Trato de imaginar la
alegría de Tsipras. Pero no consigo
entenderla. No consigo entender qué puede tener de bueno. Ni siquiera comprendo
exactamente a qué han dicho “no”. Y temo, de verdad, que de ese 60% largo de
griegos que se han plantado todos sepan a qué han dicho “no”.
¿Por qué se alegra Tsipras? ¿Por qué se alegran muchos
griegos? ¿Qué ha habido de bueno? ¿Es, tan solo, dar con la puerta en las
narices lo que les provoca ese sentimiento incomprensible? ¿Es que su “no”
destemplado les da a luz una esperanza desconocida para los demás? ¿Es que,
acaso, no es una estampida, una huida a trompicones, desesperada? ¿Qué es eso
que yo no puedo imaginar y que alegra a Tsipras?
¿Es que el pueblo
griego es, en su mayoría, plenamente inconsciente? ¿Es que el pueblo griego es,
en su mayoría, rehén de su gobierno? ¿Es que el pueblo griego es, en su
mayoría, tuáutem de su propia ruina?
Mañana es lunes. Es el
rigor del tiempo. A él no le importan síes o noes; le dan igual las alegrías y
las penas, los éxitos y los fracasos. Mañana es lunes sin remedio. Y, pese a
los festejos y las estridentes alegrías, nada habrá mejorado para los griegos;
nada habrá mejorado para los demás: nosotros. Mañana será lunes y el pueblo
griego, como el judío, en su huida esperará el maná generoso, como todos los
días desde hace tantos años. El maná que les siga permitiendo jubilarse con
cincuenta y pocos años; el maná que les permita cobrar un plus por llegar a
tiempo a trabajar; el maná que les permita una pensión de jubilación igual al
96% del último salario cuando en Alemania es del 40%. El maná que siga enviando
dinero para seguir incrementando la deuda más de 350.000.000.000 de euros.
Pero ese maná, al
contrario que el de los judíos, no viene del cielo sino de la misma tierra que
ellos pisan. Y digan lo que digan, tanto “no” como quieran, ese maná procede de
otros pueblos, como el griego; de otros ciudadanos, como los griegos; de otros
trabajadores, como…
No hace falta, sería
ridículo; pero, ¿qué diría el alegre Tsipras
si cualquier otro gobierno de los donantes preguntara a su pueblo si quiere
seguir pagando el despilfarro de los griegos? ¿Qué dirían los griegos si aquellos
estallaran de alegría porque ha ganado su “no”?
Mañana es lunes. El
pueblo griego ya ha hablado. Pero no tiene la última palabra. Ahora es el
momento de los otros. ¿Qué dirán los otros? ¿Qué dirá el pueblo alemán, o el
danés, o el noruego, o el sueco, o el británico, o el irlandés? ¿Qué deberán
decir?
¿A qué viene tanta
alegría? ¿Qué ha sucedido de bueno?
Argako urretxindorra
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