El señor alcalde y la consorte |
Cada quien es muy
libre de venerar al santo que le
apetezca, aunque sea un pájaro de cuentas como Fermín Salvochea.
El “Kichi”, el nuevo y poco
flamante alcalde de Cádiz –dicen que es un tal José María González Santos- tiene por religión ser ateo, ya saben,
esa religión que tratan de imponernos nuestros actuales próceres a limpio
despelote en nombre de la libertad y del progreso. La mala suerte, aunque algo
han tenido que ver sus papás, le obliga a esa incoherencia nominal de ser José y María, nada menos, y por si quedaba duda, llevar a la toda la Corte
Celestial de los Santos a cuestas en
el apellido de mamá.
De todos modos, y pese
a ello, ya se encarga el señor alcalde de poner en claro que lo suyo no es la
Iglesia, la Católica. Supongo que de las demás religiones, sin contar la suya,
tampoco debe ser muy devoto pero es un suponer mío porque no tengo leído nada
suyo contra los islamitas, por nombrar una.
Como decía, el “Kichi”
tiene verdadera devoción por un sujeto del siglo XIX, Fermín Salvochea Álvarez. El tal Fermín no puede ocultar su origen
navarro, al menos por vía paterna: Fermín y Salvochea (Salboetxea, tal como se
escribiría ahora). Y, en efecto, el padre de su padre viajó desde Navarra hasta
Cádiz donde se instaló prósperamente, por cierto. Así que Fermín,
revolucionario, anarquista y violento, fue hijo de familia bien, un burgués.
Fermín Salvochea |
Debió de hacer cosas
buenas, como todo el mundo; pero las desconozco salvo una que me parece digna
de mención: repartió lo que le correspondió en herencia entre los más necesitados
y vivió con una enorme austeridad, al menos, los últimos años de su vida.
Además de esa luz,
tuvo sombras, algunas muy negras. Pero como no se trata de dar publicidad al
mal, aquí lo dejo.
Y de aqueste senyor anda nuestro buen “Kichi”
prendado; a tal punto que ha decidido colgarlo de la pared de su despacho de
alcalde de Cádiz. Hasta ahí, mal que bien, asumible. Al fin y a la postre, don Fermín fue también alcalde de la Tacita
de Plata, como el “Kichi”.
Donde la cosa se jode
es cuando el señor regidor decide por sus güevos que antes de colgar al santo tiene que descolgar al Borbón, don Felipe. Les guste o no, estos señoritos extremo-izquierdosos son muy melodramáticos; se deshacen de gusto
ante un número teatrero y más si consiguen el papel de galán –de chirigotero
mayor, en este caso-.
El alcalde, el jefazo y don Fermín presidiendo |
Lo que a mí me hace
gracia de estas cosas es descubrir una y otra vez que, en realidad, la vena
burguesa de estos chicos es mucho más profunda de lo que uno se puede imaginar:
creen en la propiedad privada mucho más que el mismísimo Rockefeller. Pero su idea de cómo llegar a ella es distinta, menos
agotadora: a través de lo público.
Ya saben: ahora el “Kichi”
es el alcalde, el “Kichi” ya tiene despacho, el “Kichi”
destrona al Rey y el “Kichi” sube al altar a su Ferminico.
Que para eso es su santo, es su despacho, es su
alcaldía, es su soberana voluntad
pero no es su rey.
Argako urretxindorra
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