viernes, 27 de julio de 2012

El «estado de las autonomías»: la credibilidad de un país.

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En la situación crítica que estamos viviendo, uno de los puntos de fijación de unos y otros son las autonomías. Es redundante y constante la referencia al despilfarro, al choriceo, a las prácticas abusivas o directamente criminales –varios ex–presidentes han pasado por prisión, a estas alturas-, al descontrol… Y esas referencias continuas no solo son internas sino que también externas. En realidad, han tenido que ser la Unión Europea y los «mercados» los que nos han obligado a poner en tela de juicio las autonomías.

                Y, naturalmente, aquí, en nuestro país, no todo el mundo piensa del mismo modo. Hay muchos, muchísimos españoles para los que el «estado de las autonomías» es tabú. Como diría Serrat, «Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca». Muchos de los que se ponen muy nerviosos con este asunto ni siquiera son nacionalistas. Algún día veremos cuál es el origen de su escándalo fariseo e interesadísimo.

                Pero lo que me interesa en este momento es hablar de la credibilidad de nuestro país como tal. Y para ello, indudablemente, la estructura que nos hemos dado en la Constitución es un asunto capital. Y no solamente esta estructura, el famoso «estado de las autonomías», sino el uso que de hemos hecho de ella.

                La credibilidad de un país es sinónimo de fiabilidad. Y un país es fiable en tanto que es responsable. Pese a lo que pueda parecer a primera vista, si bien la primera responsabilidad es siempre del gobierno de turno, un país no es solo su gobierno. Y eso lo tienen muy claro el resto de países y de instituciones internacionales. Aunque el primer interlocutor es siempre el gobierno, la visión que del país se tiene fuera no viene dada exclusivamente por este. Y, las decisiones que toman otros países, otras instituciones, los mercados y los particulares con respecto a nosotros, tienen muy en cuenta cómo «funcionan» los españoles.

                Uno de los graves problemas de fiabilidad de nuestro país es, a mi entender, la estructura autonómica del estado. Y no solo por los usos y abusos que se han cometido, razón en sí misma ya muy poderosa para perder la credibilidad, por irresponsables. Sino porque un país con semejante estructura es un país débil, complejo y tendente a la desunión práctica.

                Me gustaría dejar claro que no estoy hablando de los políticos de turno, ni de sus caciquismos, ni de sus choriceos, ni de sus abusos. Ese no es el tema hoy. Se trata de la estructura del estado, sin polvo ni paja. Lo que quiero decir es que la propia estructura autonómica hace las cosas muy complejas, muy incómodas, muy poco prácticas. Y favorece per se la aparición de esos políticos y otros espabilados de los que no estoy hablando aquí.

                Por ejemplo: la actividad cotidiana del país. El derecho a la sanidad pública. Hoy por hoy, un español cualquiera que viaje, no sabe a ciencia cierta si va a ser atendido o hasta qué punto, en otra autonomía. No va a ser el primero que, en esas circunstancias, se lleve sorpresas muy desagradables. Para ello, debe andar buscándose la información previamente y, después, ver qué pasa en el caso concreto. No es más que un botón de muestra.

                La mayor parte de la legislación del estado se concreta, posteriormente, en una reglamentación autonómica, con su normativa particular. En consecuencia, cualquiera que tenga que hacer algo en más de una autonomía debe estudiar despacio las particularidades legales de cada una de ellas. Con lo que, en vez de facilitar las cosas, las complica netamente: un país más complejo en el día a día.

                De otra parte, los cambios legislativos están siempre al albur de los resultados electorales cada cuatro años. Una persona o una compañía o un inversor que quiera llevar a cabo un planteamiento de carácter nacional tiene que tener muy en cuenta este asunto: lo que hoy sirve en cuatro años puede no servir. Pero, ojo, multiplicado por 17. La fiabilidad a medio plazo es, en consecuencia, muy poco estable.

                Las cuentas del país son prácticamente inabordables. Los procesos necesarios para manejar el dinero público y controlarlo en un país «autonómico» son tantos y tan complejos, que no hay forma de llevarlos al día. Al propio tiempo, el conocimiento real de las cuentas es prácticamente imposible y, en todo caso, siempre con retraso. Insisto, hablo de un estado con gobernantes ideales. Los Presupuestos Generales del Estado son el punto de partida. Pero es que, después, están los Presupuestos Generales de cada autonomía, que dependen del primero.

                No voy a seguir poniendo ejemplos. Las continuas llamadas de atención de la Unión Europea, del FMI, del Banco Central Europeo o de países como Estados Unidos o China, van mucho más allá del déficit de las cuentas autonómicas. Es que no se fían de un país estructu­rado así. De ahí la presión que ejercieron todos ellos para que el Gobierno Zapatero, con el acuerdo ineludible del Partido Popular, cambiase la Constitución en 2011. ¿Se trataba de un cambio sobre el déficit? Iba mucho más allá. Era un modo de meter en cintura una parte del estado autonómico, la más urgente en ese momento. ¿Por la irresponsabilidad de los políti­cos? Sí, en primera instancia. Pero, sobre todo, por la precariedad estructural de un estado diseñado de este modo. Si se hiciese una encuesta entre los gobiernos de la Unión Europea, entre los dirigentes del Fondo Monetario Internacional y de aquellos países que tienen intereses de carácter económico potentes en nuestro país, estoy convencido de que la mayoría no defendería nuestro «estado autonómico». Obviamente, no hay que hacer tal cosa, pero creo que alguien en el gobierno debería tener claro el hipotético resultado de la encuesta. Más que nada, para saber a qué nos enfrentamos.

                No ayuda mucho que las dichosas agencias de calificación internacionales califiquen a algunas de nuestras queridas autonomías como «basura»: pero es que, con razón o sin razón, es lo que hay, y en función de esto se toman algunas decisiones, no nos engañemos.

Imaginemos hoy, con la que está cayendo, y visto desde fuera, una España sin autonomías; sin que, por ejemplo, una de ellas pida el rescate porque ya no puede más y, al mismo tiempo, exija su propia agencia tributaria (algo que desde fuera, los que nos deben prestar la pasta, deben verlo muy fiable, muy responsable… ¿o no?). Imaginando una España así, yo me pregunto: ¿Seríamos más ágiles? ¿Tendríamos respuestas más unificadas? ¿Tendríamos una capacidad de decisión más rápida? ¿Podríamos sumar más personas y más esfuerzos a defender nuestra posición unitariamente? ¿Podríamos dar únicas respuestas? ¿Nuestra legislación sería una sola para todo el mundo, españoles y extranjeros?

En fin, que Dios nos pille confesaos.

Argako urretxindorra

miércoles, 25 de julio de 2012

Peces-Barba y «el estado de las autonomías».

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No es un obituario. Ha muerto Peces-Barba, uno de los «padres» de la Constitución (tanto padre para una sola hija…). Que Dios lo acoja en su Gloria. Descanse en paz.

                Pero a lo que voy es al asunto de las autonomías, el tipo de estado «consagrado» por los «padres» en la «Hija». Se hizo mediante negociaciones para llegar a un consenso que contentara a la mayoría.

                A pesar de la buena prensa que tiene el consenso, la realidad es que llegar a conseguirlo suele ser un proceso lleno de cesiones impuestas, concesiones  innecesarias, decisiones a corto plazo que determinan el largo, chantajes, presiones inaceptables, amenazas y otras miserias que suelen quedar tapadas en la intrahistoria de las negociaciones. Una  cosa son los acuerdos y otra muy diferente los consensos.

                Los entresijos y las reuniones previas a la aprobación de la Constitución Española están llenos de miserias y salpicados de algún comportamiento personal con altura de miras. La dotación del Pueblo Español a sí mismo (una de esas memeces políticas grandilocuentes) del «Estado de las Autonomías» es buena prueba de ello. La razón fundamental de su artificiosa creación fue sumar a los nacionalismos periféricos al «consenso», así como a unas cuantas «sensibilidades» de izquierda, muy por esta labor también. Y este último punto, el de las «sensibilidades», tiene más importancia de la aparente.

Qué habría sucedido si no se hubiese establecido este tipo de estado autonómico es un futurible, de manera que sería poco honesto utilizarlo como argumento. Pero cómo se acordó, eso son hechos. Y lo cierto es que, como siempre, aquellos vientos trajeron estas tempestades.

Uno de los aspectos más interesantes de la «cuestión autonómica» es que parte de presupuestos falsos y artificiales, creados ex profeso para sacarla adelante «con el máximo consenso posible».

La forma del estado no es otra cosa que un modo de organizarse –o eso debería ser-. Pero las mezquindades de unos y otros, de casi todos, inciden peligrosamente en ello y lo convierten en otra cosa. Entre los españoles, esta característica parece intrínseca.

Por un lado, las autonomías nunca existieron: ni como tales ni de ninguna otra forma asimilable. Sencillamente, son un mal invento en la Transición. Hasta tal punto no es así que durante el «proceso autonómico» se deshicieron regiones previamente existentes y se inventaron nuevas. Entre tanto, los intereses más bajos, manifestados en movimientos políticos nacionalistas absurdos, se convirtieron en lobbies mediante el crimen, el chantaje, la «lucha», la demagogia, el populismo y la falta de respeto al pueblo. Movimientos terroristas como el MPAIAC en Canarias, el Exercito do Pobo Galego, Terra Lliure o ETA, apoyados en mayor o menor medida por políticos de portada e intelectuales autotitulados, la mayoría de izquierda, aunque no exclusivamente, hicieron los papeles chantajistas tipo «poli malo – poli bueno» de manera eficiente en el proceso autonómico. Una vez logrado el objetivo, se reconvirtieron, casi todos, con la aquiescencia del estado y el beneplácito de muchas personas (ERC, Bloque Nacionalista Gallego, Herri Batasauna, Aralar, Euzkadiko Ezkerra – PSE, Coalición Canaria, Izquierda Unida, Convergencia Democrática de Cataluña, etc.). Todos estos partidos, y otros más, recogieron las nueces de los árboles sacudidos por los primeros.

La inclusión constitucional del término «nacionalidades» fue un penoso triunfo que validó el desarrollo posterior de políticas nacionalistas de presión, victimismo y chantaje, formalizado todo ello a través de los estatutos de autonomía, verdadero cachondeo legal, histórico, sociológico y económico. Al margen, por supuesto, de la arbitrariedad que supuso la determinación en la Constitución de unas regiones españolas como «nacionalidades» y otras como meras «regiones».

El señor Peces-Barba Martínez, representando al Grupo Parlamentario Socialista el 4 de julio de 1978, interviene ante sus señorías para defender el concepto de España como «comunidad superior de naciones». Algunos párrafos de su discurso son elocuentes.
«Por consiguiente, la defensa de la existencia de diversas naciones en la comunidad superior de España y en el seno del Estado no es, a nuestro juicio, una peligrosa bomba de relojería para favorecer el separatismo, como se ha venido a decir [se refiere a la intervención previa del señor Silva Muñoz, de Alianza Popular]».
«Pero, centrándonos ya en el tema “nacionalidades”, tengo que decir que nosotros no participamos del catastrofismo con que se enfoca en la enmienda que combatimos y en la inteligente intervención que el señor Silva ha hecho para defender su posición. Primero, nosotros hemos dicho en Comisión, y lo afirmamos de nuevo aquí, que el término nacionalidad es un término sinónimo de nación, y por eso hemos hablado de España como nación de naciones.»
«[…] tenemos que decir que la nación, España, puede comprender en su seno otras naciones o nacionalidades, comunidades como la comunidad España; y eso son, dentro de España, Cataluña, Euzkadi, Galicia, Castilla y aquellos que se consideren que tienen esas condiciones de comunidad».
«Cuando se afirma de una manera voluntaria que no hay más que una nación, que es España, se está partiendo de la misma miopía del franquismo, porque las comunidades no se constituyen por la fuerza, sino por el libre asentimiento».
«Ese nacionalismo exacerbado, pasión conservadora, alcanza su hito máximo, y su ruina, con los fascismos y los nacional-socialismos, y en España con el franquismo. […] Hoy vivimos en España y en Europa una nueva andadura colectiva que pretende superar la idea perniciosa de que toda nación tiene que ser, necesariamente, un Estado independiente, y la contraria, tan perniciosa como ella, de que no caben naciones de naciones en un Estado único».
A pesar de lo larga que resulta la cita del Peces-Barba, creo que es interesante para hacerse una idea de la actuación en el proceso constituyente del Partido Socialista y de otros grupos. No hace falta recoger las intervenciones de otros representantes políticos en este pleno como Solé Tura, Letamendía Belzunce, Carrillo Solares, Arzalluz Antía, Roca Yunyent o Martín Toval, todos ellos del mismo tenor.
Como argüía Peces-Barba, un estado de las autonomías como el que nos dejaron no significa la ruptura de España… por ahora. Quiero decir que, en este sentido, tampoco sabemos cuántos años hacen falta para ello, si así sucediera.
Pero tratemos de ver el panorama actual: los españoles, nosotros, ¿estamos más unidos que en 1978 o más desunidos? ¿Hay más movimientos nacionalistas ahora o entonces? ¿Qué coste, en términos de solidez internacional, ha tenido para España «el estado de las autonomías»? ¿Cuánta «energía» ha perdido nuestro país por obra de esta «organización»? ¿Qué coste económico ha supuesto para cada uno de los españoles y para España, en general, el sostenimiento de las autonomías? ¿Cuántos esfuerzos políticos ha habido que hacer por este asunto, que podrían haberse evitado o dedicado a cuestiones más cercanas a los ciudadanos y al mal llamado «estado del bienestar»? ¿Qué idea de país ha arraigado en las generaciones nuevas de españoles? ¿Qué seguridad jurídica ofrece a los posibles inversores extranjeros una organización troceada como la que tenemos? ¿Cuánto se ha invertido en mantener un «estado de las autonomías» como el que tenemos? ¿Cuánto se ha gastado, a través de las autonomías, en mantener la idea artificial de «nacionalidad» mediante el «nacionalismo»? ¿Cuánto tiene que ver este asunto en nuestra actual situación, no solo económica, sino de solidaridad entre españoles, de apoyo mutuo, de unidad frente a la adversidad?
Argako urretxindorra

 

lunes, 23 de julio de 2012

Héroes y villanos: una de villanos «abertzales».

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                El pasado 6 de julio, Víspera de la festividad de San Fermín, co-patrono de Navarra. El Patrón de Pamplona es San Saturnino.

                A lo que vamos. Hoy toca una de villanos. Estaban los ciudadanos de Pamplona y forasteros reunidos por miles en la Plaza del Ayuntamiento. Pocas horas antes, a las doce, lo habían hecho para presenciar directamente el Chupinazo con el que arrancan las fiestas. Ahora se habían reunido para participar en un acto, cívico–religioso, llamado la «Marcha a Vísperas» y más conocido como el «Riau–Riau».
                Como ya escribí anteriormente, había muchos y grandes deseos de celebrarlo y tomar parte. Quizá, la razón fundamental era que hacía muchos que no se hacía. Y la mayor parte de los pamploneses y de los navarros querían recuperarlo.

                El «Riau–Riau» dejó de celebrarse oficialmente en Pamplona por una cuestión muy simple: la izquierda «abertzale» decidió que, como acto cívico–religioso que era; de carácter festivo y apolítico; de rancia tradición pamplonesa (desde 1599); y con alcaldes no nacionalistas y, en su mayoría, de UPN (casposos «fatxas» españolistas y navarristas, según ellos), lo iban a impedir a toda costa. A toda costa significa a palo limpio, una expresión autóctono–batasuna de democracia y libertad. Y así lo hicieron. Durante años la montaron hasta que en 1996, a palos con los munícipes y con la policía, lo consiguieron definitivamente.

                A estos paladines «abertzales» de la libertad, les ha salido este año un alcalde respondón. Nuevamente de UPN. Y este alcalde respondón ha decidido retomar el «Riau–Riau», pese a la «falta de ánimo» de los demás grupos políticos del Ayuntamiento que «no lo veían». En realidad, es la historia de siempre. Unos tiran del carro, UPN y PP, los demás son tibios como un vómito (PSOE, NaBai, IU) y luego están los demócratas, la «izquierda “abertzale”», que ya se encargan de la parte de las nueces, como dijo el buenazo de Arzallus: el reparto democrático de mamporros y bofetadas, cuando no de otras técnicas más avanzadas y progresistas.

                Como Pamplona es un pueblico, todo se sabe. Así que, ni cortos ni perezosos, que nunca lo son para sus cosas, los filántropos «abertzales» se prepararon para reventar el acto. Por supuesto, otros ya se encargarán, los tibios normalmente, de tratar de aclarar que nunca hubo tal premeditación, que se trató de «peleas de borrachos» sin cuestión política de por medio, y bla, bla, bla. Así que les cuento.

                Hay un joven –un joven de 38 años-, que se ha hecho un poco popular, aunque no le haya hecho gracia. Para él, haberse hecho popular y reconocible, es una putada que le va a complicar una de sus mayores pasiones: la práctica de la violencia libre .

                Este jovenzuelo casi cuarentón se llama Mikel Auza Makutso (originalmente, Macuso). Es el hermano mayor de los Auza Macuso, muy abertzales y muy demócratas. Sus hermanitos pequeños, Ion e Imanol, son «simpatizantes», mientras que Mikel es «militante». Al menos, eso dice él.

                Mikel es un mocetón alto, corpulento, melenudo y tatuado. Muy melenudo y muy tatuado. Así que se le reconoce fácilmente, en especial cuando se «viste» con camiseta de tirantes. Es de estética macarra y «metalera» y le mola mostrarse. Le gustan las calaveras y las chupas de cuero. Pero las chupas buenas. Por eso se compra de marca: su última adquisición es una Dainese Gator Evo 2011, al razonable precio de 549 machacantes sin incluir el IVA. Mikel, eso de la estética, lo cuida. Además, se lo puede permitir.

                Él se gana la vida como profesor de instituto, «educando». Pasó por el IES Padre Moret, más conocido como «Iru Bide», en el barrio de la Chantrea de Pamplona, donde no dejó muy buen recuerdo. Hace poco, escribía uno de sus antiguos alumnos: «La verdad que yo no me llevaba muy bien con el (sic), es un chaval muy serio y parece que siempre esta (sic) de mala *****» (los asteriscos son míos porque no me da la gana reproducir la barbaridad). Ahora, el profesor Auza es jefe de departamento del IES San Miguel de Aralar II de Formación Profesional, en Alsasua, población navarra gobernada por Bildu. Se encuentra en casa, don Mikel y, como se ve, ascendiendo como la espuma.

                Pues, como decía el alumno, Mikel tiene un carácter reservado, opaco, nada simpático y hosco. Entre sus gustos más bien siniestros, sus calaveras, sus «tatoos» y esa personalidad acorde con todo esto -¿qué es antes: el huevo o la gallina?-, el mocete va dejando amigos por donde quiera que va. Eso sí: como «militante abertzale» está muy bien considerado.

                Y es que el «buen» Auza Makutso (sic) es un viejo conocido de la policía y los fiscales. Un inciso: quizá no se le debería imputar judicialmente por falta de cabales. El 13 de julio de 1995, la tragedia se olió en el coso pamplonés. Un toro la tomó con un muchacho de 22 años y lo tuvieron que ingresar en el Hospital de Navarra con pronóstico grave. En el parte de lesiones, el joven presentaba «traumatismo cráneo-encefálico, con conmoción cerebral, doble fractura frontal derecha, fisura orbitaria, hematoma epidural derecho y entrada de aire en cavidad orbital derecha.» El vapuleado era Mikel Auza Macuso. Así que, insisto: después de semejante descalabro, quizá no quedó bien de la cabeza. En todo caso, como decía, es popular en los ámbitos policiales y judiciales.

                No sé cuántas veces ha estado detenido, aunque me consta que son bastantes. Pero fue imputado y juzgado en el sumario 8/97 que tuvo lugar contra 12 personas de la comarca de Pamplona como miembros de los «grupos Y» de ETA, los profesionales de la infausta «kale borroka» (lucha en las calles) que tanto aterrorizaron a las buenas gentes en los primeros años noventa. Mikelín fue uno de los doce. Salió absuelto porque  «no ha podido ser acreditada su participación en los actos concretos de terrorismo callejero que se les atribuían» (el juicio tuvo lugar ¡diez años! después de su detención). Otros salieron con nueve años de prisión.

                También fue juzgado y condenado por los incidentes provocados en la Procesión de San Saturnino, el 29 de noviembre de 1999. Junto a él y varios más, fue condenado, por estos mismo incidentes, Iñaki Beaumont Etxeberría. Para que se hagan una idea de con quién anda Mikel. Este Iñaki fue detenido justo un año después de los incidentes, en noviembre de 2000. Pero el hecho por el que se le detuvo es el intento de asesinato de un ex–concejal de UPN cometido el 24 de noviembre de 2000, viernes. ¿Palabras mayores? Bueno, «lo que tocaba». En noviembre de 1999, Mikel e Iñaki montaron el pollo en la Procesión. En septiembre de 2000, Iñaki entró en ETA Militar –con carné de asesino, quiero decir-; y en noviembre estuvo a punto de asesinar al ex–concejal. En estos ambientes y con estos compañeros estaba Mikel Auza. Así de cerca y así de buen «abertzale».

                A pesar de lo que digan los tibios como un vómito, el «Riau – Riau» lo reventaron profesionales de larga tradición, tíos muy peligrosos que han pasado por las comisarías y por los juzgados, militantes «abertzales» muy cercanos a la ETA que mata… y no unos borrachos broncas sin más.             


                Sirva de aclaración, por si alguien sigue con el lirio en la mano.

Mikel Auza: buscando posición.
 

Mikel Auza, "cariñoso".
Mikel Auza: "Dad y se os dará"


Mikel Auza: "ex abundantia cordis"

Arga-ko urretxindorra



Una de espías: «Garbo», «Alaric» y «Arabel» (parte I)

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España es un país sin héroes. No es que esta tierra no los haya dado a luz. Pero este pueblo se encarga, una y otra vez, de hacerlos desaparecer para las presentes y futuras generaciones, silenciando su vida y oscureciendo la parte de historia que les pertenece. Es un pueblo desagradecido y en vendetta constante, incluso con los muertos.

                El gran problema del desembarco de Normandía para los Aliados es que los Alemanes lo esperaban. Y se prepararon concienzudamente para recibirles. Entre otras cosas, encargaron de la defensa de Normandía a su mejor general: el mariscal Erwin Rommel. El mariscal hizo su trabajo como siempre: a la perfección, dentro de lo que estaba en su mano. De hecho, el desembarco de los Aliados no podría llevarse a efecto nunca, tal y como estaba concebida la defensa alemana. La única posibilidad de invasión era convertir todo el teatro de operaciones en una mascarada gigantesca, en una maniobra de engaño y distracción como nunca se había hecho antes.

El punto crucial era conseguir que la defensa alemana tuviese por seguro dónde se iba a realizar el desembarco y acumulase la mayor parte de sus efectivos en tal punto, de manera que no tuviesen suficiente capacidad de maniobra para contraatacar la verdadera invasión. Ese era el engaño.

La operación total se denominó Operación «Overlord». Esta estaba constituida por varias operaciones, a su vez. La gran operación de engaño recibió el nombre en clave de Operación «Fortitude», una masiva operación de desinformación contra el Estado Mayor alemán y el propio Hitler. Esta, asu vez, se subdividió en «Fortitude North» («Fortaleza Norte) y «Fortitude South» («Fortaleza Sur»). La primera consistía en hacer pensar a los alemanes que la invasión tendría lugar en Noruega. «Fortitude South» debía hacerles creer que la invasión tendría lugar en Francia, en las playas del Paso de Calais, pero no en las de Normandía, donde realmente se iba a llevar a cabo.

Juan Pujol García es el tercero de cuatro hermanos. Su padre es un industrial de Barcelona y su madre, Mercedes, una andaluza de Motril, Granada. Nacido en Barcelona, en 1912, recibe en su casa una formación católica que se mueve entre la gran religiosidad de su madre y una visión católico-liberal de la vida de su padre. Su infancia es la propia de una familia burguesa catalana de la época: colegios de religiosos con internado fuera de Barcelona, visitas familiares los fines de semana, vacaciones con los padres y hermanos…

A los dieciséis años abandona los estudios tras un altercado en el colegio con uno de sus profesores y comienza su formación laboral como ferretero. A lo largo de esos años, Juan Pujol se muestra una persona activa y de variados intereses. Se hace cargo de varios negocios diferentes y estudia, en la Real Escuela de Avicultura de Arenys de Mar, la primera del país, sobre la crianza y sostenimiento de granjas de aves.

A finales de 1930 o principios de 1931 fallece su padre, al tiempo que Juan finaliza sus estudios  avícolas. La familia quedó en una buena posición económica hasta que la fábrica de tintes de su padre cayó en manos del comité de trabajadores de la misma y fue confiscada. Por su parte, Juan había montado una granja avícola al norte de Barcelona cuando estalló la Guerra Civil.

Unos años antes, en 1931, había hecho su servicio militar obligatorio, del que no guardaba un buen recuerdo. Le tocó en Caballería, y él odiaba montar a caballo. Al mismo tiempo, la vida militar no era para él en ningún caso: «Carezco de las cualidades esenciales de la lealtad, la generosidad y el honor.» Este punto es de importancia para entender sus avatares posteriores.

El inicio de la Guerra supone para la familia Pujol el desastre. A la ya citada toma de la fábrica por parte de los comités proletarios, se suma el miedo y la persecución. En un momento dado, el novio de su hermana Elena es detenido por fuerzas Republicanas y, poco después, tanto la madre de Juan como su hermana Elena son también arrestadas y acusadas de anti-revolucionarias. Se libraron de una muerte segura por la intercesión de un pariente cercano, afiliado a UGT.

(Continúa)

Arga-ko urretxindorra 

sábado, 21 de julio de 2012

Cándido Méndez… por patas.

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El cándido y barbudo Méndez, don Cándido, ha sufrido un incidente el otro día. La cosa ha sido así, según me cuentas mis fuentes, siempre bien informadas y al pie de la noticia.

El hombre había acudido a su puesto de trabajo, como buen profesional que es. Ese día tocaba manifestación multitudinaria en Madrid contra el Gobierno. Y ahí estaba don Cándido, alargando su jornada laboral, pero sin quejarse por ello lo más mínimo. Es un hombre comprometido con su profesión a la que se entrega en cuerpo y alma –en «alma» él no lo sabe, pero también, también-.

Don Méndez, y sus compañeros de trabajo de la empresa UGT, estuvieron al frente de la «mani» sosteniendo el cartel, que pesa un huevo, y sonriendo ante los pesados de los medios de comunicación durante todo el recorrido. Don Cándido no es de gritar consignas mientras sujeta el cartel y recorre. Él es más de gritar ante el micro, con el ambón para sujetarse, cual curica de pueblo preconciliar. Así, una de las tareas de su puesto de trabajo consiste en dar sermones pero, siempre, muy desaforados, muy vehementes. Creo que tiene un complemente de productividad si pasa de los 76 decibelios, según me dicen mis fuentes.

Total, que don Cándido finalizó su jornada laboral y, como muchos otros profesionales, se dirigió con sus compañeros de empresa a tomarse unas cañas con la satisfacción que da el deber cumplido. Eran cinco. Según los estatutos de la compañía para la que trabajan, la UGT, los miembros y dirigentes de la plantilla deben hacer publicidad de la empresa siempre que estén en público. A la empresa no le supone una gran inversión y tiene su cuota de pantalla asegurada en las teles y los periódicos sin pagarles un duro. De hecho, la empresa es conocidísima y la marca UGT está por todos sitios gracias a este sencillo sistema de márquetin.

Así, pues, los compañeros y don Cándido, con las pegatas de la empresa encima a lo Polo o Blueberries, se dirigieron a lo de las birras. Pillaron una mesa con unas sillas en la terraza de un bar y se sentaron. Hay que tener en cuenta que don Cándido es frondosamente barbudo, por lo que esto de las manifas en Madrid, con la calorina que está cayendo en julio, tiene un plus de sufrimiento que habría de ser reconocido… tanto sudor y tanto picor acumulado.

Bueno; pues estaban los ejecutivos de UGT en la terracita con unas cervecillas heladas tras la calurosa jornada laboral, cuando aparecen unos ciudadanos con ganas de contrastar opiniones, al parecer. Según mis fuentes, no fueron muy correctos dado que interrumpieron la conversación amigable y distendida de los ejecutivos, y se pusieron a charlar con ellos sin más.

Yo me imagino la situación y debe ser molesta. Estás tranquilamente con tus colegas «executive», tomando una cervecita bien fresquita después de una intensa y sudorosa jornada laboral, hablando de tus cosas, y llegan unos tipos y unas tipas, a los que no conoces de nada, te cortan la conversación y te obligan a hablar con ellos: hombre, no, señores, no, un poquito de por favor.

Mis fuentes bien informadas al pie de la noticia no me han informado de los temas de conversación –me temo que se debían estar tomando también ellos unas birritas-. Pero sí que cogieron alguna frase suelta de la conversación –qué falta de profesionalidad; les voy a llamar seriamente al orden a estos informadores míos de pacotilla-. Claro, las frases sueltas, descontextualizadas, no te ayudan a comprender el meollo de lo que allí trataban. Por lo visto, tenía que ver con cuestiones societarias y de inversiones; no sé, quizá eran accionistas de la empresa, de UGT. Porque una de las frases cogidas a vuela pluma era «Ahí está el que nos representa, tomando unas cervezas a nuestra costa». Es que no me queda claro si podían ser empleados de la empresa, por la primera parte de la frase, o accionistas de empresa, por la segunda

El caso que, al parecer, (¡qué rabia me da no poder ser más exacto, por culpa de mis informadores irresponsablemente cerveceros!) estos señores dados a la conversación espontánea se debieron dar cuenta de que no habían sido muy correctos porque gritaban todos a coro «¡Vergüenza! ¡Vergüenza!», como disculpándose por haber interrumpido a don Cándido y a sus colegas. O esa es la interpretación que le doy yo. Aunque creo que, para excusarse, no hace falta ser repetitivo ni elevar la voz, ¿no?

Entre trago y trago de cerveza de mis informadores, se dieron cuenta, supongo que bajo los efluvios ya del alcohol, de que a la conversación se iba uniendo más gente, no sé si mirones o participantes. Pero debían ser de estos últimos porque hablaban de sueldos; así que algo sabían del tema: «No os pagamos para esto», decían algunos. Por eso me inclino a pensar  que debían ser accionistas de la empresa UGT. Pero no me hagan mucho caso porque esto son conclusiones mías con el paupérrimo material que me han traído mis informadores (¡qué cabreo tengo con ellos!).

El bueno de don Cándido y sus ejecutivos, al final, se levantaron y les decían a los accionistas –o lo que fueran-, que ellos estaban trabajando igual que el resto en la lucha contra las medidas del Gobierno (lo que a mí me abre una tremenda duda sobre el objeto social de la empresa UGT). Pero los otros señores y señoras no debían estar de acuerdo porque empezaron a acercarse demasiado, a esa distancia no marcada pero que pone nervioso al interlocutor, y siguieron gritando lo de vergüenza (ahora pienso que, a lo mejor, no se estaban disculpando por haberles interrumpido) y les empezaron a silbar y a abuchear. Me produce gran desconcierto estos trozos de información de mis informadores: no tienen ni pies ni cabeza. Se van a quedar sin dietas como que me llamo Beramendi.

Al final, don Cándido Méndez y el resto de ejecutivos de UGT España se fueron sin despedirse. Y yo no puedo acusarles. Es verdad que hay que ser siempre correcto y hacer uso de las buenas formas. Pero entiendo que si estás tan a gusto en una terracita de la Plaza de Isabel II, después de haber cumplido con tus cometidos a pesar del calor y de las incomodidades, que vengan unos accionistas de tu empresa o unos trabajadores de tu empresa –que sigo sin saber a qué atenerme- y no respeten tu derecho al descanso tan merecido, importuna, importuna un poco. Para mí que debían haberse despedido cordialmente, pero comprendo y absuelvo a don Cándido y los otros «executive managers» de UGT España.

A los que no absuelvo es a mis informadores al pie de la noticia. Esos se van a caer con todo el equipo.

Arga-ko urretxindorra

Educación mixta vs educación diferenciada: no entiendo ná.


¡Ay, amigos! ¡Qué duro es esto! Me doy cuenta de que cada vez sé menos de más cosas. Me temo que terminaré no sabiendo nada de todo.

Supongo que lo suyo sería escribir algo sobre economía y sus derivados. Pero es que me deprime mucho. Si supiese escribir poesía lírica no comprometida, creo que me dedicaría a eso; pero Dios no me ha dado la más mínima facilidad y, por lo que voy viendo, no tiene intención cambiar de planes.

Claro, que yo no me echo toda la culpa. Es que me ha tocado vivir unos tiempos en los que todo te lo ponen muy difícil. El problema radica, en mi caso, en que no entiendo casi nada. Escuchas, lees, participas… y aún peor. Mis flojas entendederas por naturaleza han pasado a ser casi inexistentes por dedicación. ¡Una lástima!

Por ejemplo: el tinglado ese de la educación en España. ¡Qué martirio, oiga! Sí parece que hay gente que se lo sabe todo con una seguridad de cemento armado. Pero estos son, precisamente, los que a mí me vuelven loco. ¡No entiendo lo que dicen!

Yo siempre he pensado que la educación es muy compleja per se. Un lío. También he pensado que hay mucho «artista» en el mundo de la educación. Y mucho «listillo» de postín. Sin embargo, no soy de los que denostan el sistema educativo español por principio. Tiene males y enfermedades graves, pero también, alguna cosa positiva. Una de las enfermedades graves, la más, es la politización del sistema. Si se pudiese extirpar la política de la educación, la mayor parte de los males desaparecerían con ella. Pero eso es imposible, al menos, hoy por hoy.

La politización hace que los «artistas» y los «listillos» de la educación tengan mucho predicamento y mucha mano, es decir, que mangonéen en asunto tan serio e importante teniendo aun menos idea que yo. Pero, eso sí: lo que dicen «va a misa»

Por ejemplo, todo ese follón de la educación mixta y/o la educación diferenciada. Yo pensaba que este era un tema meramente organizativo y pedagógico, una cuestión básicamente técnica. Error, Beramendi. Al parecer, nada tiene que ver con eso. Es un asunto de derechos humanos, es una cuestión de estado, es una causa política sobre la que desatar todos los medios propagandísticos –incluidos los «piquetes “informativos”» con sus métodos propios, cuando es necesario-… ¡Alucinante!

Por eso, el señor o señorito Miguel Lorente, Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en 2009, no tenía ningún inconveniente en relacionar educación diferenciada con violencia de género. Si yo fuera un padre con hijos en un cole de estos, creo que le habría agarrado un poco de la pechera: o sea, que según usted, yo soy un pedazo de sinvergüenza que fomenta entre mis hijos que sean unos canallas. Después, ya le plancharía yo el traje.

Este «artistazo» de la educación y otros «listillos» como él manejan, sin embargo, un concepto precioso con el que se les llena la boca y que lo repiten una y otra vez, hasta dejarlo puesto en las leyes educativas como algo fundacional, y en el argot educativo como expresión que, si no la utilizas, te puede caer la del pulpo: es, señoras y señores, la «atención a la diversidad». Sí, sí, atención a la diversidad.

Y digo yo: si atender a la diversidad es algo esencial e ineludible, ¿la educación diferenciada no es, precisamente, una forma de atender a la diversidad natural y previa que, desde el nacimiento, existe entre chicas y chicos? 0, a esa diversidad, ¿no hay que «atenderla»?

Como les digo, no entiendo nada. Y lo peor de esto es que ya se me empieza a notar: se me está poniendo cara de bobo hecho de encargo.

Arga-ko urretxindorra

domingo, 15 de julio de 2012

PETA y su lucha contra los encierros de Pamplona


Los PETA (nada que ver con los «petas»… supongo) tienen la costumbre desde hace unos años de montar una «performance» o dos aprovechando las Fiestas de San Fermín en Pamplona. Los señores, las señoras, los señoritos y las señoritas de PETA (People for Ethical Treatment of Animals – Gente por el Trato Ético de los Animales). Dado que buena parte de las fiestas de Pamplona se vive en la calle, con actos organizados o improvisados a lo largo y ancho de toda la ciudad, los PETA se han convertido en uno más. Van cogiendo tradición, algo muy propio del cachondeo pamplonés durante los sanfermines.

En concreto, los PETAS protestan contra las corridas de toros y contra los encierros. Personalmente, me importa un bledo lo que hacen. Además, como los montajes son muy malos, desde el punto de vista artístico; repetidos año tras año, no hay ni pizca de originalidad ya y, mucho menos, de creatividad; y de una estética «feisísima» de ver (es que son más que feísimas), no asisto a tales manifestaciones.

Sí asisten algunos medios de comunicación que luego pasan las fotos, los vídeos y la crónica del asunto, cada uno con su propia «sensibilidad», que las hay para todos los gustos. Y asiste algún público. No se crean que muchos porque ya les digo que a la vez hay tantas cosas que se pueden hacer, que pese a la campaña propagandística previa que montan los PETAS, el éxito local es más bien escasillo. Como intento de atracción añadido, suelen ir medio en pelotas, de manera que el grupo de mayor edad entre los curiosos suele ser más alto de lo habitual que en otros actos: supongo que se dan cita los «musgos» de Pamplona («musgo» es el nombre que se da por allá a los «viejos verdes»).

Este año tenían prevista y anunciada una magnífica actuación. Pero la Delegación del Gobierno en Navarra, aunque no prohibió la concentración sí lo hizo con la actuación estelar. Así que los PETA cambiaron el asunto sobre la marcha: al final consistió en revolcarse por el suelo de la Plaza del Ayuntamiento remojados en pintura roja y negra y formar dos palabras que no he podido reconocer en las fotos. ¡Bellísima y complejísima obra!

La original, que tenía mucha mejor pinta, era una «crucifixión simbólica» en dicha Plaza. Según recogen los medios, consistía en «una concentración en la que seis activistas, semidesnudos y portando cabezas de toro de cartón, se iban a crucificar de forma simbólica frente al Ayuntamiento de Pamplona "para pedir el fin de la crueldad animal en la fiestas de San Fermín"». ¡Precioso!

Tras la prohibición de la parte artística por parte la bochornosa y cruel Delegación del Gobierno en Navarra, los organizadores han protestado enérgicamente con los requeteconsabidos argumentos que se utilizan siempre ante cualquiera de estas prohibiciones que, por archiconocidos, no repetiré. Solo dejaré constancia de esta perla: el portavoz de los PETA «ha subrayado que para ellos "el martirio de los toros en cada encierro es equivalente al que sufrió Jesús en su calvario" por lo que quieren hacer reflexionar "que el sufrimiento es reprochable sin importar quien lo padezca». No me dirán que no es una verdadera perla del pensamiento… animaloide.

1.       El sufrimiento es… ¿«reprochable»? ¿Qué coño quiere decir eso? En todo caso, serán reprochables algunas causas del sufrimiento, pero ¿el sufrimiento? Esta afirmación, que no tiene ningún sentido y es más tonta que mear para arriba y decir que llueve, adquiere «sentido» en las conciencias y corazones de algunas personas «sensibles» y se lo terminan creyendo –sin entenderlo, porque es imposible-, y lo utilizan como argumento de peso. Y se termina por creer que todo sufrimiento es reprochable. Así nos va.

2.       La parte más indignante del asunto es la comparación del «martirio de los toros en el encierro» que según estos pringados irrespetuosos y anti-personas «es equivalente al que sufrió Jesús en su calvario». ¡Intolerable y profundamente cabreante! Porque ni siquiera es una opinión absurda y estúpida. Es una provocación propagandística y agresiva, estudiada, planificada y decidida a sabiendas de que provocaría reacciones sensatas, decididas y llenas de dolor entre cualquier persona normal, sin necesidad de ser creyente. Y como los PETA van buscando eso, la reacción, la propaganda, el altavoz, los medios de comunicación, etc., y, además, el sufrimiento humano no es que les traiga sin cuidado, sino que lo provocan a propósito para sus fines, pues ahí queda eso. Y aún es peor: «el sufrimiento es reprochable sin importar quién lo padezca». ¡Tócate los pies! El sujeto sufriente no importa. Da igual que sea un toro que Cristo, un conejillo de indias que un niño, un ornitorrinco que un abuelete en el hospital. Consideren, entonces, a qué distancia estamos del aborto o de la eutanasia, según el pensamiento PETA: lo importante es que no se vea, que no se perciba el sufrimiento. Como la madre «sufre» su embarazo y lo que vendrá después del embarazo, como al niño que está dentro de su mamá no se le ve ni se le oye llorar, «interrumpámosolo», o sea, matémoslo, que eso se hace dentro de la tripita y ni se ve la sangre ni se oyen los gritos del bebé. No voy a seguir porque mis palabras medianamente presentables se me han terminado aquí.

3.       Ya, ya estoy más moderado. Así que retomo. Los puntales activistas de los PETA son dos, a saber: de una parte, que con sus acciones buscan y provocan el sufrimiento de otras personas. Ejemplo: el anterior. En realidad, el sufrimiento del babuino de la sabana les importa –que tampoco termino de tener esto muy claro- pero el sufrimiento de según qué personas, les importa cero zapatero. Es más, lo provocan.

4.       Y de otra parte, mienten más que hablan. Son uno de los «colectivos» más mentirosos que nadie se puede encontrar sobre la faz de la tierra. Transcribo su discurso de principios contra el Encierro de Pamplona (lo tomo de su página web oficial):

The ‘Running of the Bulls’
Tourism also keeps the cruel "Running of the Bulls" in Pamplona, Spain, in business. The bulls are kept in crowded, dark enclosures, and when they are prodded onto the streets with electric shocks, they are momentarily blinded by the sunlight. Runners hit the animals with rolled-up newspapers and twist their tails. The panicked animals often lose their footing on corners and crash into walls, breaking bones and injuring themselves. Most tourists don't know that all the bulls will later be killed in the bullring.

                Traduzco (con libertad):

El Encierro.
El turismo también sostiene el cruel «Encierro» de Pamplona, España, como negocio. Los toros son metidos en encajonamientos abarrotados y oscuros, y cuando son espoleados a las calles mediante descargas eléctricas, se ven momentáneamente cegados por la luz del sol. Los corredores golpean a los animales con periódicos enrollados y les retuercen el rabo. Los aterrorizados animales a menudo se caen en las esquinas y se aplastan contra las paredes, rompiéndose huesos e hiriéndose. La mayor parte de los turistas no saben que todos esos toros se matarán después en la plaza de toros.

                Y, bien, ¿qué les parece? Esto es lo que afirma la web de los PETA. Gente digna de confianza, ¿eh? Gente honrada, con la verdad por delante.

                He subrayado aquellas afirmaciones que son mentira para resaltarlas; lo cual ha sido una tontería por mi parte, como se puede apreciar.

1.       El Encierro no se sostiene como negocio por los turistas: no se paga nada ni por verlo ni por correrlo. Los gastos corren a cargo de la Casa de Misericordia de Pamplona, ni siquiera del ayuntamiento salvo aquellas cuestiones que tienen que ven con la seguridad. Y las cuestiones sanitarias, a cargo del Gobierno de Navarra. En definitiva, por los bolsillos de los navarros a través de sus impuestos. Los turistas son atendidos de sus percances gratuitamente, bueno, con cargo a los impuestos de los navarros, insisto.

2.       Los toros no se encierran en corrales abarrotados. Es evidente que en cada corral solo se meten los seis toros de cada corrida. Casi todos sabemos que un toro de otra ganadería sería inmediatamente atacado y muerto por los de la camada. Son corrales abiertos al aire libre, espaciosos, con zonas de sombra para que los animales se protejan del sol cuando gusten; surtidos de agua constantemente y de pienso y forraje dos veces al día, como en la dehesa; y vigilados 24 horas al día por ganaderos de su propia ganadería y pastores del Encierro ante cualquier contingencia que pudiera surgir. Así que ni están abarrotados ni son oscuros, como afirman estos mentirosos compulsivos.

3.       Naturalmente que no se sacan de los corrales mediante descargas eléctricas. A los animales se les abre el portón, el único portón, que da directamente a la calle Santo Domingo. Y un solo pastor del encierro les hace salir mediante voces. Por supuesto, no quedan momentáneamente cegados por la luz solar, puesto que es la misma luz que tienen dentro del corral. Y eso, sin tener en cuenta el número de días nublados de Pamplona, que son la mayoría. Una preciosa y falsa figura estilística la del sol cegando a los toros que han permanecido hasta ese terrible momento encerrados en las mazmorras del castillo de Drácula.

4.       Lo de llevar el periódico enrollado es una tradición no muy antigua y más bien inútil. Se basa en el hecho absurdo de que, en un momento dado, ante una situación de peligro, lanzar el periódico hacia otro lado puede distraer al toro en el último instante. Se ha demostrado que no, que no se distrae. Básicamente, porque en una situación de tal peligro, el corredor suelta periódico sin ton ni son. No se suele preparar ninguna estrategia en ese momento. Es una cuestión de estética. Por otra parte, se lleva enrollado no para utilizarlo a modo de porra de papel, sino porque es francamente incómodo llevarlo desplegado mientras se corre delante de seis toros y al lado de cientos de personas con la misma prisa que tú a codazo limpio. Por último, imagínense el tremendo sufrimiento que a un torico de 600 kilos le debe suponer que un hombretón de 80 le sacuda un periodicazo. Se conocen varios casos de miuras muertos en el acto por un certero golpe de periódico «rolled-up».

5.       Los «aterrorizados» animales... no se sabe si están aterrorizados, cabreados, felices, haciendo futin o en plan «qué toca ahora». Los PETA sí parecen saberlo pero nunca nos descubren el arcano secreto de su conocimiento.

6.       «A menudo» no caen en las esquinas. Porque solo hay una esquina en todo el recorrido: la de la calle Mercaderes con la calle Estafeta. Y, en los últimos años, ni eso, porque se echa un antideslizante muy efectivo. De los 42 toros bravos que han corrido el Encierro en el año 2012, en la dicha esquina, han caído tres: es decir, el 93% de los toros no se ha caído en ninguna esquina. Ya se ve que no es «a menudo».

7.       Desde que se toman referencias del encierro, allá por los años 20 del siglo pasado, no se ha dado ningún caso de hueso roto… en los toros, claro. Ni de ninguna herida producto del Encierro. Los únicos casos de toros heridos o muertos han sido, curiosamente, por asta de toro.

8.       Las encuestas llevadas a cabo entre la población turista, con muestras aleatorias perfectamente representativas y un error de muestreo del 1%, sobre su conocimiento de si los toros morirán por la tarde en la plaza de toros… pues, es que, no se han llevado a cabo. Volvemos otra vez a ese conocimiento secreto que tan desarrollado está entre los PETA. No sé si será una cuestión de «royalties», de creerse más listillos que los demás o que se inventan los datos –como mienten tanto, me inclino por pensar que va a ser esto último-, pero nunca hacen públicos sus «estudios». Y es raro en tipos tan necesitados de propaganda, ¿no?

Vayan tomando nota de las rutilantes estrellas que prestan apoyo a los PETA. Recuerdo algunas iniciativas de la ínclita y americanizada Penélope Cruz, nuestra encantadora actriz, concretamente contra el Encierro de Pamplona. Sin acritud lo digo: o son bobas, o son un poco canallas, o entran de este modo en el circuito de lo políticamente correcto, que siempre da una dosis de popularidad. Estas posibilidades no son necesariamente disyuntivas. Pueden darse las tres al mismo tiempo.

Bien, «that’s all, folks», con permiso de Bugs Bunny.

Arga-ko urretxindorra

miércoles, 11 de julio de 2012

Los «gloriosos» mineros en Madrid.


¡Ya están aquí!¡Ya han llegado!
Los gloriosos mineros han puesto sus reales
en la Puerta del Sol de Madrid.
¡Qué apuestos! ¡Qué aguerridos! ¡Qué valientes!
¡Ya están aquí! ¡Ya han llegado!

Proletarios del mundo:
observad su gallardía; ved su varonil figura;
escuchad sus gritos pidiendo justicia.
Proletarios del mundo:
 aprended de su lucha por sus derechos; admirad su valentía.

Trabajadores del mundo:
apoyad su causa; defended con ellos su revolución;
dejad de llorar y empuñad las armas;
la hora de la justicia y del triunfo sobre el patrón
ha llegado de su mano. Etc., etc., etc.

Esta pésima y rancia coplilla recoge el presente espíritu progresista de los mineros del carbón españoles. He tenido la fortuna de mantener cierta relación epistolar con estos muchachos desde que se declararon en lucha. Cartas de ida y de vuelta «online» en las que he aprendido mucho de su modo de ser, de su pensamiento libre y ágil, de sus razonamientos serios y profundos; he podido apreciar la nobleza de su carácter, su proverbial solidaridad y su amor por la libertad. En definitiva, ha sido una experiencia de lo más de sabrosa y refrescante.

Estos intachables caballeros son ampliamente «atribuidos», según dicen ellos mismos. No ha habido carta en la que no me hayan hecho referencia a su testiculina y, como contrapartida, a mi total falta de ella. Al parecer, tales atributos son muy considerados entre ellos al punto de que lo utilizan como razón de peso –de mucho peso, dado el tamaño del que hacen gala- para sustentar su lucha. Según me contaban ellos mismos cuando les preguntaba, los cortes de carretera, las barricadas, los cohetes y las pedradas –su lucha- se debían a los «maizagarris» que tienen. «Hombre, -les decía yo- alguna razón más habrá para que hagáis estas barbaridades, con heridos y todo.» Pues, al parecer no, o al menos, yo no lo entendí.

Debo decir que no conseguimos entendernos. Asumo que por mi culpa. Probablemente, debido a mis características personales, según me lo han ido haciendo ver. Un pájaro como yo, «desatribuido», cobarde, fachorra, madero, llorón, «babayu», chivato, infiltrado, hijo de p…, payaso, vendido, esquirol, español, nazi, puto capitalista, «chinu», castellano, egoísta, miserable y «tontu» es imposible que pueda entender nada. Lo único que me queda es meterme a un monasterio de hermano lego o que me apliquen la eutanasia. Yo creo que lo primero, que es más barato para las arcas del estado.

El primer desencuentro vino cuando les inquirí sobre cuáles eran esos derechos por los que luchaban. No lo hice con muy mala intención; solo quería saber a qué se referían. Pero pinché en hueso. Con velocidad del rayo, las respuestas se sucedieron como catarata de agua fresca. Pero no para contarme cuáles eran esos derechos por los que luchaban a brazo partido, sino que todos se dedicaron a describirme. Me sorprendí de que sin apenas relación me conocieran ya tan bien. Lo cierto es que me tuve que buscar por mi cuenta esos «derechos» porque los sensibles mineros no acertaron a contármelos.

El segundo desencuentro vino cuando, imprudentemente, les hice ver que eran unos «señoritos» y unos «burguesitos». Creo que mi error estuvo en utilizar el diminutivo, porque a señores con tantos atributos y tan grandes, no se les puede tratar con «-itos». Nueva riada de respuestas, más descripciones sobre mí, algunas repetidas, y ningún diminutivo por su parte. Ellos dominan el aumentativo.

Y más desacuerdos. Un día me dio por indicarles que ellos no eran «los trabajadores», que eran «unos» pocos trabajadores. Que en España éramos muchos millones de trabajadores y que no me parecía bien que ellos se arrogasen en exclusiva los derechos de autor. Inundación al canto.

Como no había conseguido que me hablaran de los derechos por los que se han liado a palos y a cohetazos –ahora ya me han enseñado que eso se llama «lucha»-, les pregunté porqué ellos recibían subvenciones, entre otras finalidades para cobrar sueldazos propios de capitalistas, y la mayoría de los demás trabajadores no solo no las recibimos sino que se las pagamos a ellos con nuestro lomo agachado en el trabajo. Las respuestas no se hicieron esperar, naturalmente, y casi todas ellas abundantemente descriptivas sobre mi persona. Sin embargo, en una de ellas me decía un sesudo minero que «no te quejes de los trabajadores; más te valía criticar las subvenciones a la banca.» Tuvo mucho éxito esta respuesta. Volví a cometer el error de preguntar si los cientos de miles de trabajadores de la «banca» no eran también trabajadores y, en consecuencia, no tendrían el mismo derecho a recibir subvenciones que los mineros; que, en definitiva, si el negocio no era rentable, la solución debería ser la misma. Y añadí que las cuencas mineras estaban recibiendo dinero desde 1986 en cuantía, a estas alturas, de más de 25 mil millones de euros. Esto fue un auténtico despropósito por mi parte. Todos los que habían apoyado vivamente la respuesta que me había dado el minero se me echaron encima, también vivamente. Esta vez tampoco averigüé si estaba equivocado en mi apreciación.

Uno de estos afables mineros me calificó de «miserable» y otras lindezas. Venía a decir que cómo era capaz de escribir semejantes cosas de unos hombres «que se juegan la vida en su trabajo», de unos hombres «que todos los días se meten al pozo sin saber si volverán a ver el sol». Recuerdo que alabé sus figuras poéticas, que me habían emocionado. Yo, en mi discurso carente de belleza, le comentaba a este lírico minero que no terminaba de ver a qué se refería. Le contaba que, según me constaba, la mayor parte de los mineros no se encuadran en puestos especialmente peligrosos. Le decía que los mineros se jugaban la vida en Perú, en Bolivia, en Ecuador, en la China, en Ucrania, en Bielorusia, en Rusia… pasados o presentes «paraísos del proletariado», pero no en España. Que las condiciones, las inversiones en materia de seguridad, habían mejorado de tal modo, a Dios gracias, que en el rankin de peligrosidad laboral, la minería del carbón española no ocupa los primeros puestos ni mucho menos. Le comentaba a mi emotivo minero, que hoy en día, hay muchos trabajos bastante más peligrosos: policía, bombero, limpiacristales de altura, camionero, telepizzero, viajante comercial, joyero, profesor de instituto, maestro de escuela, militar destinado a repartir bolígrafos, comida y tiritas en Afganistán, operario de alcantarillado, cuidador de los leones del zoo, motorista repartidor exprés, albañil encofrador, tractorista, operario de excavadora, soldador de vigas, pintor de fachadas, miembro de las Unidades de Intervención Policial frente a una barricada de mineros… Yo creo que, a juzgar por su reacción, lo que no le gustó fue la referencia a estos últimos trabajadores.

En fin, como veía que mi incapacidad mental hacía imposible que les entendiera, decidí dejarlo por imposible con una última carta de afectuosa despedida. Nuevo error, porque aprovechela para poner de manifiesto las conclusiones que, en mi torpeza intelectual, había sacado de nuestra relación epistolar. Basicamente:

-          Que de cada mil euros que cobran, 680 los ponemos el resto de trabajadores.
-          Que son muchos más millones de trabajadores los que, por no ser su «sector» rentable, se han ido a la puñetera calle sin que ellos hayan mostrado la más mínima solidaridad.
-          Que nunca se han quejado de los miles de millones de euros que les han dado a sus comarcas para crear otras fuentes de producción alternativa y que nadie sabe en qué se han invertido, salvo algún museo del carbón y muchos hogares del jubilado, que en la zona hay muchos y muy jóvenes.
-     Que solo se han puesto como energúmenos cuando les han tocado el sueldo, como al resto.
-          Que siguen aceptando las jubilaciones a los 42 años, con pagas impresionantes, que las pagamos los demás trabajadores, cuando la realidad por la que se les aplican los coeficientes de reducción es completamente distinta de la que era cuando el gobierno de Franco, en 1948 y en 1966, firmo el Régimen Especial de la Minería del Carbón.
-          Que la lucha por asegurar el futuro de sus hijos es exactamente la misma preocupación del resto de los hijos de trabajadores que, sin embargo, no vamos lloriqueando que el estado se haga cargo de ellos, ni nos liamos a cortar carreteras y autopistas, ni a montar «marchas negras» de la mano de los sindicatos y de los políticos progresistas y aprovechados.
-      Que los sindicatos, sus queridos sindicatos, siempre están al lado de los subvencionados. ¿Por qué será?
-          Que la riada de dinero de los demás trabajadores que se ha puesto a su disposición para que ellos mismos crearan sus futuros puestos de trabajo fuera de la mina, ha desaparecido de la faz de la tierra sin que se sepa qué ha sucedido.
-          Que no tienen ningún derecho especial por ser mineros y que «su lucha» no es más que una patochada barriobajera, disfrazada de épica casposa y trasnochada, para seguir viviendo como «señoritos burguesitos» del dinero que nos quitan al resto de los trabajadores.
-          Y que no veo ninguna diferencia entre el proceder del SEPLA, el sindicato de pilotos de Iberia, y el de la UGT y las CCOO del carbón, el sindicato de los mineros «pilotos».

Después de la carta de despedida, sé que a muchos de ellos les gustaría echarme el guante encima. Me lo han dicho de diversas formas. Creo adivinar por qué. Pero no estoy muy por la labor. Llámame cobarde si quieres, pero creo que se enfadaron mucho. Y con el manejo pirotécnico que se gastan, mejor no ponerme a su alcance.

Arga-ko urretxindorra