(Sirva esta entradilla de pequeño desahogo satírico. Por no liarnos a mamporros, más que nada).
Hay personajes que tienen una facilidad especial para regalar a la posteridad frases lapidarias: Alfonso Guerra, por ejemplo.
Allá por 1982, en un mitin en Jerez de la Frontera, dejó aquella de “No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas.” Pobres, creo que andan con ellas ya. O esa otra, en 1985, cuando él y sus correligionarios se cepillaron la independencia judicial: “Montesquieu ha muerto.” ¿Y qué tal esa otra, ya en 2006 –el año tiene su aquel- de "La derecha siempre ha querido un Estado residual para que los grandes grupos económicos puedan campar por sus fueros y que el Estado no pueda hacer nada." Menos mal que estaba él y sus compañeros para evitarlo, tras dieciséis años en el gobierno… ¿O no lo evitaron? ¿A ver si va a ser que…? Ay, Señor, que tengo la impresión de que…
Pero mi frase (“su” frase) preferida es: “El día que nos vayamos, a España no la va a conocer ni la madre que la parió.” Es la “rechandión”, como decía mi amigo José Luis. ¡Genial!
Pues ha habido dos días en los que los socialistas se han ido del Gobierno de España. Bueno, que los han sacado de él los votantes. Uno, en 1996, allá por marzo. El otro, en 2011, a finales de noviembre. No ha habido más. Desde que fueron elegidos por primera vez, en el 82, se han tirado en el gobierno 21 años de 30. Y no me digan que don Alfonso –es que ya es un señor mayor- no sabía de qué hablaba. La madre que parió a España, sea quien sea, ni la conoce ni creo que quiera reconocerla. Y es comprensible: al margen de la desnaturalización materno filial que implica, cualquiera admite como hija a esta España sin morirse de la vergüenza.
Supongo que el señor Guerra, en la parte alícuota que le corresponde, que es muchísima, debe estar encantado. La transformación que auguraba se ha cumplido a rajatabla. Y como él fue uno de los próceres de la patria más activo y que con más ahínco se ocupó del gobierno de este –“nuestro”- país, la satisfacción debe embargarle al ver a la hija de la madre que la parió irreconocible .
En lo que se refiere a contenido de chulos, chorizos, ladrones, imbéciles, aprovechaos, listos, prepotentes, chupópteros, descarados, trafulqueros, fulleros, mentirosos, caraduras, sinvergüenzas, inútiles, ineptos, chanchulleros, puteros, drogueros, vividores y demás dechados de perfección, no sé qué partido tiene más cantidad, de todos los que integran el político patio patrio, incluidos los que no lo integran porque no pueden pero que querrían integrarlo, por supuesto. (Nota: todo este párrafo debe leerse de carrerilla para que tenga el efecto buscado).
Pero no tengo muchas dudas sobre la responsabilidad a repartir entre unos y otros por lo que a la transformación de este –“nuestro”- país se refiere. El Partido Socialista Obrero Español –ejem, sabrán disculparme el pequeño atragantamiento- se lleva la palma. Por dos razones: porque desde que nos advino la sacrosanta democracia, se han pasado en el gobierno –obsérvese qué sutilmente he evitado el gerundio, “gobernando”- el 70% del tiempo. Y porque los compañeros del puño y la rosa (Oh tempos! Oh mores!), se han dedicado en cuerpo y alma, como nadie lo ha hecho, al trabajo de hacer irreconocible a la pobre hija ante su pobre madre.
Bien… Ahí tenemos los resultados. La ovación gorda para los socialistas, que son quienes realmente la merecen. A los demás, unos aplausos, nada más les corresponde.
¡Ah, bueno! Que si no les gustan los resultados, voten, voten cuando les toque. Y hasta entonces, boten, boten, que no pueden hacer otra cosa.
Post data: hacerse quincemero e irse a la Puerta del Sol a echar unos ratos, no vale. Eso es convertirse en uno de los que no integran el político patio patrio porque no pueden pero que estarían encantados de integrarlo… por supuesto.
Arga-ko urretxindorra