El "Boli" |
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Estatus irónico: NADA - UN POCO - BASTANTE - MOGOLLÓN
Iosu Uribetxebarria Bolinaga, el "Boli" |
Al
bueno del «Boli» lo detuvieron en junio de 1997. A él y a unos amigos de la
cuadrilla. Y aquí se ve la crueldad del estado español para con los valientes
«gudaris» vascos. El 17 de enero de 1996, el «Boli» y los «jatorras» habían acogido
a un carcelero español, un tal Ortega Lara. Le mantuvieron a sus expensas, en un casoplón de lujo, a
cuerpo de rey. Y eso que era un consumado carcelero y español. Tenía sus
propias dependencias para su uso y disfrute exclusivo y tres miembros del
personal de servicio para atenderle día y noche. No había capricho del
carcelero español que no le fuese conseguido inmediatamente. Y todos los
gastos, toditos, a cuenta del «Boli» y su cuadrilla de amigos.
Bueno,
pues van los «txakurras» (perros) pikoletos y lo detienen. Por supuesto, lo
torturaron y maltrataron hasta que le obligaron a confesarlo todo. Por eso
encontraron al carcelero español. La «txakurrada» y el «Boli» se dirigieron a
la mansión en que se encontraba disfrutando de una vida de holganza y diversión
el carcelero español, y el «Boli» llamó por el teléfono interno a su invitado
para preguntarle si sería tan amable de salir de sus dependencias, que unos
amigos habían venido a visitarle. El carcelero español se negó a salir, porque
el muy listo, se coscó de que no eran
unos amigos sino los «txakurras», que venían a sacarle de su idílica vida
actual para devolverlo a su familia y a la vida gris y aburrida de un pobre,
pero chungo, carcelero español.
El "Boli" con los amigos en un juicio |
Pero
los «txakurras», como siempre, fueron muy impertinentes; y se empeñaron en
hacer salir del yacusi, en el que en ese momento se relajaba, al carcelero
español. El pobre «Boli» nada pudo hacer para impedirlo. Solo guardó un
respetuoso, fiel y educado silencio, para que sus palabras no pudieran
traicionar el deseo de su invitado de no salir de sus lujosas dependencias.
Un
«txakurra» especialmente prepotente y tozudo, descubrió el resorte que movía
las paredes del suntuoso hall que daban paso a las estancias privadas del
invitado del «Boli» y sus amigos. El carcelero español no quería salir. Había
ganado peso, su piel estaba tersa y suave como nunca antes. La barba, bien
arreglada, no ocultaba una expresión de felicidad en sus ojos azules, felicidad
que tocaba a su fin por el maldito empeño de los «txakurras».
Ortega Lara, tras las "vacaciones" |
El
«Boli» siempre ha sido un tío de los pies a la cabeza. Por ejemplo, es todo
corazón. Él no puede vivir viendo el sufrimiento del prójimo. Su alma, limpia y
piadosa, no le permite tener conocimiento de una persona humana que lo está
pasando mal y no hacer todo lo que sea necesario para sacarle adelante. Su
madre siempre lo ha dicho: «Es que mi Iosu
es así. Le pierde lo bueno que es. Todo en mi Iosu es pura sensibilidad para
los demás».
Antonio López Martínez-Colmenero, asesinado por el "Boli" |
Y
así es; la «amatxo» no exagera ni un
ápice. Esa dedicación a los demás, ese amor al prójimo, ese espíritu de
servicio le ha llevado a entregar su vida a la causa de la humanidad. El «Boli»
estaba —y sigue estando, hoy en día, que no lo ha dejado— especialmente sensibilizado con la ayuda a
los «txakurras». Conocía de la penas y tristezas de los miembros de este
colectivo, de su sombría vida, de todas aquellas barbaridades que se ven
obligados a hacer contra el santo pueblo vasco por orden del opresor estado
español. Y no podía resistirlo. Así que, con su cuadrilla de amigos «jatorras»,
bien imbuídos también del maravilloso corazón del «Boli», buscaban pobres
«txakurras» a los que rescatar de su mala vida.
Uno
de los colectivos que más ayuda necesitaba a su juicio era el de los
G.A.R., los Grupos Antiterroristas Rurales de la Guardia Civil, porque se habían
creado específicamente para reprimir y eliminar a gente como el «Boli» y su
cuadrilla. Y además, es que eran eficaces, los muy canallas. Eran capaces de
tirarse quince días en el monte, con lluvia, frío o nieve, vigilando de dos en
dos, durmiendo a la intemperie y pasando horas y horas tirados sobre la yerba
mojada sin dirigirse la palabra. Unos verdaderos «txakurras».
Un
día, el «Boli» y sus amigos de la cuadrilla vieron la oportunidad. Otros amigos
de otra cuadrilla de la misma ONG a la que estaba apuntado el «Boli», que se
conoce por sus siglas ETA, les habían comentado que una patrulla de
estos GAR solía pasar por una carretera secundaria, la que va de Oñate a
Legazpia. El «Boli» y su cuadrilla de amigos, que les llamaban comando «Goiherri»,
se pusieron manos a la obra humanitaria. Esta cuadrilla, los del «Goiherri»,
eran especialmente sensibles. Se entregaban a la causa de liberar a los
desdichados «txakurras» de su innecesaria vida con verdadera pasión solidaria.
Pedro Galnares, asesinado por el "Boli" |
Como
los jefes de los «pikolos» se empeñaban en poner trabas a la labor del «Boli» y
sus amigos de la ONG, tuvieron que empeñarse a fondo. La patrulla era numerosa
en efectivos, lo que llenó de alegría a sus benefactores. Podrían hacer el bien
de una tacada a muchos. El mejor sistema, dadas las circunstancias, era
preparar un buen artefacto que se pudiera hacer estallar a distancia. En su
humildad característica, los miembros del «Goiherri» no se hacen presentes en
el lugar de la acción humanitaria, porque ellos no quieren vanaglorias ni el
reconocimiento público a su labor. Ellos prefieren el anonimato humilde, lo que
prueba su valentía y su hombría de bien.
El
«Boli», José María Uribetxebarría Bolinaga, junto con Xabier Ugarte Villar, José
Luis Erostegui Bidaguren, José Miguel Gaztelu Ochandorena y Sabino Usandizaga
Galarraga, se curraron el asunto. Los jefes «txakurras» se empeñaban, como he
dicho, en impedir que estos benefactores llevaran a cabo sus caridades. Por
ejemplo, intentaban que los explosivos no funcionaran a distancia.
Los
chicos de la ONG se pusieron a la tarea de encontrar cuál sería la mejor manera de colocar el
artefacto. Buscaron un buen lugar, lo más protegido posible de las
contramedidas «txakurras», un lugar que estuviese también oculto a miradas
indiscretas y que, al propio tiempo, produjera un mayor impacto. Difícil de
conciliar todas estas necesidades. Por eso digo que se lo curraron. Y lo
consiguieron. Encontraron un sitio magnífico. En la misma cuneta de la
carretera, había un pretil medio escondido entre matorrales en el que se podía
adosar un «hornillo». Además, cumplía
otro requisito: se le podía hacer detonar desde casi 500 metros de distancia sin
cable. Y aquel sitio se podía vigilar muy bien desde un
escondrijo para apretar el botón en el momento preciso.
Se pusieron al
trabajo de confección del «hornillo». Fabricaron una caja grande de acero laminado, pusieron 20 kilos de Goma 2 y
10 kilos de metralla, para asegurarse el éxito. Colocaron el aparato receptor
de radio y el iniciador. Después, se desplazaron al lugar elegido, adosaron el «hornillo» al pretil y se dieron el
piro.
Erostegui |
José Luis
Erostegui fue el afortunado encargado de darle al botón. Allá estaban,
escondidos, con los ojos fijos en la parte de la carretera que, desde el
escondrijo, les permitía ver la llegada del convoy, a cierta distancia todavía
del lugar de la explosión. El «Boli» y los demás estaban nerviosos. Con un poco
de suerte, su acción humanitaria sería de gran calado porque el convoy estaba
compuesto de cuatro vehículos y de 14 «txakurras», nada menos. Hombre, en estas
cosas, siempre interviene el factor suerte. El «Boli» y sus amigos del
«Goiherri» sabían que el mayor o menor éxito dependía de varias cosas. Que las
ondas de radio no recibieran interferencias; que los coches no guardaran
demasiada distancia entre sí; que no estuvieran muy blindados. Aunque esto
último, como ya conocían que los GAR utilizaban, al menos, semi-blindajes,
estaba bastante asegurado porque no se habían quedado cortos ni con el
explosivo ni con la metralla: 30 kilos en total.
Erostegui fue
el primero en darse cuenta. Con el mando en la mano, sonrió y puso el dedo
pulgar sobre el botón. En un minuto, habría llegado el momento. Pero le
traicionó un poco la emoción. Se adelantó. En cuanto el primer vehículo de la
«txakurrada» llegó a la altura del «hornillo» se le fue el dedo. La explosión
fue impresionante. Lanzó el todo-terreno semiblindado a 10 metros de distancia.
Si hubiera esperado unos segundos, se habría llevado por delante por lo menos a
los dos de enmedio. El «Boli», por ejemplo, siempre se ha arrepentido mucho de
esta acción porque, pudiéndose haber llevado por delante a seis u ocho
«txakurras» tranquilamente, solo mataron a dos. Prueba de ello es que dejaron
en estado crítico a dos más y heridos de diversa gravedad a otros diez. O sea, que
los 14 «txakurras» resultaron tocados. Si Erostegui hubiese esperado unos
segundos…
Ya digo, el
bueno del «Boli» está arrepentidísimo de su falta de eficacia. Con lo bien que
les podía haber salido, la cosa se quedó en dos muertos nada más. No creo que
él, ahora, se acuerde de los detalles, pero yo sí. Uno de los redimidos para
siempre era un cabo primero: Antonio Ángel López Martínez-Colmenero. Estaba
casado y tenía una niña de 9 años. Pero estas son cosas que al «Boli» no le
importan. El bien está por encima de todas estas tonterías. El otro muerto por
su entusiasta entrega a las causas más humanas fue Pedro Galnares Barrera, que
tenía 26 años y estaba esperando un niño. Detalles, a fin de cuentas.
Al
«Boli», esto de hacer el bien y no mirar a quién, le venía de siempre. Que ya
lo dice su «amatxo»: «Mi Iosu siempre ha
tenido un corazón de oro». Y es que es así. En 1983, el muchacho ya estaba
integrado en la ONG, en ETA. Por entonces pertenecía a otro grupito, el «Txantxangorri». Como se ve por el
nombre, la naturaleza bucólica, lírica; la sensibilidad más honda han sido
siempre las guías en las vidas de estos chicos. «Txantxangorri»… “petirrojo”. ¡Qué hermoso!
Gaztelu Ochandorena |
En el petirrojo estaban algunos de sus amigos,
Erostegui y Gaztelu Ochandorena. Los tres formaban el grupo filantrópico. Los tres son auténticos ángeles. Estaban una noche de invierno,
allá por diciembre del 85, en el pueblo, en Mondragón. Aquella madrugada del
viernes, día 6, había un coche aparcado en la estación vieja. Dentro, un
guardia civil de paisano. Algunos han contado que se lo encontraron sin querer,
pero yo no me lo termino de creer. Me parece que lo tenían controlado por
algunos detalles. Por ejemplo, que no son horas de andar por ahí sin más, los
tres que forman el comando juntos, a la una de la madrugada; a menos que estés
celebrando la Constitución Española, que todo puede ser. Y que tampoco sueles llevar en
el bolsillo las capuchas de hacer el bien si no sabes que lo vas a hacer. Sea
como fuere, el caso es que, en teniendo al «txakurra» a la vista, se calzaron
las capuchas, sacaron las pistolas y le descerrajaron siete tiros a bocajarro.
Lo hicieron bien porque de los siete le alcanzaron seis. Total, que el hombre
murió casi en el acto; y ellos, en su bendita humildad, como siempre, queriendo
guardar el anonimato de sus humanitarias acciones, se montaron en un Renault 5
y se largaron inmediatamente. El muerto de 29 años se llamaba Mario Leal
Baquero, de Avilés, y tenía una niña pequeñita, Beatriz. Pero ya digo que estos
detalles no le incumben al bueno del «Boli».
Manuel Leal, asesinado por el "Boli" |
Iosu
Uribetxebarria Bolinaga, el «Boli», también participó en el secuestro de Julio
Iglesias Zamora, por lo que las huestes represoras españolas le sacudieron
otros 14 años de prisión. En definitiva, y para que quede claro, que al «Boli»
los rastreros jueces españoles le han metido más de 313 años de cárcel por nada.
En la prisión,
el «Boli» no es de hacer muchos amigos. Se desenvuelve en el ambiente cerrado
de sus colegas de ONG, ETA. Sí que se da algún garbeo por el patio con otros presos,
pero tienen que ser muy especiales porque la «amatxo» le enseñó de pequeño a
seleccionar bien las compañías. Recuerdo una foto antigua publicada por el
diario El Mundo en la que aparecía
paseando con otros tres presos por el patio de la prisión de A Lama, en Pontevedra.
Uno de ellos, no sé quién es. Los otros dos son Iñaki Recarte Ibarra, miembro
de ETA, posteriormente arrepentido; y Mohamed Amine Akli, terrorista islámico
detenido por pertenencia a una célula que intentó volar la Audiencia Nacional.
Lo del compañero Recarte, todavía le está picando al «Boli», sobre todo
teniendo en cuenta que él es uno de los «durillos» del club del «mako».
El "Boli", el primero por la izquierda, con los amigos. Foto de El Mundo |
El «Boli»
nunca se ha arrepentido de nada de lo suyo. Normal, cuando uno tiene la
conciencia tranquila. Ahora, al pobrecillo se le ha reproducido el tumor, esta
vez metastático. Ya le habían extirpado uno hace años. Pero parece que de
esta se muere, o eso dicen algunos médicos —otros no—. Así que no hay derecho a
que lo tengan en la cárcel. No es digno ni humano. Aunque no se tenga en cuenta
sus muchos frutos que su vida ha dado, para bien de tantos. Y, si no, ahí están
las manifestaciones del pueblo soberano en favor de su excarcelación. Ahí están
las huelgas de hambre de sus compañeros de la ONG a la que sigue perteneciendo.
Ahí está su propio testimonio de paz, de amor y de entrega a los demás. ¿Qué
más pruebas se necesitan para que el estado opresor, el español, y su patulea
de jueces con sus leyes extranjeras tomen la decisión digna y humana que este
asunto reclama a gritos?
Por suerte
para el mundo entero, así lo ha entendido el Gobierno del PP. Y así parece
haberlo entendido el juez español. Recuerdo cuando el señor Ministro del
Interior salió a la palestra para explicarnos algo, que por otra parte, no
necesita de explicación alguna. Este señor, Fernández, puso esa cara de perro
bulldog con ademanes de sargento chusquero de la Legión en tiempos de Millán
Astray, y nos informó a todos, como si fuésemos tontos de artesanía, de que el Gobierno
está para aplicar la ley, guste o no. Pero si ya lo sabemos, señor Ministro del
Interior del Gobierno del PP. No solo lo sabemos sino que estamos deseando
todos que el «Boli» salga a la calle de una vez. Que por cuatro tonterías lleva
demasiados años en la cárcel. No, señor Ministro del Interior del Gobierno del
PP, no se crea que están haciendo nada que no debieran haber hecho mucho antes. Iosu, etxera! ¡Iosu, a casa!
El señor Ministro, "explicándose" |
Pero reconozco
que las cárceles deberían seguir existiendo. Para aquellos que no perdonaran en
el juicio o para aquellos que, mintiendo, después se tomaran la justicia por su
mano. Seguro que las supuestas víctimas caerían en ese acto criminal. Así que tendría que haber una ley más para este tipo de casos, que mala
gente, la hay. No el «Boli» y sus colegas: los otros, los despanzurrados.
Fenández en otra alocución |
Y a todos
estos que hacen declaraciones en contra de su decisión, señor Fernández, a ver
si les aplica un poco de mano dura. Que con eso de la libertad de expresión
estamos llegando a unos límites intolerables. Ya está bien, tanta víctima y
tanta tontería. Que son mala gente, que no perdonan. Que son inhumanos e indignos.
Parece que al
pobre y entrañable «Boli» le va llegando la hora, como les llegó a Pedro, a
Mario y a Antonio por su mano. No creo que se encuentren allá arriba, en el
cielo. Pero nunca se sabe. Lo cierto es que el «Boli» no ha perdonado
a nadie, ni siquiera ha perdonado a sus víctimas. Él sigue
en sus trece. La dignidad del «Boli», que nunca la tuvo, no ha aparecido en sus
últimas etapas de vida. Sigue siendo tan indigno, o quizá más, que cuando se
dedicó a matar y a torturar a sus secuestrados. Y su humanidad es una vergüenza
para la humanidad. Un pequeño asesino en serie que, por él, habría sido mucho
más asesino. No encuentro ni una sola razón que me haga ver que la decisión del
Gobierno del PP de conceder el tercer grado a esta víbora pestilente tenga la
más mínima dignidad. No sé cuál es la base jurídica y, mucho menos, social y
antropológica para que semejante alimaña no cumpla todos los años que le
cayeron, justamente, por sus crímenes.
En esto soy muy ecologista: no
deberíamos intervenir contra los designios de la naturaleza, porque el
ecosistema se jode. Si la salud del «Boli» ha dicho basta, que no lo sé, pues
que siga su curso, como a todos nos va a suceder. ¿Cuál es la diferencia de
dignidad entre que un asesino irreductible se muera en un hospital de la
Seguridad Social vasca o en el hospital penitenciario? Y, ¿quién es el digno aquí? ¿El «Boli» o el estado? Con
permiso del mentiroso Ministro del Interior del Gobierno del PP, ni uno ni
otro. Y digo que es un mentiroso porque la ley no exige su puesta en libertad (artículo
104.4 del RD 190/1996); y es un mentiroso porque no hay la más mínima dignidad
en su decisión; y es un mentiroso porque no había prevaricación posible, dado
que los miembros del gobierno ni son jueces ni son funcionarios públicos, a los únicos que atañe esta figura de la prevaricación. Son meras excusas por
elevación, señor Fernández.
Es más, y para
terminar: tengo la convicción de que, bajo cuerda, en las alcantarillas del
Gobierno y del propio Partido Popular, hay cosas muy malolientes y asquerosas.
Y, aunque el tema de ETA es el que me ocupa ahora, no es el único asunto
pestilente en este gobierno y en este partido, que tiempo habrá de comentarlo
públicamente. Por adelantar algo: el vegonzoso e insoportable comportamiento
del PP valenciano.
El "Boli" en el banquillo, profundamente conmovido |
El caso del
«Boli», que es paradigmático, es solo uno más. En palabras del Diálogo de Marcelo,
en Hamlet, «Something is rotten in the
state of Denmark» (“Algo está podrido en el estado de Dinamarca”). Y en el de España.