Los documentales de
animales ya no son lo que eran. Ahora los leones no matan cebras, los guepardos
corren como posesos pero no matan gacelas de Grant y los hipopótamos son
brutalmente agresivos y territoriales pero no se pelean, solo salpican agua.
Todo sea por lo políticamente correcto,
esa especie de pan-dictadura de la que nos hemos dotado en Occidente.
Me acuerdo de un
documental de los de antaño sobre los carroñeros. Impresionante el guirigay que
se monta por la desordenada pitanza: chirridos, griterío, saltos unos sobre
otros, picotazos a diestro y siniestro, ahora quítate tú de ahí que me toca a
mí… ¡Tremendo! Y, no sé bien por qué, me vino a la cabeza mientras leía por
encima el follón en el que andan metidos ahora todos los políticos con el tema
de los pactos. ¡Qué cosas se le ocurren a uno!
No sé qué tiene el
poder que hay gente que se vuelve loca por él. Me llama la atención que estos
días no haya infartos a tutiplén
entre las huestes partidistas… ¡Qué estrés, por Dios! También me ha venido a la
cabeza estos días –desde hace algunos años por estas fechas, para ser más
exacto- la sensación de que soy imbécil o, al menos, de que me tratan como si
lo fuera. Por el mero hecho de ser ciudadano de mi país y cumplir con ese mi derecho / deber de votar.
Seguro que es solo
cosa mía, pero no puedo evitarlo. Es como si me dijeran: Vale, chato, ya te puedes volver a tus cosas. Ahora ya nos encargamos
nosotros. Hasta dentro de otros cuatro años, majo.
De vez en cuando nos
regalan una chuche, que diría el
otro: En honor a la transparencia y a la
limpieza democrática, es condición sine que non para pactar que los partidos
impongan las primarias internas.
Como si a los ciudadanos nos importara mucho que se destripen entre ellos cada
vez que un partido tiene que decidir quién va a ser el jefe o el candidato.
¿Qué nos importa cómo lo hagan?
O ese otro mantra de las listas abiertas, ¿qué
tiene eso de más democrático? Si las listas las hacen ellos primero y luego
casi nadie conoce a ningún candidato a partir del tercero de la lista. Los
españoles votamos partido, no personas.
En cualquier caso, es
evidente que el presente espectáculo no se evita con nada de eso. El asunto, a
mi modo de ver, es mucho más simple: elecciones con segunda vuelta. Después
de desbrozar la maleza un domingo, al siguiente los ciudadanos decidimos de
verdad quién nos va gobernar de entre las dos candidaturas más votadas. En una semana finiquitao.
Un saludo.
Argako urretxindorra
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