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El cándido y barbudo Méndez, don Cándido, ha sufrido un incidente el otro día. La cosa ha sido así, según me cuentas mis fuentes, siempre bien informadas y al pie de la noticia.
El hombre había acudido a su
puesto de trabajo, como buen profesional que es. Ese día tocaba manifestación
multitudinaria en Madrid contra el Gobierno. Y ahí estaba don Cándido, alargando
su jornada laboral, pero sin quejarse por ello lo más mínimo. Es un hombre
comprometido con su profesión a la que se entrega en cuerpo y alma –en «alma» él no lo sabe, pero también,
también-.
Don Méndez, y sus compañeros de
trabajo de la empresa UGT, estuvieron al frente de la «mani» sosteniendo el
cartel, que pesa un huevo, y sonriendo ante los pesados de los medios de
comunicación durante todo el recorrido. Don Cándido no es de gritar consignas
mientras sujeta el cartel y recorre. Él es más de gritar ante el micro, con el
ambón para sujetarse, cual curica de pueblo preconciliar. Así, una de las
tareas de su puesto de trabajo consiste en dar sermones pero, siempre, muy
desaforados, muy vehementes. Creo que tiene un complemente de productividad si
pasa de los 76 decibelios, según me dicen mis fuentes.
Total, que don Cándido finalizó
su jornada laboral y, como muchos otros profesionales, se dirigió con sus
compañeros de empresa a tomarse unas cañas con la satisfacción que da el deber
cumplido. Eran cinco. Según los estatutos de la compañía para la que trabajan,
la UGT, los miembros y dirigentes de la plantilla deben hacer publicidad de la
empresa siempre que estén en público. A la empresa no le supone una gran
inversión y tiene su cuota de pantalla asegurada en las teles y los periódicos sin
pagarles un duro. De hecho, la empresa es conocidísima y la marca UGT está por
todos sitios gracias a este sencillo sistema de márquetin.
Así, pues, los compañeros y don
Cándido, con las pegatas de la empresa encima a lo Polo o Blueberries, se
dirigieron a lo de las birras. Pillaron una mesa con unas sillas en la terraza
de un bar y se sentaron. Hay que tener en cuenta que don Cándido es
frondosamente barbudo, por lo que esto de las manifas en Madrid, con la
calorina que está cayendo en julio, tiene un plus de sufrimiento que habría de
ser reconocido… tanto sudor y tanto picor acumulado.
Bueno; pues estaban los
ejecutivos de UGT en la terracita con unas cervecillas heladas tras la calurosa
jornada laboral, cuando aparecen unos ciudadanos con ganas de contrastar
opiniones, al parecer. Según mis fuentes, no fueron muy correctos dado que
interrumpieron la conversación amigable y distendida de los ejecutivos, y se
pusieron a charlar con ellos sin más.
Yo me imagino la situación y debe
ser molesta. Estás tranquilamente con tus colegas «executive», tomando una cervecita bien fresquita después de una
intensa y sudorosa jornada laboral, hablando de tus cosas, y llegan unos tipos
y unas tipas, a los que no conoces de nada, te cortan la conversación y te
obligan a hablar con ellos: hombre, no, señores, no, un poquito de por favor.
Mis fuentes bien informadas al
pie de la noticia no me han informado de los temas de conversación –me temo que
se debían estar tomando también ellos unas birritas-. Pero sí que cogieron
alguna frase suelta de la conversación –qué falta de profesionalidad; les voy a
llamar seriamente al orden a estos informadores míos de pacotilla-. Claro, las
frases sueltas, descontextualizadas, no te ayudan a comprender el meollo de lo
que allí trataban. Por lo visto, tenía que ver con cuestiones societarias y de
inversiones; no sé, quizá eran accionistas de la empresa, de UGT. Porque una de
las frases cogidas a vuela pluma era «Ahí
está el que nos representa, tomando unas cervezas a nuestra costa». Es que
no me queda claro si podían ser empleados de la empresa, por la primera parte
de la frase, o accionistas de empresa, por la segunda
El caso que, al parecer, (¡qué
rabia me da no poder ser más exacto, por culpa de mis informadores irresponsablemente
cerveceros!) estos señores dados a la conversación espontánea se debieron dar
cuenta de que no habían sido muy correctos porque gritaban todos a coro «¡Vergüenza! ¡Vergüenza!», como
disculpándose por haber interrumpido a don Cándido y a sus colegas. O esa es la
interpretación que le doy yo. Aunque creo que, para excusarse, no hace falta
ser repetitivo ni elevar la voz, ¿no?
Entre trago y trago de cerveza de
mis informadores, se dieron cuenta, supongo que bajo los efluvios ya del
alcohol, de que a la conversación se iba uniendo más gente, no sé si mirones o
participantes. Pero debían ser de estos últimos porque hablaban de sueldos; así
que algo sabían del tema: «No os pagamos
para esto», decían algunos. Por eso me inclino a pensar que debían ser accionistas de la empresa UGT.
Pero no me hagan mucho caso porque esto son conclusiones mías con el paupérrimo
material que me han traído mis informadores (¡qué cabreo tengo con ellos!).
El bueno de don Cándido y sus
ejecutivos, al final, se levantaron y les decían a los accionistas –o lo que
fueran-, que ellos estaban trabajando igual que el resto en la lucha contra las
medidas del Gobierno (lo que a mí me abre una tremenda duda sobre el objeto
social de la empresa UGT). Pero los otros señores y señoras no debían estar de
acuerdo porque empezaron a acercarse demasiado, a esa distancia no marcada pero
que pone nervioso al interlocutor, y siguieron gritando lo de vergüenza (ahora
pienso que, a lo mejor, no se estaban disculpando por haberles interrumpido) y
les empezaron a silbar y a abuchear. Me produce gran desconcierto estos trozos
de información de mis informadores: no tienen ni pies ni cabeza. Se van a
quedar sin dietas como que me llamo Beramendi.
Al final, don Cándido Méndez y el
resto de ejecutivos de UGT España se
fueron sin despedirse. Y yo no puedo acusarles. Es verdad que hay que ser
siempre correcto y hacer uso de las buenas formas. Pero entiendo que si estás
tan a gusto en una terracita de la Plaza de Isabel II, después de haber
cumplido con tus cometidos a pesar del calor y de las incomodidades, que vengan
unos accionistas de tu empresa o unos trabajadores de tu empresa –que sigo sin
saber a qué atenerme- y no respeten tu derecho al descanso tan merecido,
importuna, importuna un poco. Para mí que debían haberse despedido
cordialmente, pero comprendo y absuelvo a don Cándido y los otros «executive managers» de UGT España.
A los que no absuelvo es a mis
informadores al pie de la noticia. Esos se van a caer con todo el equipo.
Arga-ko urretxindorra
Beramendi, a mi hace tiempo que no me representan, y no lo digo porque esté en el paro, que no lo estoy por el momento... ¿Y a quién puede representar un sindicato que solo esta junto a los trabajadores cuando el viento sopla de un lado o de otro? Es de chiste. La pena es que hay gente que se cree sus patrañas, su discurso trasnochado y casposo.... Claro se lleva mucho tiempo invirtiendo en España en analfabetismo,,, pero es harina de otro costal...
ResponderEliminarÁnimo Beramendi, te disfruto!
A mí lo que me pasa es que veo a Méndez en los medios y me tengo que ir al baño. No lo puedo evitar. Oportunistas, vividores y aprovechateguis de la vida. Diles a tus informadores que un poco más de profesionalidad, ¿eh?. Me ha gustado mucho el incidente y me has hecho pasar un buen rato
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