No soy un crítico despiadado con la famosa y desconocida LOGSE. Ni siquiera lo soy con el tan apaleado sistema educativo español. Sin embargo, la educación, en España, es un fracaso sin paliativos.
Hay tres o cuatro características de los españoles, bastante extendidas, que también influyen, tanto en el análisis de la cuestión como en el propio hecho educativo, y que, a mi juicio, no hacen ningún bien.
- A muchos españoles les surge, de manera atávica, diría yo, un fuerte sentimiento de autocrítica en lo referente a “lo nuestro”, que se queda en eso, que no va más allá, pero que poco ayuda a revisar, a reconstruir o a mejorar.
- “Acepto mi responsabilidad” es una frase que se oye con cierta frecuencia, cada vez más, pero que no tiene apenas significado para muchos españoles. Es una frase hecha, para salir del paso en momentos determinados, pero muy poco real. Está muy extendido entre nosotros, precisamente, no asumir la responsabilidad, buscar la excusa o buscar culpables. Y, nuevamente, ahí queda la cosa: una vez dicha la frase, encontrada la excusa o el culpable, solemos dejar el asunto. Tampoco esta característica ayuda mucho a la evaluación, a la revisión ni a la mejora.
- En general, nos cuesta bastante tomarnos la molestia de reflexionar. Nos resulta bastante cómodo que otros lo hagan y subirnos al carro, por poco que de oídas nos convenza. Y luego, sin solución de continuidad, defendemos con auténtica vehemencia y acaloramiento esa reflexión alquilada como si fuera nuestra. De este modo, los clichés, los arquetipos, la totalización, los tópicos o los eslóganes se convierten en los sustitutos perfectos de la falta de criterio y del verdadero espíritu crítico.
- En muchos españoles, la individualización es algo constitutivo. En sí mismo, creo que no es nada malo. Pero unido a las características anteriores, y a otras, se convierte en un arma de complicado manejo. Por ejemplo, el “ande yo caliente, ríase la gente” es paradigmático. Es fácil, a través de ese individualismo, caer en el “yo, a lo mío”, en la falta de cooperación, en poner los intereses personales por encima de los generales –lo que incluye como personales los del partido, los del sindicato o los de los míos-, en la consecución a corto plazo, etc.
Sin pretender agotar en estas cuatro ideas el tema, sí que me sirven como botón de muestra para afirmar que lo que no funciona no es la LOGSE o la LOE o el sistema educativo español. Lo que no funciona es la EDUCACIÓN, y esto no es solo un problema legal o técnico. Con lo que sí soy profundamente crítico es con la sociedad española, permítaseme ser más directo, con los españoles; porque cuando la educación en un país no funciona la responsabilidad es de todos y cada uno. Mientras no asumamos de verdad eso, ni siquiera podremos repartir las culpas que a cada uno le corresponden. Me gustaría, con tiempo y unas cuantas cañas, ir destripando todos los tópicos, mentiras, errores y engañuflas que, como un poderoso y dañino árbol, no nos dejan ver el bosque. Y nos mantienen bastante cómodos.
Arga-ko urretxindorra
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