miércoles, 9 de mayo de 2012

Catalonia is not Spain, but it could be.

Hoy ha habido sesión de control al Gobierno de la Generalidad en el Parlamento catalán. Una jaula de grillos, oiga. Tan pronto se liaban con el señor Mas, que se liaban con el Gobierno nacional, que el señor Mas también se liaba contra el Gobierno nacional, que la señora Sánchez Camacho defendía al Gobierno nacional, que al tiempo apoyaba al señor Mas, que Joaquim Nadal, del PSC, la entramaba contra el Gobierno de la Generalidad… Lo dicho, una jaula de grillos. Pero es normal.

    Lo del nacionalismo, sea catalán, vasco o de Tomelloso, lo complica todo por su propia naturaleza. Porque todas las posibilidades que la política ofrece de por sí hay que multiplicarlas por dos. O sea, algo así: yo, que soy nacionalista, te sacudo a ti, que no lo eres. Pero como además soy de izquierdas, le sacudo también al nacionalista de derechas. Por su parte, el nacionalista de derechas también le sacude al que no es nacionalista, pero también al nacionalista de izquierdas. Pero, a veces, se alía con estos últimos para atizarles a los no nacionalistas. Y otras, en cambio, se une a los no nacionalistas de derechas para zumbar a los no nacionalistas de izquierdas y también a los nacionalistas de izquierdas, por ser de izquierdas, en general.

    Bien. Así las cosas, yo me pregunto: ¿existe la más mínima posibilidad de dedicarse, además, a gobernar? Pues no muchas, me temo.

    Un tipo listo, como el señor Mas, trata de hacer algunas cosillas. Pero, claro, todo es un lío. Al pobre hombre le ha tocado ser “presi” en el peor momento, especialmente si eres nacionalista catalán. Porque sucede los siguiente. El hombre gana las elecciones regionales –o autonómicas, como se quiera- desalojando con ello al famoso e infausto –para los catalanes- “tripartito”. Estos señores, como bien han demostrado, dejaron Cataluña, en lo que pudieron, como un verdadero erial. Lo que le ha obligado al señor Mas a ponerse a gobernar, cosa que obviamente, para un nacionalista catalán tiene poca gracia. Lo bueno habría sido lo que le pasó a Pujol, que puedes darte todo el aire que quieras como “molt honorable” y liarte y desliarte con el Gobierno de la Nación, en un continuo tira y afloja victimista, pedigüeño, llorón o sacapecho, según convenga.

    Pero al señor Mas le hicieron polvo sus antecesores. Y, lo peor, sin poder echárselo en cara. Es por aquello de cuando entraron los del “tripartito” a gobernar y el bueno de Maragall se deslizó con lo del tres por ciento y tirar de la manta. Obviamente, enseguida se arrepintió y dejó la manta como estaba. Así, cuando Mas entró al Palau de la Generalitat, tampoco pudo tocar el ajuar, al menos, de puertas para afuera. O es que, quizá, ya no habían dejado ni una manta de la que tirar.

    Hay un cierto grado de desesperación en el señor Mas. Y no es de extrañar. Imagínense: ¡una Cataluña pobre! Pero, ¡cuándo se ha visto tal cosa! Y la desesperación, que me lo tiene requetecomidito por dentro, viene por dos frentes: tener que recuperar la economía, que no sé, no sé; y tener que hacerlo sin que eso afecte a su ego nacionalista. ¡Imposible, my friend!

    Si miramos con un poquitín de tiento, enseguida se ve que uno de los soportes inconfesados de los nacionalismos españoles es el orgullo desabrido o, también denominable como complejo de superioridad. Ellos, magos en el uso perverso del idioma español, lo llaman “diferencia”: “respeto a la diferencia”, “Nosotros somos diferentes”. Pero cambien sustantivos y adjetivos por la familia léxica de “superioridad” y verán cómo les resulta más sincero: “respeto a la «superioridad»”, “Nosotros somos «superiores»”,  o el manoseado “Catalonia is not Spain”, o sea, “Catalonia is not Spain because Catalonia is superior”.

    Pues ahí le duele al amigo Mas. Lo peor, lo intragable, lo intolerable. No solo es que tenga que gobernar en una situación ruinosa, algo para lo que un nacionalista, en términos generales, no está excesivamente entrenado –su vida política ha ido por otros derroteros más sencillos-. Lo peor es admitir la situación. Evidentemente, hay maneras de afrontarla sin tener que pasar por el trago de admitirlo. Veamos: “España nos desangra y se queda con nuestro dinero”. Pues es una buena fórmula. Nosotros, los catalanes, seguimos siendo tan estupendos como siempre; pero España, ese otro país que nos tiene amarrados, nos quita lo que producimos para repartirlo entre ellos, a vagos y maleantes básicamente. Es una fórmula sencilla y eficaz. Y, como esta, hay varias, todas del mismo tenor.

    Así que no hay que asustarse mucho por las bravatas de unos y otros: “Que se acabe de una vez esto de chupar de la ubre catalana” dice Puigcercós. "Cataluña tendrá hacienda propia por la vía del pacto o por propia decisión”, añade Artur Mas. O no, digo yo, que va a ser que no.

    Si un día, otro Felipe II trasladara la corte, esta vez a Barcelona, se habría acabado el nacionalismo catalán: “Catalonia is Spain again, for sure”.

Arga-ko urretxindorra

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