jueves, 18 de junio de 2015

¡Viva la libertad! (o no tanto)

Objetivamente, las nuevas autoridades de la izquierda radical suponen muchos problemas para la sociedad. Sí, mucho problemas. No vamos a escandalizarnos ahora por lo que digo. Que hayan salido adelante tras unas elecciones más o menos democráticas y el subsiguiente mangoneo de acuerdos no implica una pureza perfecta; más bien, al contrario. Prueba de ello son la cantidad de titulares que han producido en apenas 72 horas de desgobierno.

Tampoco importa, en este sentido, que haya millones de conciudadanos que les han votado; al fin y al cabo, como ya demostró Louis Pasteur, la generación espontánea no existe y de algún sitio –de alguien- surgen estos pseudo-políticos. Aunque no sea correcto decirlo, la “famélica legión” de La Internacional también se equivoca.

En mi opinión, el peor de todos los problemas que “estos señores y estas señoras” acarrean para los demás es su concepto marxiano –no marciano- de la libertad, fundamentalmente de la libertad de los demás. Consiste en que es un concepto meramente dialéctico; una vez puestas las manos y las patitas en el poder, la libertad ya no tiene utilidad; es, más bien, un estorbo para llevar a cabo su plan de cambio (echen un vistazo a la libertad que quedó en aquellos países en los que, durante el siglo XX, triunfó la revolución).

Ainhoa Aznárez, Presidenta del Parlamento de Navarra
Hay quien entiende que la mentira es un mal, entre otras razones, porque atenta contra la justicia y, en consecuencia, contra la libertad. Pero “nuestros amigos y nuestras amigas” entienden que la mentira es una herramienta muy útil que hay que saber manejarla para obtener los fines que anhelan. De ahí que la incoherencia, una de las manifestaciones de la mentira y que tan admirable es en estos “nuestros y nuestras gobernantes” de ahora, les importe un pimiento morrón.

Por esto y por unas cuantas cosas más, la res pública tiene un significado muy distinto para ellos. Meter a la sociedad entera en el cinturón de hierro de lo público es condición necesaria para poder manejarla a su antojo. Lo privado es un problema porque supone libertad personal, iniciativa personal y, probablemente, disidencia. La idea es “lo público como rebaño”. La pregunta es: ¿quién es el pastor?

En definitiva, todo lo que se sale de lo público hace más difícil su control. Hay ámbitos especialmente sensibles por su valor estratégico:

  • La educación: presente y futuro social (el tema merece un par de artículos).
  • La sanidad, aborto, eutanasia, eugenesia, la sociedad en su situación más débil, más necesitada.
  • La economía dirigida por el poder como el único cochino capitalista. Ya lo dijo la ministra: el dinero público no es de nadie; pero lo manejo yo, olvidó añadir.
  • Los medios de comunicación, bajo los “mecanismos de control público”, en opinión de Pablo Iglesias.
  • La libertad religiosa, cuanto más lejos más aparte, que dicen en mi pueblo. Resulta ser un contrapoder insoportable porque inocula en la gente espíritu crítico, libertad de pensamiento, conciencia moral, valores inapropiados y destruye la necesaria unicidad del rebaño.
  • Los gobiernos como instrumento de control social y, aún peor, control personal.


No es de extrañar que Ainhoa Aznárez, la nueva Presidenta del Parlamento de Navarra de Podemos (me equivoqué en mis presunciones), en su toma de posesión dijera que ella es “euskaldún, feminista y republicana”. Esto ya lo sabíamos; en realidad, no veo la necesidad de que un presidente de parlamento se defina a sí mismo. Pero dicho desde el púlpito del Parlamento de Navarra por la nueva casta suena, como mínimo, a advertencia.

Argako urretxindorra

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