jueves, 25 de junio de 2015

El discurso de Podemos (I). "El Régimen del 78".

Rescato la respuesta completa de Pablo Iglesias a la revista New Left Review que ha vuelto a crear polémica. El neocasto es un tipo brillante en sus cosas, capaz matar dos pájaros de un tiro. De paso que va creando escuela se monta una campaña publicitaria sin poner un duro.
Fidel Castro (¡glub!)

The national question is probably the most important unfinished business of the 78 Regime, which managed to provide at least temporary solutions, in terms of discourse and in practice, to many of the problems inherited from the Franco dictatorship, including the social question—the Moncloa Pacts were the Regime’s way of closing those open wounds. But it left the national question, which—especially in Catalonia and the Basque Country, to a lesser extent in Galicia—has been bleeding openly ever since, with no permanent solution. This has been an incessant contradiction within the 78 settlement. In the last few years, the conflict in the Basque Country has lost some of its centrality, which was essential to the regime, because of the ceasefire and then the abandonment of the struggle by ETA—though there are still between 400 and 500 prisoners being held in gaols hundreds of miles from their families. It’s still a tragic political problem. But as the Basque question was losing centrality, the Catalan question became more and more prominent. Up till the emergence of Podemos in 2014, Catalonia was the most visible and the most fully articulated aspect of the regime crisis, provoking openly contradictory interventions from within the ruling bloc, as when the Constitutional Court struck down the revised Statute of Autonomy that Zapatero had agreed with the Catalan authorities, which ignited a feeling of outrage in Catalonia.[1]

Desconozco si esta respuesta –corta y pega de la revista con fines meramente expositivos, por si las moscas de los copiraits- es la que dio el profesor Iglesias. Pero es la que ellos han publicado.

Aclaro que no tengo más pretensión que la de divertirme un poco durante unas cuantas entradas. Divertirme yo, los lectores… pues ya veremos. Y otra cosilla: puede que no haya mucha ciencia en lo que cuente pero un poquitín, sí. 

Pablo Iglesias: podemos es mayestático
Tengo que empezar diciendo que me llama la atención la causa de la polémica. Creo que casi todo el mundo conoce la opinión de este muchacho sobre ETA, sus asesinos presos, sus familiares y muchos etecés más. Que repita lo que ha dicho en muchas otras ocasiones al respecto a mí no me causa sorpresa, naturalmente. Pero lo que más me ha llamado la atención es que otros aspectos más procelosos de la entrevista se hayan visto eclipsados por esta nimiedad. Este chico mandaría a su casa a los etarras con un ramo de flores; esto lo creía sabido por el respetable. También creía sabido que esta especie de respeto admirado por lo etarra es algo habitual entre las huestes de la izquierda española desde siempre, mayor cuanto más extrema sea la izquierda (me remito a alguna entrada que he escrito sobre Sánchez Gordillo y su Marinaleda, por no hacer más historia).

Por eso me voy a centrar en otros asuntos. Quiero fijarme en el aspecto léxico por dos razones: primero, porque buena parte del rápido avance de Podemos se ha construido sobre la base casi exclusiva del lenguaje como sistema de convicción, lo que incluye imagen, presencia, continuidad televisiva y alguna cosa más. Como ya he dicho en alguna ocasión, nunca nadie ha conseguido tantos réditos con tan poca inversión.

En segundo lugar, porque un especialista como él rara vez dice lo primero que se le ocurre; al contrario: cada palabra está bien estudiada. En ellas se descubre su pensamiento real una vez desbrozadas las mentiras, las medias verdades o las trampas que coloca de vez en cuando. Esto es casi obligatorio en cualquier político que se precie (por desgracia), pero Iglesias es un maestro que, imagino, los gurús de la comunicación estudian con verdadero gusto.

Al tajo. Comienza por establecer una base sobre la que apoya el resto de su respuesta: el Régimen del 78 (“the 78 Regime”). Puede pasar casi desapercibido pero yo me voy a parar un momento en él porque tiene su enjundia.

Una de las grandes maravillas del lenguaje es su capacidad para sintetizar un enorme concepto en una sola expresión. Por ejemplo: el nuevo concepto de casta construido por Iglesias. Si tuviésemos que explicarlo en detalle podríamos estar horas hablando de todo lo que encierra y de todo lo que aporta el nuevo significado de una sola palabra. Se puede montar toda una campaña electoral alrededor y apuntarse un buen resultado (increíble pero así ha sido).

Pero, además, tiene pequeñas utilidades prácticas muy eficaces. La potencia es tal que si un iglesias cualquiera dice de alguien “es que tú eres de la casta” el tipo en cuestión va a tener dificultades para rebatir la acusación y, lo que es más, todo lo que argumente a partir de ese momento va a estar en tela de juicio porque “ya se sabe, qué vas a decir tú que eres de la casta”. La potencia del concepto es como la de un directo a la mandíbula de Mike Tyson. Y defenderse es francamente difícil. La accusatio también puede lanzarse contra un partido, un ámbito de la sociedad o una institución, porque el efecto es el mismo. En definitiva, es el poder de la etiqueta: una frase es suficiente, no hace falta argumentar ni demostrar. La carga de la prueba corre a cargo del etiquetado.

Volviendo al “Régimen del 78”. Bien podía haber utilizado un término que ya existe: la Transición española o, simplemente, la Transición: “The national question is probably the most important unfinished business of the [Spanish] Transition, which managed…” [La cuestión nacional es, probablemente, el asunto no cerrado más importante de la Transición (española), que se las arregló para…]. Pero no lo hace.

Utilizar el término “Régimen del 78” en vez de “la Transición” es, naturalmente, una decisión ex profeso. Y tiene un par o tres de buenas razones detrás:

El pequeño Joselito Goebbels
1. En español, la palabra régimen tiene connotaciones negativas, no tanto en el diccionario como en el habla: régimen disciplinario, régimen interno, régimen franquista, el Régimen [franquista / de Pinochet], etc. De manera poco consciente (subconsciente) pero eficiente, las connotaciones de las palabras hacen su trabajo en el binomio pensamiento/sentimiento de las personas y, tarde o temprano –de ahí la importancia de repetir algo (Goebbels)-, predisponen a favor o en contra. Calificar la Transición como Régimen podrá tener o no el éxito que busca Iglesias pero sí evidencia su pensamiento al respecto y, sobre todo, el que quiere que tengamos los demás. Toda una peligrosa manipulación.

2. Sobre la base de este nuevo concepto, se desarrolla todo un discurso falso. Es el discurso de que la Transición española no solo fue fallida sino que es la heredera del régimen franquista lo que, en definitiva, la inhabilita en todos sus logros posteriores incluida la propia democracia, la Constitución, la lucha contra el terrorismo, el estado de las autonomías o la propia justicia, por no ser exhaustivo. Por supuesto, no es un discurso nuevo sino el habitual en los sectores más radicales y extremistas de nuestra sociedad. El quid de la cuestión está, precisamente, en sintetizar todo ello en un solo concepto: y ese es el de “Régimen del 78”.

3. Dentro de España y, especialmente fuera, la Transición tiene buena prensa. No en vano es un periodo histórico-político que se estudia en muchas facultades de sociología y de politología, quizá más en el extranjero que en la propia España. Tratar de luchar contra esta buena prensa no es una tarea fácil. Pero una posible vía solvente es la sustitución: tratar de sustituir el uso de Transición por el de Régimen. En los sectores extremistas de los que hablaba antes, se ha conseguido. En determinadas facultades de ciencias políticas, de sociología o de historia de las universidades españolas no se habla ni se escribe ni se estudia la Transición sino el Régimen del 78. Es cuestión de seguir intentándolo.

“The national question is probably the most important unfinished business of the 78 Regime, which managed to provide at least temporary solutions, in ter


ms of discourse and in practice, to many of the problems inherited from the Franco dictatorship, including the social question—the Moncloa Pacts were the Regime’s way of closing those open wounds.”

[La “cuestión nacional” (las comillas con mías) es, probablemente, el asunto no cerrado más importante del Régimen del 78, que se las arregló para dar soluciones, al menos temporalmente, en términos de discurso y en la práctica, a muchos de los problemas heredados de la dictadura de Franco, incluyendo la cuestión social: los Pactos de la Moncloa fueron la fórmula del Régimen para cerrar aquellas heridas abiertas.]

Un último detalle, a modo de ejemplo. Entre los músicos existe la expresión de lectura a primera vista. Es lo que hacen cuando cantan o tocan una partitura por primera vez: no la están interpretando aún; es una mera lectura. Eso suele ocurrir también con una entrevista: la leemos a primera vista, sin muchas más consideraciones que las que van surgiendo de manera natural. Es en estos casos cuando las connotaciones lingüísticas tienen mayor relevancia. Una de las consecuencias de esto último es una especie de difuminación de los conceptos. Observen lo siguiente: de manera involuntaria pero operativa, los lectores establecemos una relación entre el Régimen del 78, “la dictadura de Franco y la fórmula del Régimen. Pablo Iglesias no coloca estos tres conceptos estratégicamente buscando el efecto. No, hasta ahí no llega. Lo que ocurre es que su discurso tiene una lógica interna bien armada y lo ha repetido cientos o miles de veces. De manera automática, las piezas de su discurso casan unas con otras sin necesidad de tener que buscar un encaje estratégico cada vez que habla o escribe. Y este es el efecto.


Argako urretxindorra




[1] New Left Review 93, May – June 2015: Pablo Iglesias. Spain on edge

No hay comentarios:

Publicar un comentario