decía, se trata de imponer a todo el mundo una nueva religión de estado, el ateísmo, con un catecismo concreto, una moral concreta y un pensamiento único. Y esa imposición se lleva a cabo de mil maneras: en estas sociedades comunistas, se procura por todos los medios que piensen pocos. Se trata de subyugar el pensamiento personal para sustituirlo por el pensamiento de los dirigentes en forma de pensamiento de eslogan o de pensamiento alquilado. Unos pocos piensan y el resto se adhieren a sus enseñanzas.

                Es en este ámbito donde la labor dialéctica de la propaganda adquiere su verdadera importancia. Es en este ámbito donde la estética impuesta hace su papel más elocuente. Es en este ámbito donde la inmersión social tiene su efecto. El dominio de los medios de comunicación, la repetición ad nauseam de los pensamientos empaquetados en eslóganes, la fabricación de una Kultura Popular y la manipulación de la educación son actuaciones prioritarias entre la élite comunista que aspira al poder o a mantenerlo.

                Al margen de las caídas históricas de los estados comunistas en Europa, lo cierto es que la batalla de la propaganda hace muchos años que la ganaron. Y persiste sólidamente. El “pensamiento” europeo, en términos generales, sigue estando lleno de progresía, de idealismos interesados, de épica socialista y de conceptos inamovidos desde hace más de 150 años. Y siguen estando en vigor. Esa dialéctica en la que el mero hecho de decir una palabra o una frase, todo lo más, es suficiente para establecer la línea de separación entre lo bueno y lo malo, entre quiénes son los buenos y quiénes son los malos. La propaganda se encargó hace mucho tiempo de asignar conceptos «buenos» y conceptos «malos» a las personas, a las instituciones y a los grupos sociales sin más razón que la aplicación de la propia palabra. Todo ello simplifica brutalmente el discurso y, en el fondo, el pensamiento. La atribución de la bondad o de la maldad solo necesita del uso correcto de la palabra, uso aprendido por repetición, por alquilar el pensamiento único, por aplicar lo políticamente correcto recogido en el catecismo progresista.

                Estas son algunas de las razones que me llevaron a fijarme en Marinaleda. Quería saber cuánto había de paraíso en ella. Quería conocer la realidad no manipulada, en lo que cabe, de este caso que, quizá fue un experimento social en su inicio, pero que ahora es un hecho palpable. Y debo decir que no me ha decepcionado como praxis. Ciertamente, como he tratado de describir honestamente en las entradas anteriores, Marinaleda responde concienzudamente a lo que cabe esperar del comunismo instalado. No me cabe ninguna duda de que un país democráticamente debilitado, como el nuestro, es el mejor nidito para poner en práctica estos sancta sanctorum. Entre otras razones, porque el pensamiento imbuido de propaganda de las élites escribientes sigue siendo un maravilloso pararrayos. Es perfectamente posible, en estas circunstancias, mantener quasi en secreto los intestinos de este pueblo, la vida real de sus habitantes. Siempre habrá muchos que se encarguen de hacer el trabajo sucio, tanto dentro como desde fuera, para mantener la falsa idea de que esto funciona, de que Marinaleda, con su alcalde y sus acólitos a la cabeza, son un milagro maravilloso en medio de la nada, un paraíso comunista en medio del capitalismo, una respuesta moral a un mundo inmoral.

                Lo cierto es que Marinaleda vive como vive gracias a ese maldito sistema capitalista. Lo cierto y verdad es que está dominado por una casta política. Lo cierto y verdad es que el pan y el circo no están vigentes en ningún sitio como aquí. Lo cierto y verdad es que el parasitismo, vía subvenciones, es la esencia económica del pueblo. Lo cierto y verdad es que se procura que no haya otros medios de producción que no sea el agrario, porque este es el que permite a la casta dirigente mantener el poder sobre el pueblo. Lo cierto y verdad es que la presión social contra las minorías resulta insufrible. Lo cierto y verdad es que, a pesar del gobierno asambleario, la democracia real no existe en el pueblo. Lo cierto y verdad es que allá nada se hace sin la aquiescencia de la casta dirigente. Lo cierto y verdad es que no hay policía municipal pero sí hay droga, vandalismo y violencia. Lo cierto y verdad es que el sistema procura que la formación intelectual no llegue al pueblo y que el fracaso escolar siga mayoritariamente presente después de 30 años de gobierno. Lo cierto y verdad es que las instituciones públicas están copadas por la casta dirigente, de modo y manera que lo público es propiedad privada de ellos. Lo cierto y verdad es que la ley no es igual para todos. Lo cierto y verdad es que el imperio de la ley no se da en Marinaleda. Lo cierto y verdad es que la ley la determina la casta dirigente. Lo cierto y verdad es que los usos y costumbres los decide la casta dirigente. Lo cierto y verdad es que el trabajo de sus habitantes está en manos de la casta dirigente. Lo cierto y verdad es que existe un sistema de recogida de puntos para poder trabajar, y que estos se obtienen cada vez que se siguen, obedientemente, las consignas de la casta dirigente. Lo cierto y verdad es que la lucha jornalera no es más que una manera de seguir detentando el poder. Lo cierto y verdad es que Marinaleda es el paraíso comunista por excelencia.

Argako urretxindorra


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