martes, 27 de noviembre de 2012

De la primavera árabe al invierno egipcio

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Estatus irónico: NADA - UN POCO - BASTANTE - MOGOLLÓN





Después de la primavera árabe parece que llega el invierno árabe. La primera de las revueltas, la de Egipto, terminó y triunfó. Llevó a la salida de Hosni Mubarak, al desmantelamiento de su gobierno y a la convocatoria de elecciones generales. Se hizo limpieza y entró aire fresco. O eso se encargaron de contarnos los medios de comunicación occidentales.

Ganaron las elecciones los Hermanos Musulmanes, ávidos de tomar por su cuenta el poder egipcio y poner a todos en su sitio. No es la primera vez, ni mucho menos, que unas elecciones “democráticas” abren paso a la tiranía. En este caso, se sustituyó una dictadura, más bien blandita, por una tiranía islamista, de las que no conozco aún ninguna suavecita.

El nuevo “rais”, el doctor ingeniero (en Estados Unidos, curiosamente) Mohamed Mursi, llegó al poder con un 51,72% de los votos. Una mayoría absoluta, sin duda. Salvo que el siguiente candidato, ahora en la oposición, obtuvo un 48,27%, muy pegado por tanto. En aquellos momentos, tras la victoriosa revolución, había un gobierno interino formado por la cúpula militar del poderoso ejército egipcio, laico, que traspasó los poderes al nuevo presidente en junio. Y que ya tuvieron roces importantes con los Hermanos Musulmanes.

Mientras tanto, las dos cámaras existentes en Egipto, la Asamblea Constituyente y la Shura, una especie de senado, se configuraron con un enorme poder para los salafistas y para la Hermandad, los Hermanos Musulmanes, a la que dejó de pertenecer Mursi una vez nombrado presidente (en serio, lo hizo).

Pero hete aquí que unos pocos meses después, la primavera y los brotes verdes se han tornado invierno y sarmientos secos. El doctor ingeniero, formado y vivido en Estados Unidos, ha decidido que por hoy ya está bien de democracia; y que ni él ni las dos cámaras, a las que un extraño reparto de escaños les ha hecho mayoritarísimamente salafistas, van a seguir estando bajo la ley ni bajo los jueces. La jugada es sencilla.

Tan solo dos días antes de las elecciones presidenciales, la Cámara Baja se disolvió. Poco después, se creó una Asamblea Constituyente sospechosamente islamista que daría paso, más adelante, una vez aprobada la nueva constitución, a una nueva Cámara Baja. Se mantuvo, sin embargo, la Shura, la Cámara Alta, en la que los religiosos islamistas se encontraban a sus anchas. La Asamblea Constituyente fue denunciada ante el Tribunal Supremo Constitucional, que aún no se ha pronunciado sobre su validez. Así que este es el momento preciso.

Mohamed Mursi tiene en su mano todo el poder ejecutivo y el legislativo desde el 30 de junio. Pero su problema es el poder judicial, en sus diversas instancias. Así que ha decretado un par de cosillas: por un lado, «las declaraciones constitucionales, las leyes y las resoluciones anteriormente adoptadas por el presidente [Mursi, claro], desde que asumió el 30 de junio hasta que entre en vigor la Constitución y se elija al nuevo Parlamento, son definitivas e inapelables por cualquier método o ante cualquier órgano». Y además, «no se permite que estas resoluciones presidenciales sean suspendidas o canceladas». Tócate los pies, Manuel.

Es interesante darse cuenta de que, en este momento, en Egipto se está redactando una nueva constitución que se aprobará, sin lugar a ninguna duda. El asunto está en cómo va a ser esta nueva constitución –¿profundamente islamista?- y en que los únicos que podrían poner trabas, a estas alturas, son los jueces y fiscales.

Así que también ha decretado que no se permita a ninguna instancia judicial la posibilidad de disolver ni la Asamblea Constituyente ni la Shura. ¡Ancha es Castilla! Esto va, fundamentalmente, al punto de flotación del Tribunal Supremo Constitucional y del Tribunal de Casación. Y, de paso, se ha sacado de la manga una ley para destituir al Fiscal General y sustituirlo por su amigo Talat Ismail.

En fin, que aunque no puede hacerse todavía con el único poder que le falta, el Judicial, con estos decretos lo desarma o, más bien, siguen funcionando pero no pueden nada contra él ni contra los suyos.

Teniendo en cuenta que casi la mitad de los votos fueron a parar a la oposición, las revueltas no se han hecho esperar. ¿Va a recular en su asalto a la democracia el demócrata presidente egipcio? No lo sé, pero lo dudo bastante. Lo que no sé en absoluto es que nos contarán de nuevo los medios informativos occidentales y sus alegres políticos. No aprendemos de la historia… y así nos va.

Argako urretxindorra



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