Como he dicho en alguna ocasión, una de las bazas que juega el nacionalismo militante es la de llevar la delantera en su actividad. De esta manera, la vieja dinámica acción – reacción entra en un bucle inacabable que reporta grandes beneficios para el nacionalismo. La iniciativa de la acción, casi siempre, corresponde a estos mientras que el Estado, en primer lugar, y por extensión, el resto de la sociedad española en segundo, solo reaccionan.
Desde un punto de vista meramente táctico, el nacionalismo parte en desventaja. La cuestión es evidente. Tratan de conseguir “algo” que no poseen, léase independencia de España –y de Francia-. La posición de fuerza, en términos militares –y en cualquier otro-, la tiene España. Es decir: España es, mientras que Euskal Herria no es, por lo que ha de inventarse y conseguirse. Esta es la situación táctica.
Sin embargo, estratégicamente, la situación cambia. La mayor parte del tiempo, la posición estratégica del nacionalismo suele ser, tanto históricamente como en el presente, mejor que la de “sus enemigos, lo españoles”, utilizando su lenguaje. El nacionalismo suele llevar la iniciativa y el Estado –de derecho, no lo olvidemos- suele ir por detrás en reacciones, muchas veces, inmediatas, poco meditadas u obligadas por las circunstancias del momento.
Uno de los profundos errores cometidos por la sociedad española es el haber hecho extensivo o, peor aún, haber hecho uno solo el nacionalismo vasco y lo vasco. Este hecho ha sido una estrategia propia de los nacionalistas que ha tenido un éxito total. La mayor parte de la sociedad española actual considera lo vasco como lo nacionalista vasco. Es decir, considera lo vasco con las mismas características negativas que tiene el nacionalismo vasco. Hasta tal punto es así que lo vasco, en general, es experimentado como algo intrínsecamente malo, como algo peligroso en sí mismo, como algo de lo que hay que defenderse y, en consecuencia, se convierte en una suerte de enemigo. Puesta la trampa, cayó el oso.
Sin entrar en detalles, este es uno de los grandes éxitos de la estrategia nacionalista. De una parte, estos se han apropiado de lo vasco de manera indecente. O, de otro modo: han hecho que todo lo que no sea nacionalista no pueda ser considerado como vasco. Y ha tomado carta de naturaleza, tanto en los territorios vascos y navarro como en el resto de España. Este hecho, tan importante para los objetivos nacionalistas, se ha consolidado de tal manera que es algo asumido por la sociedad a pies juntillas. La consecuencia directa es la puesta en realidad de algo meramente teórico: la dialéctica nosotros – ellos y sus consecuentes: los buenos – los malos; el enemigo; los malos chicos, pero nuestros al fin y al cabo (Arzallus dixit) – los otros; los moralmente justificados – los inmorales; los opresores – los oprimidos.
La unificación artificial entre lo vasco y lo nacionalista vasco es, a mi juicio, uno de los errores más importantes que ha cometido la sociedad española y que les ha dado alas estratégicas de mucha fortaleza. Como he tratado de indicar, las consecuencias de este hecho, repito, artificial, son muchas y pésimas, pero básicamente, dan validez a la existencia de dos bloques en lucha y a toda una retahíla de conceptos falsos pero validados en los que se asienta el sentido de existencia del nacionalismo vasco.
Como decía al principio, la posición táctica de los nacionalistas es débil. Sin embargo, sus estrategias han dado frutos positivos para ellos, en muchas ocasiones, con la connivencia indecente de determinadas instituciones y políticos y con la ignorancia del asunto tan extendida en el resto de la sociedad española.
Termino: que en el resto de España se reciba en un estadio de fútbol a Osasuna, equipo navarro, como si fuera el enemigo nacionalista; que en el resto de España se asimile un navarro del Roncal cantando un zortziko a un independentista; que en el resto de España se considere el nombre de un nuevo barrio de Pamplona, Gorráiz, por ejemplo, como una concesión al nacionalismo vasco, es tremendo y brutalmente injusto. No nos damos cuenta de que tales reacciones hacen el juego a la estrategia nacionalista mejor que ninguna otra cosa, porque ahonda en la supuesta existencia de dos bloques y obliga a tomar partido en circunstancias en las que, mejor para todos, sería no hacerlo. Tales consideraciones, en primer lugar, son completamente falsas: lo vasco no es nacionalista vasco. En segundo lugar, cuando un no nacionalista se ve poco menos que atacado por estos u otro hechos de cariz semejante, se encuentra entre la espada y la pared: él no es nacionalista pero el resto de los españoles lo consideran así. ¿Cómo se espera que reaccione? Cuando la presión, día a día, hora a hora, es tan terrible, presión física, presión de terror, presión de vida o muerte por no ser nacionalista; y buena parte del resto de los españoles ya te han sentenciado por ser vasco, se olvidan de ti o entienden que todo el problema radica en que “no tienes redaños, no tienes lo que hay que tener”… el vasco no nacionalista y el navarro, se encuentra solo: atacado por unos e incomprendido y juzgado por otros. ¿Cuántos héroes caben en un metro cuadrado?
Mientras el resto de España no consiga volver a la realidad en este asunto, a no confundir lo vasco con lo nacionalista vasco, a contemplar lo vasco como genuinamente español, le estará haciendo el juego al nacionalismo y le estará dando vida y fuerza.
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