lunes, 7 de octubre de 2013

Contra la imposición de la mentira en Cataluña

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Aquella noche iba escuchando la radio mientras conducía hacia Cantabria. En un momento dado salió a colación la famosa frase del ministro Wert, algo así como que había que españolizar a los niños catalanes. Entre las chanzas, las burlas y las críticas aceradas de los contertulios, me dije que, otra vez, el señor Wert había metido la pata. No me refería, al contrario que los comentaristas, a que no hubiese razón en el comentario del ministro, sino a su falta de cautela.

Lo cierto es que me precipité porque ni siquiera había oído las declaraciones completas. En todo caso, reconozco que me equivoqué de cabo a rabo, al igual que lo hicieron los  periodistas a los que escuchaba. Porque el señor Wert tiene –tuvo- toda la razón, cautelas a un lado. El proceso de catalanización de los niños ha sido sistemático, exclusivo, impuesto y, sobre todo, falso y manipulado. Es comprensible, como yo mismo decía en una entradilla anterior, que el fanatismo catalano-independentista sea, tras tantos años, un hecho.

El recurso al bombardeo ideológico constante, desde el propio nacimiento, de varias generaciones en Cataluña no podía llevar a ningún otro sitio. Los políticos, los historiadores, los sociólogos y los maestros en Cataluña han construido una realidad, pasada y presente, completamente falsa que se ha convertido en “su” verdad. Y hay, me temo, millones de personas que creen firmemente en ella. Como contraposición, desde el resto de España no se ha hecho gran cosa, más bien, casi nada. Salvo alguna honradísima excepción, y a título personal, la gran falacia se ha ido construyendo y distribuyendo entre niños y jóvenes de manera insistente hasta crear una suerte de “verdad” histórica que sirva de fuente de la que hacer manar el derecho a la independencia, como un chorro de agua fresca y natural.

Es una verdadera estupidez lo del “derecho a decidir”, puesto que no hay país en el mundo, por muy insensato que sea, que reconozca el derecho a la independencia. Así que no tendría más recorrido semejante imbecilidad de no ser por dos razones:

a) La paranoia fanática que se ha inducido en miles y miles de personas en Cataluña.

b) La estulticia, en el mejor de los casos, o la clara deslealtad, cuando no traición, hacia un país entero, hacia millones y millones de personas –presentes y ya fallecidas- de algunos sectores políticos, sindicalistas, periodísticos e intelectualoides del resto de España. No tengo la más mínima duda cuando afirmo que el independentismo es posible no gracias a los independentistas sino al resto de los españoles, especialmente de sus representantes “democráticamente” elegidos.

Es una desgracia de incalculables consecuencias un país en el que la mera posibilidad de poder hacer algo se convierte directamente en “un derecho”. Que alguien, como la Generalidad de Cataluña, pueda colgar en su web oficial varios vídeos llenos de falsedades y manipulaciones históricas no es un derecho. No es ningún derecho mentir, lo mismo que no es ningún derecho independizarse. Y mucho menos, aunque se pueda hacer, manipular las mentes de varias generaciones. Por no sé qué inconfesables intereses particulares se ha permitido, durante demasiados años, la mentira, la manipulación y la imposición del fanatismo independentista –y no solo en Cataluña y el País Vasco-. Todo ello es lo que nos ha llevado a una situación de auténtica esquizofrenia.

Siento mucho si alguno pudiera escandalizarse por mi talante poco democrático. Que la web oficial de la Generalidad de Cataluña afirme que Cataluña fue un reino, que la “Casa de Barcelona” se anexionó Aragón en 1137, o que el “rey de Cataluña” Jaime I el Conquistador creó los “Países Catalanes” es tan grave, por falso e intencionadamente manipulador, que cualquier fiscal con competencia debería presentar una querella  y un juez competente debería ordenar quitar semejantes barbaridades de la web de manera inmediata. 

Porque ya está bien de permisividades, de derechos inexistentes, de falacias brutalmente eficaces, de libertades inventadas y demás demagogia con la que los sinvergüenzas llevan años haciendo proselitismo independentista.

No voy a dedicar ni una sola letra a contar la historia de España una vez más. Solo quiero manifestar públicamente mi hartazgo por unos y por otros, especialmente por estos últimos, los que dejan hacer por no sé qué repugnantes razones –algunas sí las sé-.
 
Arga-ko urretxindorra

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