miércoles, 18 de septiembre de 2013

Del sentimiento al fanatismo: los independentistas

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Estatus irónico: NADA - UN POCO - BASTANTE - MOGOLLÓN





Qué follón es esto de los sentimientos, ¿eh? ¡Qué fuerza tienen a veces! Tanta que en algunos casos determinan el estado de ánimo. Así lo explican algunos especialistas, como “una emoción conceptualizada que determina el estado de ánimo”. Según el profesor García Pino, en su libro Teoría de los sentimientos, el sentimiento es el «estado del sujeto caracterizado por la impresión afectiva que le causa determinada persona, animal, cosa, recuerdo o situación en general». Casi nada.

Recuerdo desde niño la figura arquetípica del loco como la de alguien que se sentía Napoleón. Era un figura simpática que, luego aprendí, no era la habitual de los chalados. Pero se correspondía con loco inofensivo, que, en sus desvaríos, se sentía Napoleón y trataba de actuar como Napoleón, hasta el punto de creer ser Napoleón. “Locos egregios”, como los calificaría el doctor Vallejo-Nájera en su libro con este título.

La pérdida de la percepción de la realidad construye otra realidad personal, falsa, irreal, pero “su” realidad a fin de cuentas. De sentirse Napoleón a ser Napoleón en su realidad y, por tanto, a tratar de vivir como tal solo hay un paso muy corto.

A simple vista, el sentirse algo provoca creer ser algo que no se es y, por extensión, no creer ser lo que realmente se es. Esto es un galimatías pero, ni más ni menos, de lo que les ocurre a muchos españoles hoy en día. Naturalmente, cómo no, me voy a referir a los catalanes que se sienten catalanes y por tanto, según elucubran ellos, no se sienten, no son, españoles.

No es mi intención tachar de locos, y menos de egregios, a los catalanes que sufren este desvarío de sus mentes. Al parecer, según dicen cada vez más, están en su derecho. Me temo que llevamos mucho tiempo confundiendo lo que uno puede –es capaz o tiene la posibilidad de- hacer con tener derecho a. Y esto es peligroso para todos; desde luego, para cualquier sociedad normal, es decir, sana. No es, por otra parte, nada democrático, pese a que se vista precisamente la cosa como lo democrático.

Pero aunque no sea mi intención, tengo que admitir que la ciencia psicopatológica y la ciencia sociopatológica me llevan a definir a quienes así se manifiestan y viven como chalados, y al montaje que en su chaladura han montado, como una loca barbaridad.

La locura es definible como una mentira interiorizada e, incluso, como un fanatismo emocional y del sentimiento. Sentirse y ser no es lo mismo. Cuando estas tipologías independentistas dicen sentirse catalanes… hasta ahí todo bien, aunque todo tiene un límite de racionalidad; y cuando el sentimiento va más allá, se convierte en mero fanatismo. No hay que irse solo a ejemplos de fanáticos por su sentimiento religioso; también hay fanáticos por su sentimiento político (terroristas de toda índole); y hay fanáticos por el sentimiento que les provoca su equipo de fútbol. Hay mucho fanático suelto que surge, básicamente, del sentimiento irracional y sobreabundante.

El otro día se emitió un programa en el que algunos niños catalanes, monísimos por lo demás, manifestaban sus sentimientos catalanistas y, como es natural aunque desgraciadamente, su sentimiento contra España. Siento tener que decir que reconocí a unos cuantos fanáticos entre ellos y también reconocí a muchos futuros fanáticos a no mucho tardar. Todo ello producto del sentimiento exacerbado y violento que se les ha inculcado metódicamente desde sus más tiernas edades, en casa, en la escuela, en la calle, en sus programas de televisión, en sus diversiones, etc.

Lo más grave es que un fanático es, por mor del sentimiento, una persona irracional. El fanático es lo más próximo a una persona cuyas funciones cerebrales e intelectivas han sido secuestradas. De ahí que cualquier posibilidad de razonar sobre el objeto de su fanatismo es imposible.

De otra parte, la mentira conceptual está incrustada en su ser fanático, en su ser enfermo, en su ser loco. Hasta el punto de que la instrumentación de la mentira es lo más normal. Las mentiras concretas y la mentira estructural pasan a formar parte del ser del fanático, es decir, se convierten en sus verdades y en el motor de sus decisiones, acciones, actitudes y comportamientos.

Tantos años de bombardeo propagandístico inmisericorde, de inmersión hasta el ahogamiento, de tantas generaciones de niños, han producido adultos fanáticos e irracionales en la sociedad de Cataluña; y en gran número. Fanáticos que creen que no son lo que verdaderamente son y que, como fanáticos, nunca sabes hasta dónde son capaces de llegar. Un grupo mucho más reducido de fanáticos, no hace tantos años, crearon Terra Lliure –o ETA, o el MPAIAC canario, o El Exercito do Pobo Galego, que vuelve a las andadas en el área de Vigo una vez refundados-. Todos ellos son fanáticos stricto sensu. Insisto, uno nunca sabe hasta dónde puede llegar un fanático.

¿Mi parecer? Que a lo hecho, pecho. La cosa está como está. En otras ocasiones he escrito que en estas situaciones, no perder la calma es lo primordial, aunque los sentimientos, precisamente, nos quieran jugar malas pasadas. Calma y sosiego. Y actuar con contundencia extrema en el momento preciso.

Ahora, el tiempo empieza a no jugar a favor de los fanáticos: ellos son los urgidos, a los que les ha entrado la prisa, los que se marcan fechas, los que están cada vez más ansiosos. El tiempo ahora juega a nuestro favor, al de los cuerdos que, además, tienen toda la razón: la razón de la verdad, la razón histórica, la razón jurídica, la razón internacional y hasta la razón económica.

Hay muchos a quienes les gustaría que el Gobierno fuese mucho más explícito, mucho más duro, mucho más expeditivo. Hay otros muchos que no saben a qué carta quedarse ahora porque han jugado en los dos bandos continuamente –verbi gratia, muchos socialistas y la mayor parte de los comunistas y sus derivados- y presionan más y más al Gobierno –nunca al de la Generalidad catalana- para que cambie la Constitución a favor de estos últimos, pero sin atreverse a decirlo así de claro: es el caso del invento del estado federal, que aún recuerdo cómo el curso pasado eran completamente incapaces de definir, algo en lo que no han avanzado mucho porque es difícil dar contenido a la nada.

Mi actitud es otra, bastante coincidente con lo que conozco de la del Gobierno, a excepción de algunos rebuznos de algunos miembros y miembras: una tranquila espera activa. Como decía, el mal ya está hecho. Así que con estos bueyes que nos quedan tenemos que arar.

De esta brutal presión a la que nos tienen sometidos los políticos catalanes, parte notable de la sociedad catalana y otros sectores de la sociedad española bien caracterizados, se desprende uno con inteligencia, con calma, trabajando constantemente por lo visible y por lo invisible, por lo legal, por lo particular, por lo personal, por lo general… Hay tantas cosas que se pueden ir llevando a cabo sin estridencias, sin alharacas, sin que se oiga, sin que se note, sin que se sepa cuando uno espera activamente… La presión se vuelve siempre, siempre, contra el que la puso en marcha.




No es el momento de hacer mártires, pero llegará el tiempo en que no importará hacerlos y, entonces, con toda la contundencia del estado de derecho, que no olvidemos, es el nuestro, no el que ellos han creado con sus locuras bárbaras y fanáticas, con esa contundencia del que puede, se actúa. Todos tenemos una china en el zapato. Solo es cuestión de encontrarla y apretar en el momento justo.


Mirando fríamente el panorama, ha pasado un año desde la última celebración festivo-reivindicativa de la macromanifestación de “santa diada” 2012 y los logros reales de los fanáticos, ¿cuáles han sido? ¿Unas elecciones autonómicas? Y ¿qué tal le fue al artífice? ¿A cuántos compañeros de partido mandó al paro –es un decir-? ¿Manda Arturo en Cataluña más? ¿O menos? ¿Él está más presionado o menos presionado que hace un año? Ya saben que en este tiempo siempre le acompaña un cuervo de ERC posado en su hombro izquierdo, como un “beefeater” cualquiera, que le come el oído constantemente. ¿Está una Cataluña independiente más cerca de la Unión Europea, o menos que hace un año? ¿Son más ricos los catalanes que hace un año, o menos? Con la mayoría absoluta del PP, ¿están más cerca de un cambio constitucional que hace un año? Para qué seguir. ¡Qué logros en un año!

Es verdad: se han empeñado en hacer un referéndum… que no pueden hacer. Y si lo hacen, pues a darles con la ley en chola. Que no consiste en otra cosa que en encausar a todos los responsables, juzgarlos, sentenciarlos y hacerles cumplir lo que les corresponda. Aquí ya estamos acostumbrados a los macro-juicios. Tenemos tres o cuatro cada año y los jueces, con esto de la corrupción, están muy entrenados. En ese momento me gustará ver los rebuznos de tanto tibio como anda suelto: que sería una locura, que no hay derecho, que los vamos a convertir en mártires, que no se puede ir contra todo un pueblo y no sé cuántas memeces más. Pues, en ese momento, volverá a tocar callar y retomar la espera activa hasta el próximo momento adecuado. Porque, recuerden: los sentimientos proceden de las emociones y dan lugar a fanáticos exaltados con los que la reflexión y el diálogo son imposibles. Por eso, la respuesta epistolar de Mariano Rajoy a Arturo Mas me gusta: algo así como “ni de coña Arturito, pero hablamos cuando y cuanto quieras, como llevamos haciéndolo más de un año a escondidas”.

Arga-ko urretxindorra

1 comentario:

  1. Beramendi, eres un crack!
    Ánimo y a seguir dándoles. No les va gustar a los que usan poco la cabeza. ..

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