jueves, 2 de agosto de 2012

Rosa Regás, la monstruosa Rosa Regás

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ADVERTENCIA: esta entrada es DESGRADABLE. Lo digo en serio.

 

  Dejo el enlace al inmisericorde, cobarde y brutal artículo de Rosa Regás.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2012/07/30/siniestra-ley-del-aborto.html 



“Ay Rosa, Rosa… ¡cómo me has jodido las vacaciones! Tengo la enorme desgracia de que la hermana pequeña de mi mujer es un monstruo, uno de esos a los que te has referido en tu puñetero blog que, la inquisidora, retrógrada, ricachona, especuladora y fascista asesina de mi suegra no asesinó a tiempo.

                Y me has jodido las vacaciones porque el monstruo ha leído tu blog y se ha cabreado. Se ha puesto, literalmente, hecha una fiera. Claro, tú no tienes que soportarla: tú no tienes que aguantar sus rugidos, ni sus mordiscos, ni sus arañazos. Y es que, a pesar de esa maravillosa vena solidaria que siempre te ha guiado en tu vida, a pesar de esa conciencia social tan acendrada en ti, no has tenido en cuenta a los monstruos. Entiendo, naturalmente, que los monstruos como la hermana pequeña de mi mujer, no deberían existir y, por tanto, comprendo que te haya pasado desapercibida. Pero, entiéndeme tú también a mí: me has jodido el verano.

                Y estoy cabreado contigo, Regás, y mucho. Como habrás apreciado, este monstruo que me ha tocado en desgracia, sabe leer; inconcebible en un bicho así, pero sabe leer. Y peor aún: entiende lo que lee y reflexiona, Rosita. Y, ahora, con tu manía de decir la verdad a todas horas y de llamar a las cosas por su nombre, me has dejado un papelón que para qué te cuento, guapa.

                Yo trato de ser razonable, como tú, y le doy todo tipo de argumentos para acepte su realidad, su monstruosidad, y no vaya tocando más las narices. Pero, como también tiene sentimientos, es tozuda como si fuese una persona y no admite que le llamen monstruo, aunque venga de personalidades tan importantes, clarividentes y liberales en su pensamiento como tú.

Y es que la monstruo tiene ya 32 años. Además del sacrilegio que supuso parirla, por parte de su «religiosamente oscurantista» madre, hemos cometido muchos más errores. Le enseñaron a leer, por ejemplo. La llevaron al colegio como si fuese una persona. Y el monstruo se empeñó en convertirse en maestra, a pesar de su incapacidad, y de licenciarse en psicopedagogía, que ya ves tú, encima especialista en estas historias. Con lo cual, Regás, maja, me rebate con argumentos y con conocimiento de causa. Y yo, ¿qué hago? Pues el ridículo más espantoso. Y entonces, me acuerdo de ti y de tus cinco hijos.

Como tú eres «pobre», «libre», «abierta», «progresista», «feminista», «roja» –que diría tu amigo Zapatero, el que te nombró Directora de la Biblioteca Nacional-, «atea», «respetuosa» y genéticamente perfecta (un dechado de virtudes), a ti no te salen monstruos o, por lo menos, que se sepa. Pero en estos temas, yo creo que soy más avanzado que tú, más… cómo diría… más íntegro y de libre pensamiento que tú. Te cuento, Rosita, te cuento.

Aunque tu blog, en esta entrada como en todas las demás, está lleno de verdades como puños, una tras otra, para mi gusto siempre te me quedas corta, te me paras siempre demasiado pronto. Porque, aprovechando que a Ruiz Gallardón le pones en su sitio con esa gracia y ese donaire tan tuyo, siendo Ministro de Justicia, como es, deberías haberle hecho una propuesta verdaderamente progresista y de ampliación de los derechos de la mujer. Teniendo la verdad absoluta de tu parte, como siempre, Rosa, ¿por qué no le has reivindicado la eutanasia libre y absoluta para estos monstruos? Es que, perdóname que te lo diga, a veces no te haces cargo. Deberías tener en cuenta que personas tan capaces como tú, no las hay. Y por hache o por be, la gente comete errores. Pero no se puede condenar a nadie a vivir una vida infernal por haberse equivocado una vez trayendo al mundo un monstruo. ¿No tiene la mujer derecho a equivocarse? ¿No tiene la mujer derecho a poder rectificar? ¿No tiene la mujer que pare derecho a decidir? Llevamos gritando esto toda la vida, Rosa.

En una sociedad libre y democrática de verdad, donde se respetasen los derechos humanos de verdad, donde las mujeres fueran libres de verdad, la eutanasia libre y total debería estar recogida en la mismísima constitución; debería ser un derecho fundamental gratuito, garantizado y apoyado por el estado, enseñado en las escuelas como parte innegociable de la Educación para la Ciudadanía. Debería estar tipificado como delito en el código penal la mera crítica a la eutanasia para los monstruos.

En todos los hospitales públicos, debería existir el equipo profesional y los medios técnicos para llevar a cabo estas eutanasias en las condiciones «higiénicas y médicas» necesarias, para que los pobres no tengamos que hacerlo «clandestinamente» mientras que los ricos, como siempre, pueden irse a "eutanasiar" tranquilamente «a Londres o a Francia o a donde quiera que puedan pagarse el viaje», como tú dices.

La madre del monstruo, y de mi mujer, se equivocó no abortándola. ¿Por qué razón tiene que vivir con esa pesadilla? Debería poder decidir, debería poder ejercer su derecho de rectificación libremente. Debería poder acceder gratuitamente a la interrupción voluntaria del monstruito. Ya me entiendes, Rosa, cuando digo «libre» y «voluntaria» me estoy refiriendo a la libertad y a la decisión de la madre, no del monstruo, lógicamente, que no tiene nada que decir en todo esto.

Y, ¿qué me dices de los monstruos sobrevenidos? De esos que nacen normales y después se pegan un piñazo con el coche, o les entra un virus raro, o se parten la crisma en la piscina. ¿Dónde está el derecho de sus seres queridos a poder vivir un futuro sin ataduras ni sufrimientos? ¿Qué culpa, qué responsabilidad tienen ellos de una desgracia así?  Un estado democrático y libre debería facilitar el transporte gratuito de los monstruos al hospital para su eutanasia, sin necesidad de que esos seres queridos tengan que hacerlo por ellos mismos pagando, como dices, por el servicio.

Te me quedas un poco corta en tus planteamientos, Rosa Regás, y no termino de ver porqué. ¿Tú sabes el coste que tienen los monstruos estos? ¿Tú sabes la cantidad de médicos, enfermeros, ateeses, psicopedagogos, maestros especialistas, psicólogos clínicos, ambulancieros, celadores, traumatólogos, nutricionistas, fisioterapeutas, reeducadores, neurólogos, cocineros, equipos multidisciplinares, camas especiales, áreas hospitalarias, poleas, gimnasios, respiradores artificiales, equipos de diálisis, bacinillas especiales, aparatos ortopédicos, pañales, correas, arneses, ordenadores, registros, bases de datos, escáneres, monitorizaciones y mil cosas más, se necesitan para «mantener» a los monstruos? Cuando con una sencillita operación quirúrgica ambulatoria o, en los otros casos, una puñetera inyección se soluciona el problema…

Seamos valientes, Rosa Regás, denunciemos las injusticias de los poderosos, abramos los ojos de la gente, seamos los adalides de la libertad verdadera, no tengamos miedo… Sé que los de siempre, los oscurantistas, los inquisidores, los utracatólicos ultraconservadores, los meapilas, se escandalizarán al leer esto. Pero no importa, Rosita de pitiminí, algún mártir de la libertad siempre tiene que haber. ¡No a los monstruos! ¡Seamos racionales! ¡Construyamos una sociedad libre y sin ataduras! ¡Luchemos contra la imposición de los poderosos! ¡Ni un monstruo más que nos haga sufrir!”. ¡Despierta, Beramendi! Por lo que más quieras, ¡despiértate ya!

Hoy he tenido una pesadilla. Soñaba que leía un asqueroso artículo de Rosa Regás en la línea cobarde, mentirosa y podrida de Rosa Regás. Soñaba que yo me hacía su cómplice. Y que, a partir de ahí, el tiempo iba vertiginosamente hacia atrás y que aparecía en 1979. Soñaba que la hermana pequeña de mi mujer era un amasijo de carne y huesos ensangrentados en un contenedor metálico. Que su madre sonreía postrada en la mesa del quirófano y Rosa Regás se aparecía como un espectro, macilento y grisáceo, riendo a carcajadas y aplaudiendo. Soñaba que mi mujer y mis hijos miraban la escena complacidos. Que, más atrás, una multitud de personas, unas conocidas y otras desconocidas, comentaban entre ellos, con aprobación, el asesinato salvaje de la niña inválida y monstruosa que quería vivir. Y que yo mismo tomaba en mis manos el contenedor metálico frío, con los restos sanguinolentos de la que iba a ser mi hermana pequeña, y se lo entregaba satisfecho a una enfermera para que se librase de él. Y veía, en mi pesadilla, cómo Rosa Regás iba despidiendo amablemente a todos los asistentes, unos conocidos y otros desconocidos, que eran todos aquellos a los que mi hermana pequeña iba a amar, iba a comprender, iba a ayudar, iba a consolar, les iba a hacer felices a lo largo de su vida; vida que se había «“interrumpido” libre y voluntariamente»; vida que se había machacado para no tener que cargar con ella; vida que se había asesinado para no tener que verla, para no tener que vivirla, para no tener que amarla, para no tener que darle las gracias por ser una persona maravillosa; para que cientos o miles de personas, unas conocidas y otras desconocidas, no puedan recibir sus consejos, su ánimo, su alegría, su trabajo profesional, su amor, sus virtudes increíbles, su comprensión, su ayuda, sus desvelos, sus lágrimas, sus tristezas

Y me he despertado sudando, desconsolado, llorando, asustado… Todavía de noche, me he ido a la cocina y me he preparado un café. No conseguía secar mis ojos y sentía frío cuando la camiseta se me pegaba a la espalda. En el silencio de la madrugada pensaba en Rosa Regás y en su horrible monstruosidad, en su carencia de humanidad, en su superioridad moral, en ese catecismo que trata de imponernos por la fuerza de su crueldad y de su irracionalidad fanática. Pensaba en los hijos y los nietos de Rosa Regás, tan perfectos, tan genéticamente limpios, y en el terror que me produce pensar en la posibilidad de que los «perfectos» puedan gobernarnos algún día.

Hoy por la mañana, a primera hora, la hermana pequeña de mi mujer, mi hermana pequeña, se ha ido de vacaciones unos días con algunos de mis hijos. Como siempre, con el sentido del humor más contagioso que nunca he conocido en nadie más, me ha sacado de mis angustias negras de la noche, se ha reído de su «mosntruosidad», de mí y de Rosa Regás.


Descanse en paz… Rosa Regás.

Argako urretxindorra

2 comentarios:

  1. Impresionante el articulo.
    Un abrazo

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  2. NO he leído nada mejor en meses. Eres valiente y escribes muy bien. Gracias por este regalazo.

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