domingo, 9 de noviembre de 2014

Arte: La única iglesia que ilumina es la que arde. ¿Arte?

Tengo que advertir de que la lectura de esta entrada puede resultar ofensiva. Viewer discretion is adviced. Allá cada cual. +18.

No tengo más remedio que reconocer que, en asuntos de arte, soy un burro. Cuantos más años pasan, más pollino. Lo peor es que siento la necesidad de aprender acuciante. Y es que me gusta el arte, en cualquiera de sus ingentes ramas. O eso creía porque, probablemente, lo que a mí me encandila no sea arte o, como mucho, arte menor, de tres o cuatro sílabas nada más.

Mi embrutecimiento lo demuestra buena parte del arte actual, el creado por mis contemporáneos. Es simple: no entiendo ni jota de muchas de sus obras. Y, naturalmente, o no me gustan o me dejan frío como un vulgar trocito de hielo. De lo que no me cabe duda, a mi pesar, es de que la culpa la tengo yo. O mis padres, mejor, por no haberme dotado del cromosoma artístico. Siempre viene bien poder echar la responsabilidad en saco ajeno.

Cuando voy a algún museo, por ejemplo, nadie quiere acompañarme. La razón, según me confiesa alguno, es que soy un coñazo. Porque me pongo ante la obra y me quedo rato y rato; mi productividad es, por ello, muy escasa. Mientras los demás ven toda la exposición yo me quedo en las cuatro primeras obras como mucho. No sé por qué lo hago puesto que mi capacidad, ya lo he dicho, es casi nula. He llegado a pensar que sufro de algún tipo de narcolepsia relacionada con el arte.

La última vez me ha sucedido con las fotos de una obra de la muestra Un saber realmente útil, que se exhibe en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ya adelanto que no asistiré, tras haber visto las fotografías, porque la seguridad tendría que echarme a la hora de cierre del museo. Pero tengo que decir que mi perspectiva sobre mi ignorancia supina ha cambiado drásticamente hasta el punto de que... ¡puede que haya un artista en mí!

El suceso es que tras ver algún adelanto de la muestra, me quedé embobado observando una obra, obrita por el tamaño, de un tal Colectiva Mujeres Públicas. Sí, "colectiva". Son unas artistas argentinas, entiendo yo -lo de artistas-. El nombre, Mujeres públicas, induce a pensar que son del sexo femenino; pero lo aclara todo lo de "Colectiva" .


Una de las cinco "obras" de Colectiva Mujeres Públicas
Os habréis quedado como yo: embobados. No sabría por dónde empezar a analizar semejante prodigio del alma humana. ¡Ni siquiera una sola falta de ortografía! Lo cierto, convendréis conmigo, es que su belleza es indescriptible, abrumadora.Y, ¿el mensaje? Un canto a la paz en la Tierra, al respeto a los demás, a sus creencias,  a la cooperación y a la purificación por el fuego en aras a una sociedad más justa.

[Lo advierto por última vez: si lees a partir de aquí puede que lo encuentres ofensivo +18]

Pero, como he dicho, hay algo aún mejor para mí: el descubrimiento de que yo también puedo; sí, sí, ¡podemos! todos. Os anuncio en primicia lo que va a ser mi primera obra de arte. La voy a titular La gran mierda, así, sencillo, para que cada uno interprete.

Me he decidido por el hiperrealismo como modo de expresión. Creo que cuantos más sentidos son apelados, más profunda es la conmoción del público. Mi obra tiene, además, características muy especiales que van a enamorar a todos (¡ah! y a todas, que se me olvidaba). Por ejemplo: va a constar de cinco piezas, una por cada continente. Cada una tendrá colores, formas y olores ligeramente distintos como manifestación de la diversidad del ser humano. Abundando en esto último, dos serán de hombre y mujer heteros, dos de gay y lesbiana, y la última, pero no por ello menos importante, de transexual. Ya se ve la intencionalidad del mensaje que quiero transmitir.

Otra de las características extraordinarias de mi obra será que, en contra de la práctica de los museos, está se podrá tocar por el público. Es más, será incitado a hacerlo. Un cartel bien impreso dará un mensaje subliminal: ¡Tócame, si tienes lo que hay que tener! Ya digo la importancia que, como nuevo artista, doy a la manifestación e implicación de todos los sentidos; una cosa "holista", como decimos ahora los profundos.

Habrá un cartel más, he pensado que fijado en la cúspide de la pieza más alta: ¡CONTRIBUYA! No me negaréis que no es una verdadera genialidad. Tengo dos razones: una, la popularización del arte. Este no debe ser para minorías clasistas y elitistas; la apertura del artista debe quedar reflejada en la posibilidad de contribución del todos a la obra (y todas, que se me volvía a olvidar), en la participación popular de la creación artística, en su definitiva extensión a todos y a todas (ahora no).

La otra razón para contribuir es que la obra está hecha de manera natural, de material perecedero que hay que reponer cada cierto tiempo para su pervivencia. Otra genialidad por mi parte: una contribución desde lo más profundo del ser humano, sin distinción de razas, sexo ni creencias. Yo siempre pondré la mía como signo de compromiso; pero quiero que los demás contribuyan, previo proceso selectivo, para no romper la armonía de la obra.

Ahora que lo he pensado bien, llevará título y subtítulo: La gran mierda. Esta te la comes tú, Manuel Borja-Villel.

Don Manuel Borja-Villel, el señor director


P. D.: don Manuel Borja-Villel es el señor director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Desde aquí mi más sincera felicitación para él por no plegarse a la censura y por defender obras tan maravillosas como esta, así como la libertad de expresión de este/a maravilloso/a Colectiva Mujeres Públicas. Ovación.


Argako urretxindorra

1 comentario:

  1. Sencillamente sublime... Hacía tiempo que no me reía tanto.

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