¡Hay que ver!
“La posibilidad de un adelanto electoral es irresponsable, pero si
creían que jugando con las fechas podían cogernos a contrapié para evitar el
cambio, les tenemos que decir que se van a equivocar”, ha explicado el secretario de Política de Podemos, Íñigo Errejón.
“He llegado a pensar que lo más conveniente para España es
hacerlas coincidir con las catalanas”, ha
destacado Esperanza Aguirre en la
rueda de prensa posterior al Comité de Dirección del partido.
¡Vaya! Todos los caminos llevan a Roma.
Me apuesto un bocadillo de lomo con pimientos a que no se adelantan las
elecciones generales. Pero, manda güevos
que el muchacho intelectual de la extrema izquierda y doña Espe –aún trato de ser un caballero- coincidan en el tiempo y en el
asunto.
Lo de Errejón no tiene más chicha que una
mentira más a la que estos chicos nos tienen acostumbrados. Eso, y que piensa
que el resto somos tontos de artesanía; bueno, algunos hay, eso sí es verdad.
Los que pueden, los mandones del partido,
han iniciado la tercera razzia
interna. Ellos sí que tratan de coger a contrapié a las otras facciones para
descabalgarlos de un estacazo y que las listas a las elecciones nacionales sean
las indicadas, es decir, las del politburó. En un año de existencia, es
la tercera vez que se cepillan a los díscolos,
aunque tal vez, de esta oigamos algo más. Ya veremos.
Lo de doña Espe, sin embargo, es para mí un
arcano. No me gusta nada hacer leña del árbol caído, ni un pelo. Pero es que la
que ha sido la mejor presidenta de la Comunidad de Madrid con mucho se empeña
en no comer y no dejar comer. A la señora Aguirre se le ha pasado el arroz
político hace mucho y no quiere aceptarlo. Aún no ha dado explicaciones de su
salida rarísima de la presidencia de la Comunidad dejando a los madrileños, que
la habían elegido, con un palmo de narices. Aún no ha explicado por qué no
abandonó la presidencia del partido en Madrid, con toda la mangancia vergonzosa
que su gente llevó a cabo. Y eso fue responsabilidad solo suya porque ella era
quien debía haberlo evitado.
En noviembre de 2014
escribía una entrada en este blog explicando por qué creía que debía haberse
marchado. Estas son horas en las que aún danza por ahí. Sí, es cierto que
después de su derrota electoral ha anunciado que se va, por fin. Pero, mientras
eso sucede, podía estarse calladita o medir un poco más lo que dice. A menos
que tenga otras intenciones más aviesas.
Quiero pensar que no
es así y que, simplemente, el arroz está pasado. Pero la ocurrencia se las
trae: desvestir a un santo para vestir a un venerable no tiene sentido. Rajoy
no adelantará las elecciones. Necesita estirar el plazo cuanto pueda por dos
razones inmediatas.
Por un lado, la
economía, que ha sido su error de comunicación, se puede convertir en su éxito
en las urnas; o, por lo menos, en su colchón amortiguador. El verano, con las
vacaciones de por medio, donde la gente descansa, se quita parte del estrés y
ve que puede gastar en el chiringuito un poco más, le va a venir al pelo. Los
datos de paro, de ir venciendo al maldito paro, los va a poder vender algo
mejor porque, entre otras cosas, para septiembre podrá quitarle el 4 a los
millones y ponerle el 3, que no es ninguna tontería. Los datos de reservas
hoteleras, de ventas en las rebajas y de ventas de coches, si no vuelven a ser
unos cenizos en la dichosa comunicación, también les pueden hacer parte de la
campaña. Así que estirará la cuerda cuanto le sea posible.
La otra razón es que
los cambios que ha realizado en el partido puedan ponerse manos a la obra. Nada
de fondo porque no hay tiempo, pero sí un lavado de cara que, bien llevado,
también sirve.
Hay más razones aunque
estas no dependan directamente de Rajoy.
Por ejemplo, el caso de Grecia. Por ejemplo, la barbaridades que los neocastos gobernantes puedan ir
haciendo, aunque andan con pies de plomo. O las sorpresas que seguirá dando el
intrincado mundo interior del PSOE, en Madrid, o en Andalucía.
Tratar de hacer
coincidir las elecciones generales con las autonómicas catalanas es entrar a
jugar al ratón y al gato con Mas,
cosa innecesaria a todas luces y que elevaría artificialmente su pretendido
valor plebiscitario. Pero sí convendría que, como quien no quiere la cosa, se
fuesen dejando caer las miguitas de pan de Pulgarcito al españolito votante
sobre las consecuencias, sobre la responsabilidad real que tiene su voto, como
en Grecia. ¿Que es apelar al voto
del miedo? Pues claro: es que hay cosas y gentes que dan miedo.
Argako urretxindorra
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