jueves, 19 de septiembre de 2013

Fanáticos e independentistas catalanes: ¿tienen algún rasgo en común?

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Creo que es una pena que hayamos perdido la capacidad de llamar a las cosas por su nombre. Y no tanto por una cuestión lingüística sin más, sino por lo que supone. He recibido un mensaje de una persona que me ha puesto de chúpame dómine por la entradilla sobre el fanatismo independentista. Naturalmente, no tengo nada que contestarle. Pero es curioso cómo él (o ella) no ha tenido el más mínimo reparo en deshacerse en improperios contra mí, la mayor parte de los cuales no me han convencido. Consejos vendo, para mí no tengo.

Me pide que retracte públicamente… je, jeré, jejé. Es lo que más gracia me ha hecho. En fin. Espero que no esté pendiente de mi retractación porque no la va a haber. Ni siquiera se da cuenta (él o ella) de que a una entradilla de tres al cuarto como la mía no le compete retractación alguna. Pero el fanático o la fanática en cuestión tiene perdida la realidad y su sentimentalidad exacerbada le lleva al ataque tipo miura, sin ver más allá de sus narices. Ni que mi opinión fuera la del Presidente del Gobierno.

Por el contrario, voy a insistir en ello.

El independentismo catalán es fanático, básicamente, fanático. Y los independentistas catalanes son fanáticos, prioritariamente fanáticos. Hagamos un ejercicio sencillito de comparación entre las características del fanático y las del independentista catalán:

1. El fanatismo es una pasión desmedida, exacerbada y tenaz hacia una causa. ¿Se cumple en el caso de los independentistas?

2. El fanatismo consta de tres elementos fundamentales: una apasionada e incondicional adhesión a una causa, un entusiasmo desmedido y monomanía persistente hacia determinados temas. ¿Se cumple?

3. Puede incluir como síntoma el deseo incondicional de imponer una creencia, considerada buena para el fanático o para un grupo de ellos. ¿Se cumple?

4. Puede concitar, al mismo tiempo, afinidad hacia la causa y contraposición hacia lo que entiende como contrario a la misma. ¿Se cumple?

5. La conciencia de la individualidad se suprime total o parcialmente mediante la atenuación de la conciencia del yo, por una parte, y mediante la acentuación de la pertenencia a lo otro. ¿Se cumple?

6. Epistemológicamente, para el fanático no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. Él cree poseer la verdad de manera tajante. ¿Se cumple?

7. El fanático se caracteriza por un espíritu netamente maniqueo y por ser enemigo de la libertad, en particular, de la libertad de lo que él considera los otros. ¿Se cumple?

8. Otro rasgo es el dogmatismo: la fe en una serie de verdades que no se cuestionan ni razonan porque lo son por su propia naturaleza o en relación con una autoridad. ¿Se cumple?

9. Otro más es la carencia de espíritu crítico; es decir, no se admite la libre discusión acerca de las propias verdades ni la crítica racional. Tampoco se está abierto al cambio de las ideas propias respecto del objeto de su obsesión. ¿Se cumple?

10. El maniqueísmo: las diferencias son consideradas de manera radical; no se admiten los matices (o conmigo o contra mí). Además, la diversidad humana suele encerrarse en dos categorías: buenos y malos. ¿Se cumple?

11. Odio a la diferencia: desprecio y rechazo a lo que escapa de sus modelos y etiquetas. ¿Se cumple?

12. Autoritarismo: afán de imponer las propias ideas y de forzar a que todo el mundo se adscriba a ellas. ¿Se cumple?

La verdad es que esto no supone una retractación como me exige el demandante. Pero como esto sí es libre, se puede contestar a todo que no se cumple. Lo cual probará mi ignorancia al respecto y mi propio fanatismo. De todos modos, tampoco conviene tomarse muy en serio esta especie de test de revistilla rosa, que no es para tanto.
 

Arga-ko urretxindorra

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