Rescato la respuesta
completa de Pablo Iglesias a la revista New Left Review que ha
vuelto a crear polémica. El neocasto
es un tipo brillante en sus cosas, capaz matar dos pájaros de un tiro. De paso
que va creando escuela se monta una campaña publicitaria sin poner un duro.
Fidel Castro (¡glub!) |
The national question is probably the most important unfinished
business of the 78 Regime, which managed to provide at least temporary
solutions, in terms of discourse and in practice, to many of the problems
inherited from the Franco dictatorship, including the social question—the
Moncloa Pacts were the Regime’s way of closing those open wounds. But it left
the national question, which—especially in Catalonia and the Basque Country, to
a lesser extent in Galicia—has been bleeding openly ever since, with no
permanent solution. This has been an incessant contradiction within the 78
settlement. In the last few years, the conflict in the Basque Country has lost
some of its centrality, which was essential to the regime, because of the ceasefire
and then the abandonment of the struggle by ETA—though there are still between
400 and 500 prisoners being held in gaols hundreds of miles from their
families. It’s still a tragic political problem. But as the Basque question was
losing centrality, the Catalan question became more and more prominent. Up till
the emergence of Podemos in 2014, Catalonia was the most visible and the most
fully articulated aspect of the regime crisis, provoking openly contradictory
interventions from within the ruling bloc, as when the Constitutional Court
struck down the revised Statute of Autonomy that Zapatero had agreed with the
Catalan authorities, which ignited a feeling of outrage in Catalonia.[1]
Desconozco si esta
respuesta –corta y pega de la revista con fines meramente expositivos, por si
las moscas de los copiraits- es la
que dio el profesor Iglesias. Pero
es la que ellos han publicado.
Aclaro que no tengo
más pretensión que la de divertirme un poco durante
unas cuantas entradas. Divertirme yo, los lectores… pues ya veremos. Y otra cosilla:
puede que no haya mucha ciencia en lo que cuente pero un poquitín, sí.
Pablo Iglesias: podemos es mayestático |
Tengo que empezar
diciendo que me llama la atención la causa de la polémica. Creo que casi todo
el mundo conoce la opinión de este muchacho sobre ETA, sus asesinos presos, sus
familiares y muchos etecés más. Que
repita lo que ha dicho en muchas otras ocasiones al respecto a mí no me causa
sorpresa, naturalmente. Pero lo que más me ha llamado la atención es que otros
aspectos más procelosos de la entrevista se hayan visto eclipsados por esta
nimiedad. Este chico mandaría a su casa a los etarras con un ramo de flores; esto
lo creía sabido por el respetable. También creía sabido que esta especie de
respeto admirado por lo etarra es algo habitual entre las huestes de la
izquierda española desde siempre, mayor cuanto más extrema sea la izquierda (me
remito a alguna entrada que he escrito sobre Sánchez Gordillo y su Marinaleda,
por no hacer más historia).
Por eso me voy a
centrar en otros asuntos. Quiero fijarme en el aspecto léxico por dos razones:
primero, porque buena parte del rápido avance de Podemos se ha construido sobre la base casi exclusiva del lenguaje
como sistema de convicción, lo que incluye imagen, presencia, continuidad
televisiva y alguna cosa más. Como ya he dicho en alguna ocasión, nunca nadie ha
conseguido tantos réditos con tan poca inversión.
En segundo lugar,
porque un especialista como él rara vez dice lo primero que se le ocurre; al
contrario: cada palabra está bien estudiada. En ellas se descubre su
pensamiento real una vez desbrozadas las mentiras, las medias verdades o las
trampas que coloca de vez en cuando. Esto es casi obligatorio en cualquier
político que se precie (por desgracia), pero Iglesias es un maestro que, imagino, los gurús de la comunicación estudian con verdadero gusto.
Al tajo. Comienza por
establecer una base sobre la que apoya el resto de su respuesta: “el
Régimen del 78” (“the 78 Regime”). Puede pasar casi
desapercibido pero yo me voy a parar un momento en él porque tiene su enjundia.
Una de las grandes
maravillas del lenguaje es su capacidad para sintetizar un enorme concepto en
una sola expresión. Por ejemplo: el nuevo concepto de casta construido
por Iglesias. Si tuviésemos que
explicarlo en detalle podríamos estar horas hablando de todo lo que encierra y
de todo lo que aporta el nuevo significado de una sola palabra. Se puede montar
toda una campaña electoral alrededor y apuntarse un buen resultado (increíble
pero así ha sido).
Pero, además, tiene pequeñas
utilidades prácticas muy eficaces. La potencia es tal que si un iglesias cualquiera dice de alguien “es que tú eres de la casta” el tipo en
cuestión va a tener dificultades para rebatir la acusación y, lo que es más,
todo lo que argumente a partir de ese momento va a estar en tela de juicio
porque “ya se sabe, qué vas a decir tú
que eres de la casta”. La potencia del concepto es como la de un directo a
la mandíbula de Mike Tyson. Y
defenderse es francamente difícil. La accusatio
también puede lanzarse contra un partido, un ámbito de la sociedad o una
institución, porque el efecto es el mismo. En definitiva, es el poder de la etiqueta: una frase es suficiente, no
hace falta argumentar ni demostrar. La carga
de la prueba corre a cargo del etiquetado.
Volviendo al “Régimen del 78”. Bien podía haber
utilizado un término que ya existe: la
Transición española o, simplemente, la
Transición: “The national question is
probably the most important unfinished business of the [Spanish] Transition, which managed…” [La
cuestión nacional es, probablemente, el asunto no cerrado más importante de la
Transición (española), que se las arregló para…]. Pero no lo hace.
Utilizar el término “Régimen del 78” en vez de “la Transición” es, naturalmente, una
decisión ex profeso. Y tiene un par o
tres de buenas razones detrás:
El pequeño Joselito Goebbels |
1. En español, la
palabra régimen tiene connotaciones
negativas, no tanto en el diccionario como en el habla: régimen disciplinario, régimen
interno, régimen franquista, el Régimen [franquista / de Pinochet], etc.
De manera poco consciente (subconsciente) pero eficiente, las connotaciones de
las palabras hacen su trabajo en el binomio pensamiento/sentimiento de las
personas y, tarde o temprano –de ahí la importancia de repetir algo (Goebbels)-,
predisponen a favor o en contra. Calificar la Transición como Régimen
podrá tener o no el éxito que busca Iglesias
pero sí evidencia su pensamiento al respecto y, sobre todo, el que quiere que tengamos
los demás. Toda una peligrosa manipulación.
2. Sobre la base de
este nuevo concepto, se desarrolla todo un discurso falso. Es el discurso de
que la Transición española no solo fue fallida sino que es
la heredera del régimen franquista lo
que, en definitiva, la inhabilita en todos sus logros posteriores incluida la
propia democracia, la Constitución, la lucha contra el terrorismo, el estado de
las autonomías o la propia justicia, por no ser exhaustivo. Por supuesto, no es
un discurso nuevo sino el habitual en los sectores más radicales y extremistas
de nuestra sociedad. El quid de la cuestión está, precisamente, en sintetizar
todo ello en un solo concepto: y ese es el de “Régimen del 78”.
3. Dentro de España y,
especialmente fuera, la Transición
tiene buena prensa. No en vano es un periodo histórico-político que se estudia
en muchas facultades de sociología y de politología, quizá más en el extranjero
que en la propia España. Tratar de luchar contra esta buena prensa no es una
tarea fácil. Pero una posible vía solvente es la sustitución: tratar de
sustituir el uso de Transición por el
de Régimen. En los sectores
extremistas de los que hablaba antes, se ha conseguido. En determinadas
facultades de ciencias políticas, de sociología o de historia de las
universidades españolas no se habla ni se escribe ni se estudia la Transición sino el Régimen del 78. Es cuestión de seguir intentándolo.
“The national question is probably the most important unfinished
business of the 78 Regime, which managed to provide at least temporary
solutions, in ter
ms of discourse and in practice, to many of the problems inherited from the Franco dictatorship, including the social question—the Moncloa Pacts were the Regime’s way of closing those open wounds.”
[La “cuestión nacional” (las
comillas con mías) es, probablemente, el
asunto no cerrado más importante del Régimen del 78, que se las arregló para
dar soluciones, al menos temporalmente, en términos de discurso y en la
práctica, a muchos de los problemas heredados de la dictadura de Franco,
incluyendo la cuestión social: los Pactos de la Moncloa fueron la fórmula del
Régimen para cerrar aquellas heridas abiertas.]
Un último detalle, a
modo de ejemplo. Entre los músicos existe la expresión de lectura a primera vista. Es lo que hacen cuando
cantan o tocan una partitura por primera vez: no la están interpretando aún; es
una mera lectura. Eso suele ocurrir también con una entrevista: la leemos a
primera vista, sin muchas más consideraciones que las que van surgiendo de
manera natural. Es en estos casos cuando las connotaciones lingüísticas tienen
mayor relevancia. Una de las consecuencias de esto último es una especie de
difuminación de los conceptos. Observen lo siguiente: de manera involuntaria
pero operativa, los lectores establecemos una relación entre “el Régimen del 78”, “la dictadura de Franco” y “la fórmula del Régimen”. Pablo Iglesias no coloca estos tres
conceptos estratégicamente buscando el efecto. No, hasta ahí no llega. Lo que
ocurre es que su discurso tiene una lógica interna bien armada y lo ha repetido
cientos o miles de veces. De manera automática, las piezas de su discurso casan
unas con otras sin necesidad de tener que buscar un encaje estratégico cada vez
que habla o escribe. Y este es el efecto.
Argako urretxindorra
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