Estimado Pablo Iglesias: bienvenido a la casta. En realidad, no tan bienvenido; ya ves, no es fácil el ingreso y te van a escrutar hasta en lo más recóndito de tu historia, en tu presente y en tu futuro. Te van a sacudir el trasero y, cuando no sea el tuyo, será en el de los tuyos. No tardará mucho el momento en el que veamos la otra cara de Podemos y la tuya, la cara oculta de la luna, la oscura. Y te veremos perder los papeles porque todo tiene un límite. Sobre todo, cuídate de los tuyos, que por ahí te llegarán los problemas serios que no vas a poder gestionar. Porque, Pablito, ya has dejado cadáveres en la cuneta y tu pequeña memoria histórica te va a pasar factura.
El buen coletudo va dando pasos, rápidos y seguros, hacia ese sueño que todo visionario que se precie tiene en la vida. El del profesor no es el de llegar a Presidente del Gobierno de España, no; eso solo es un paso más. Su verdadero sueño consiste en convertirse en una nueva y rojísima trinidad. Busca con denuedo ser tres personas distintas: Lenin, Fidel y Chávez, y un solo dios verdadero: Pablo.
Lo lleva en los genes. A ritmo de desfile legionario, va recorriendo las etapas de su personal camino de santiago que ha diseñado con sus camaradas de confianza hasta llegar a su particular Monte del Gozo. Pablo Iglesias viene para salvarnos. Su misión no es cualquier cosa con la que la mediocre casta se conformaría. No. De hecho, él los desprecia. La suya es una misión muy superior. Y él es el elegido. En la historia de la humanidad, según entiende él, hubo personajes, pocos, llamados a esa hercúlea tarea y a los que la naturaleza les dotó de capacidades sobrehumanas. Y ahora es su tiempo, porque nunca coinciden dos de estos superhombres en la faz de la tierra.
Con Vladimir y Hugo criando malvas, solo queda, momificado, el gran Fidel. Y el buen pastor que es Pablo, joven, fuerte, seguro de sí mismo y conocedor de los arcanos más ocultos, reconoce cuándo debe tomar el cayado de la mano, huesuda y sin fuerzas, de su admirado antecesor. Este es el momento, cuando el decrépito zar de todas las cubas aún vive.
Estoy convencido de que Pablo Iglesias se ve a sí mismo de esta manera. Su pensamiento estratégico es comparable al de Maquiavelo y no da un paso si no está completamente convencido. Pero la vida no tiene magias. Hasta los superhombres necesitan de otros hombres para lograr sus triunfos. Esta debilidad es un peligro potencial. El colaborador se puede convertir en el traidor de mañana o, habitualmente, en el que ya no sirve. La historia está llena de superhombres que han tenido que hacer limpieza entre los suyos, especialmente los superhombres comunistas. Las purgas se han llevado por delante la vida de miles de los otrora colaboradores.
No es fácil, no obstante, que Pablo Iglesias llegue a estos extremos. Pero no debe caber duda a nadie de que purgas y limpiezas políticas las habrá; de hecho ya han empezado con los que no estaban en su círculo de confianza. El mayor problema de Pablo Iglesias está dentro de Podemos, como lo estaba entre los camaradas del Politburó de Stalin o entre los más cercanos de Mao Tse Tung o de Fidel Castro. Él lo sabe perfectamente y pone cuidado extremo en elegir a los suyos y, en general, a cualquiera que pudiera tener cargo de responsabilidad en el partido. Incluso lo ha dicho así. Esta es, fundamentalmente, la razón que le lleva a Podemos a no presentarse a las elecciones municipales. No se atreven a concurrir porque tendrían que abrir la espita de los candidatos dada la cercanía de los comicios, sin tener tiempo de escudriñar a fondo a cada uno de ellos. Esta prevención les honra como estrategas: van muy en serio.
La organización de Podemos no es compleja. Ya ha existido antes. La fórmula de los círculos es la forma de las asambleas paralelas, especie de células autónomas y, aparentemente, sin relación vinculante entre sí. En realidad, la vinculación es vertical. Siempre hay un responsable oficioso que rinde cuentas hacia arriba, en este caso, a los dos órganos de gobierno que se han dado a sí mismos: el Consejo Ciudadano y la Comisión de Garantías. Como es de suponer, en este caso vía elección directa, ambos están ya bajo el poder de Pablo Iglesias y su círculo de colaboradores. Como se puede ver, la casta hace desaparecer a la casta para convertirse ellos en la casta. Nada diferente de lo que ha sucedido siempre en las organizaciones comunistas más conspicuas.
Sé que a veces no es sencillo llegar a un razonamiento que, por otra parte, es bastante simple. El discurso antisistema de Pablo Iglesias y, en general, de Podemos, no supone, en absoluto, que sus acciones y sus políticas sean antisistema. Todo lo contrario. Internamente, ha triunfado el sistema, hasta en las denominaciones de los cargos (Secretario General, por ejemplo). Cabe suponer con bastante fundamento que, externamente, sucederá lo mismo. Atacar al sistema para hacerse con él es algo tan viejo como la propia humanidad.
Si a día de hoy no hubiésemos asistido al nacimiento y desarrollo de Podemos, y nos lo presentasen todo en un documento para su lectura, seríamos conscientes de que todo ello no es más que otra repetición de lo sucedido en el siglo XX con tantos partidos comunistas en Europa, Asia, África y Sudamérica. Pero, insisto, el mayor peligro para Pablo Iglesias y, por ende, para el partido está dentro de ellos mismos. Y no tanto por los probables casos de pequeñas corrupciones de algunos de sus miembros, que las habrá, sino por la feroz lucha que con el tiempo se irá agrandando. Históricamente ha sido siempre así y, particularmente en España, un país de izquierdas, se hace más evidente: solo hay que contar por encima el número de partidos de todo pelo que hay en el ámbito de la izquierda, incluído UPyD y Ciudadanos, y los que hay en la derecha. Esa especie de maldición bíblica que impide la unidad de la izquierda porque la unidad es fruto de algo en lo que no creen: la libertad personal y la humildad. Al tiempo.
Argako urretxindorra.
domingo, 30 de noviembre de 2014
lunes, 10 de noviembre de 2014
Podemos / Pablo Iglesias: un par de estrategias bien conseguidas
¡Qué jodío, el tío! ¡Anda que no es zorro!
Hablo de Pablo Iglesias, el profesor Coleta. En este país viejo nuestro, a veces nos fallan las articulaciones por la artrosis y "la reuma", y hay cosas que nos pillan con el pie cambiado. Eso lo sabe bien el simpático profesor y es un lince para eso de aprovechar las ocasiones que se le presentan.
Una de sus características es habitual entre nosotros, la usamos mucho, especialmente los políticos. En síntesis, consiste en decir los qués y callarse los cómos. Por ejemplo: todos los españoles tendrán, al menos, un ingreso mínimo siempre.
Pongamos el caso de que un político -porque Pablo Iglesias ya es un político- estructura un discurso con cincuenta o sesenta frases como la anterior. Y que nos hisopea con ellas abundantemente, como hace. Pues sucede lo que la máxima comunicativa nos dice: da igual lo que digas con tal de que lo repitas una y otra vez, porque acabará tomando visos de verdad y calará en muchos. Si, además, lo dices con palabras que se entiendan pero sin dejar de lado los matices cultistas, con una voz agradable y sin chillar, éxito seguro.
Pablo es un tipo eficaz, sin duda. Es capaz de sonar natural siempre, a pesar de que todo en él es marketing profundamente estudiado y preparado. Lo digo como alabanza, no como crítica. Sus deslices en este terreno son mínimos; puede estar hablando mucho tiempo de los objetivos, de los qués sin que entre o deje entrar a los demás en el peligroso terreno de los cómos. Y nadie debiera ser tan ingenuo como para pensar que los esconde porque no los conoce. No. Sí sabe cómo hacer las cosas, al menos, muchas de las que habla; pero sería profundamente inconveniente airearlos para él y su formación. Algunos se asustarían probablemente.
Otra de sus características es brillantemente novedosa, inusual. También en síntesis, consiste en diferenciar al político de su formación. Por ejemplo: imagínense un político comunista convencido, que no esconde su pensamiento y que se encuadra en una formación política indefinida. Hagan el esfuerzo por imaginarlo porque no estamos acostumbrados (las inercias). Todos tenemos un esquema mental muy arraigado: político conservador / partido conservador; político socialista / partido socialista; sindicalista comunista / sindicato comunista; político nacionalista / partido nacionalista.
A estas alturas, quien esté leyendo esto tendrá la convicción de que estoy desbarrando. Obviamente, dirá, Podemos es comunista. ¿Seguro? ¿O eso es solo producto del esquema arraigado en nuestro pensamiento? ¿Alguien sabe cuándo se ha definido Podemos como comunista? Es más, ¿alguien sabe cuándo Podemos se ha puesto alguna etiqueta política al uso? Ni siquiera la marca Podemos sirve para identificarla en este sentido. Al contrario, es una marca que se va cargando de contenido sobre la marcha absorbiendo, como una especie de agujero negro, todo aquello poco definido o todo aquel defraudado.
Verán: Pablo Iglesias se ha definido como favorable a la consulta del 9N. ¿Y Podemos? No, Podemos no. Pablo Iglesias se ha manifestado claramente en lo referente al terrorismo de ETA. ¿Y Podemos? No, Podemos no. Pablo Iglesias es un defensor a ultranza del chavismo. ¿Y Podemos?
Las inercias del pensamiento son muy aprovechables. Y esto lo saben en Podemos muy bien y lo usan estratégicamente con maestría. Las ventajas en la situación actual del país y en la específica de esta formación política son importantes. De una parte, esa indefinición amplía la base social de Podemos enormemente, es lo que la capacita para llevarse a su feudo grandes pedazos de partidos de izquierda, tanto extrema como moderada. Asimismo, abre sus acogedoras puertas a los desencantados, a los que están de vuelta, a los cabreados, sin que estos, necesariamente, tengan que violentarse en exceso por unas siglas demasiado obvias o por una definición política excesivamente marcada. Por otra parte, y después del golpe de mano de las elecciones europeas, y del mazazo de la encuesta del CIS, Podemos, que se está construyendo por dentro, goza de una libertad de acción que no tiene hoy ningún otro partido político.
Por último, es evidente la beneficiosa situación que supone, en esto momentos, la diferenciación entre personas y formación para la estructuración de Podemos: la estrategia inicial de los círculos, sistema asambleario imposible a medio plazo, se ha cambiado con rapidez y sin grandes traumas hacia una estructura más tradicional, pero mucho más eficiente, sin que por ello haya habido peligrosas acusaciones de incongruencia. Tanto las personas como la formación gozan de enorme libertad de acción sin que, desde fuera, resulte extraño.
Para escépticos como yo, me atrevo a recomendar el seguimiento de este par de cosillas; más de uno puede que encuentre en ellas razones para la diversión.
Argako urrtxindorra
Hablo de Pablo Iglesias, el profesor Coleta. En este país viejo nuestro, a veces nos fallan las articulaciones por la artrosis y "la reuma", y hay cosas que nos pillan con el pie cambiado. Eso lo sabe bien el simpático profesor y es un lince para eso de aprovechar las ocasiones que se le presentan.
Una de sus características es habitual entre nosotros, la usamos mucho, especialmente los políticos. En síntesis, consiste en decir los qués y callarse los cómos. Por ejemplo: todos los españoles tendrán, al menos, un ingreso mínimo siempre.
Pongamos el caso de que un político -porque Pablo Iglesias ya es un político- estructura un discurso con cincuenta o sesenta frases como la anterior. Y que nos hisopea con ellas abundantemente, como hace. Pues sucede lo que la máxima comunicativa nos dice: da igual lo que digas con tal de que lo repitas una y otra vez, porque acabará tomando visos de verdad y calará en muchos. Si, además, lo dices con palabras que se entiendan pero sin dejar de lado los matices cultistas, con una voz agradable y sin chillar, éxito seguro.
Pablo es un tipo eficaz, sin duda. Es capaz de sonar natural siempre, a pesar de que todo en él es marketing profundamente estudiado y preparado. Lo digo como alabanza, no como crítica. Sus deslices en este terreno son mínimos; puede estar hablando mucho tiempo de los objetivos, de los qués sin que entre o deje entrar a los demás en el peligroso terreno de los cómos. Y nadie debiera ser tan ingenuo como para pensar que los esconde porque no los conoce. No. Sí sabe cómo hacer las cosas, al menos, muchas de las que habla; pero sería profundamente inconveniente airearlos para él y su formación. Algunos se asustarían probablemente.
Otra de sus características es brillantemente novedosa, inusual. También en síntesis, consiste en diferenciar al político de su formación. Por ejemplo: imagínense un político comunista convencido, que no esconde su pensamiento y que se encuadra en una formación política indefinida. Hagan el esfuerzo por imaginarlo porque no estamos acostumbrados (las inercias). Todos tenemos un esquema mental muy arraigado: político conservador / partido conservador; político socialista / partido socialista; sindicalista comunista / sindicato comunista; político nacionalista / partido nacionalista.
A estas alturas, quien esté leyendo esto tendrá la convicción de que estoy desbarrando. Obviamente, dirá, Podemos es comunista. ¿Seguro? ¿O eso es solo producto del esquema arraigado en nuestro pensamiento? ¿Alguien sabe cuándo se ha definido Podemos como comunista? Es más, ¿alguien sabe cuándo Podemos se ha puesto alguna etiqueta política al uso? Ni siquiera la marca Podemos sirve para identificarla en este sentido. Al contrario, es una marca que se va cargando de contenido sobre la marcha absorbiendo, como una especie de agujero negro, todo aquello poco definido o todo aquel defraudado.
Verán: Pablo Iglesias se ha definido como favorable a la consulta del 9N. ¿Y Podemos? No, Podemos no. Pablo Iglesias se ha manifestado claramente en lo referente al terrorismo de ETA. ¿Y Podemos? No, Podemos no. Pablo Iglesias es un defensor a ultranza del chavismo. ¿Y Podemos?
Las inercias del pensamiento son muy aprovechables. Y esto lo saben en Podemos muy bien y lo usan estratégicamente con maestría. Las ventajas en la situación actual del país y en la específica de esta formación política son importantes. De una parte, esa indefinición amplía la base social de Podemos enormemente, es lo que la capacita para llevarse a su feudo grandes pedazos de partidos de izquierda, tanto extrema como moderada. Asimismo, abre sus acogedoras puertas a los desencantados, a los que están de vuelta, a los cabreados, sin que estos, necesariamente, tengan que violentarse en exceso por unas siglas demasiado obvias o por una definición política excesivamente marcada. Por otra parte, y después del golpe de mano de las elecciones europeas, y del mazazo de la encuesta del CIS, Podemos, que se está construyendo por dentro, goza de una libertad de acción que no tiene hoy ningún otro partido político.
Por último, es evidente la beneficiosa situación que supone, en esto momentos, la diferenciación entre personas y formación para la estructuración de Podemos: la estrategia inicial de los círculos, sistema asambleario imposible a medio plazo, se ha cambiado con rapidez y sin grandes traumas hacia una estructura más tradicional, pero mucho más eficiente, sin que por ello haya habido peligrosas acusaciones de incongruencia. Tanto las personas como la formación gozan de enorme libertad de acción sin que, desde fuera, resulte extraño.
Para escépticos como yo, me atrevo a recomendar el seguimiento de este par de cosillas; más de uno puede que encuentre en ellas razones para la diversión.
Argako urrtxindorra
Patxi, el de los cohetes
Como buen tontico, heme aquí otra vez. Porque ya sabéis, mal de muchos consuelo de tontos. Me refiero a los que escribimos alguna vez sobre la res política; un buen tontico no suele cambiar, por muchas razones que le den para ello. Y las dan, las dan.
Ayer, por un momento me puse un poco serio al hablar de Arturo Mas, otra evidencia de mi pardillismo. Porque, a pesar de mi torpeza, o quizá por ella, no me cambiaba por él ni aun por una de las cuentas paradisíacas de su mentor, don Jorge.
Siempre me han gustado los fuegos artificiales, desde pequeño. Ahora, con la informática aplicada a la pirotecnia, hacen espectáculos todavía más increíbles. Suaves unos, poderosos otros, consiguen efectos de ritmo imposibles, crescendos apasionados, menudeos amables, estruendos apocalípticos... te mantienen en gozosa tensión esperando una sorpresa más. Hoy, el día después, los partidos y los periodistas se dedican a analizar los resultados -¿qué resultados?- de la mítica jornada del 9N en Cataluña. ¿Espectáculo de fuegos artificiales? ¡Qué va, hombre, qué va! Se parece todo esto a los cohetes que tiraba - en sentido amplio- Patxi en mi pueblo durante la procesión del Corpus. Llevaba un par de docenas de cañas cabezonas en una mano cuyo único efecto era que silbaban al salir y, a poca altura, explotaban con un ruido bastante desagradable. No sé por qué, Patxi siempre se empeñaba en varias cosas que, para mí, pequeño aún, no tenían mucho sentido. Encendía las mechas con un cigarro al que, de vez en cuando, le daba una calada. Sujetaba los cohetes con la mano izquierda, la misma en la que sostenía el cigarro encendido, porque la derecha la utilizaba para coger el que iba a tirar a continuación. Suavemente agarrado -en el caso de Patxi es solo una forma de hablar-, acercaba el cigarro a la mecha y, con él, todos los cohetes restantes; y al cielo que iba el chisme. Imagínense el peligro constante. Hay quien dice que no se puede bandear y estar en la procesión al mismo tiempo; pero Patxi tiraba los cohetes desde la misma cabecera, al lado del palio. No lo hacía verticalmente, en eso era cuidadoso, porque al explotar el artilugio, la caña se desprendía y no quería que cayese sobre la gente asistente. Pero eso tenía otro peligro; y es que con el lío de cohetes y cigarros en la mano, y que la trayectoria nunca era recta, a veces salía excesivamente inclinado para ir a explotar contra algún balcón de las casas de arriba -mi pueblo es una pendiente infinita, como todo buen pueblo-. A Patxi no le pidas chorradas, que si ritmo o cadencia o crescendos... Él lanzaba los cohetes cuando le parecía, hacían mucho ruido desaforado y se acabó.
Me he alejado del tema, al parecer. Bueno, no. La cosa es que hoy se analiza, por parte de las mentes sesudas y privilegiadas, el espectáculo pirotécnico de ayer en Cataluña, mi Cataluña. Y se empeñan en hacerlo como si hubiese sido la obra maestra de los hermanos Caballer cuando, en realidad, ni se acerca a una de mi buen Patxi. Lo admito, siento vergüenza ajena y propia, de las dos. Porque si lo de ayer fue ridículo, lo de hoy y mañana y los próximos días es incalificable para mí. No es que tenga dotes de adivino sino que es tan aburridamente predecible, tan decepcionantemente tópico, tan cansinamente repetido que no hay nada que esperar: "Los catalanes votan masivamente por la independencia"; "Una jornada de libertad y de civismo"; "El pueblo catalán apoya masivamente el ejercicio ciudadano de la libertad de expresión" y cienes y cienes de sandeces como estas. Tendremos a los políticos torpes diciendo que Rajoy y Mas tienen que sentarse a dialogar o que, tras el 9N, el gobierno español ya no puede obviar la voz del pueblo catalán, o... ¡Oh, cuánta tontería, incluida las mía!
Como en este absurdo todos los números son supuestos hay poco que decir. Quizá solo que la inmensa mayoría de los que eran "llamados a la consulta" se ha vuelto a quedar en casa. Los que no se queden en afirmar esto y vayan más allá, o son torticeros, o tienen que comer también hoy o son tan tonticos como yo: porque no hay más (con tilde). A sus supuestos números me remito.
En este punto, por honradez innecesaria, debo admitir que me sigue sin parecer mal la política de Rajoy. Dicen que es la política del avestruz, que no dice ni hace nada. No estoy de acuerdo. Es que no hay apenas nada que decir y poco que hacer. Y esto último, lo poco que hay que hacer, con cuentagotas y con precisión suiza (uy, me ha traicionado el subconsciente). El 10% ha de hacerse con luces y taquígrafos: tribunales constitucionales, fiscalías, jueces, periodistas y todo eso. Y, los demás, hagamos también algo que el español medio suele ser bastante indolente y siempre espera que otro -el gobierno, normalmente- saque las castañas del fuego.
¡Ah! ¿Qué me he dejado por aclarar qué hay que hacer con el 90% restante? Eso lo saben Mariano y Sorayita.
Argako urretxindorra
Ayer, por un momento me puse un poco serio al hablar de Arturo Mas, otra evidencia de mi pardillismo. Porque, a pesar de mi torpeza, o quizá por ella, no me cambiaba por él ni aun por una de las cuentas paradisíacas de su mentor, don Jorge.
Siempre me han gustado los fuegos artificiales, desde pequeño. Ahora, con la informática aplicada a la pirotecnia, hacen espectáculos todavía más increíbles. Suaves unos, poderosos otros, consiguen efectos de ritmo imposibles, crescendos apasionados, menudeos amables, estruendos apocalípticos... te mantienen en gozosa tensión esperando una sorpresa más. Hoy, el día después, los partidos y los periodistas se dedican a analizar los resultados -¿qué resultados?- de la mítica jornada del 9N en Cataluña. ¿Espectáculo de fuegos artificiales? ¡Qué va, hombre, qué va! Se parece todo esto a los cohetes que tiraba - en sentido amplio- Patxi en mi pueblo durante la procesión del Corpus. Llevaba un par de docenas de cañas cabezonas en una mano cuyo único efecto era que silbaban al salir y, a poca altura, explotaban con un ruido bastante desagradable. No sé por qué, Patxi siempre se empeñaba en varias cosas que, para mí, pequeño aún, no tenían mucho sentido. Encendía las mechas con un cigarro al que, de vez en cuando, le daba una calada. Sujetaba los cohetes con la mano izquierda, la misma en la que sostenía el cigarro encendido, porque la derecha la utilizaba para coger el que iba a tirar a continuación. Suavemente agarrado -en el caso de Patxi es solo una forma de hablar-, acercaba el cigarro a la mecha y, con él, todos los cohetes restantes; y al cielo que iba el chisme. Imagínense el peligro constante. Hay quien dice que no se puede bandear y estar en la procesión al mismo tiempo; pero Patxi tiraba los cohetes desde la misma cabecera, al lado del palio. No lo hacía verticalmente, en eso era cuidadoso, porque al explotar el artilugio, la caña se desprendía y no quería que cayese sobre la gente asistente. Pero eso tenía otro peligro; y es que con el lío de cohetes y cigarros en la mano, y que la trayectoria nunca era recta, a veces salía excesivamente inclinado para ir a explotar contra algún balcón de las casas de arriba -mi pueblo es una pendiente infinita, como todo buen pueblo-. A Patxi no le pidas chorradas, que si ritmo o cadencia o crescendos... Él lanzaba los cohetes cuando le parecía, hacían mucho ruido desaforado y se acabó.
Me he alejado del tema, al parecer. Bueno, no. La cosa es que hoy se analiza, por parte de las mentes sesudas y privilegiadas, el espectáculo pirotécnico de ayer en Cataluña, mi Cataluña. Y se empeñan en hacerlo como si hubiese sido la obra maestra de los hermanos Caballer cuando, en realidad, ni se acerca a una de mi buen Patxi. Lo admito, siento vergüenza ajena y propia, de las dos. Porque si lo de ayer fue ridículo, lo de hoy y mañana y los próximos días es incalificable para mí. No es que tenga dotes de adivino sino que es tan aburridamente predecible, tan decepcionantemente tópico, tan cansinamente repetido que no hay nada que esperar: "Los catalanes votan masivamente por la independencia"; "Una jornada de libertad y de civismo"; "El pueblo catalán apoya masivamente el ejercicio ciudadano de la libertad de expresión" y cienes y cienes de sandeces como estas. Tendremos a los políticos torpes diciendo que Rajoy y Mas tienen que sentarse a dialogar o que, tras el 9N, el gobierno español ya no puede obviar la voz del pueblo catalán, o... ¡Oh, cuánta tontería, incluida las mía!
Como en este absurdo todos los números son supuestos hay poco que decir. Quizá solo que la inmensa mayoría de los que eran "llamados a la consulta" se ha vuelto a quedar en casa. Los que no se queden en afirmar esto y vayan más allá, o son torticeros, o tienen que comer también hoy o son tan tonticos como yo: porque no hay más (con tilde). A sus supuestos números me remito.
En este punto, por honradez innecesaria, debo admitir que me sigue sin parecer mal la política de Rajoy. Dicen que es la política del avestruz, que no dice ni hace nada. No estoy de acuerdo. Es que no hay apenas nada que decir y poco que hacer. Y esto último, lo poco que hay que hacer, con cuentagotas y con precisión suiza (uy, me ha traicionado el subconsciente). El 10% ha de hacerse con luces y taquígrafos: tribunales constitucionales, fiscalías, jueces, periodistas y todo eso. Y, los demás, hagamos también algo que el español medio suele ser bastante indolente y siempre espera que otro -el gobierno, normalmente- saque las castañas del fuego.
¡Ah! ¿Qué me he dejado por aclarar qué hay que hacer con el 90% restante? Eso lo saben Mariano y Sorayita.
Argako urretxindorra
domingo, 9 de noviembre de 2014
9N: el circo más triste del mundo.
"Había una vez un circo que alegraba siempre el corazóoooon"
Qué grande, Fofó. Después de tantos años, cuando estoy contento me suele venir su canción a la mente. Precisamente, estoy tarareándola ahora mismo mientras leo las noticias sobre Cataluña. Esto sí que es un circo, pero no como el de Fofó, alegre y divertido, sino como esos de carpa caída, sucios y terminales, donde lo más chispeante son las pocas lentejuelas que quedan, mal prendidas, del traje roído del jefe de pista.
Y es que Arturo, en medio de la pista, con el micro que se acopla insoportablemente, no ha visto su sueño cumplido. ¡Ay, Arturito, quién te ha visto y quién te ve! ¡Vaya ruina! Un hombre que hace tiempo dejó todo por llevar a cabo su objetivo, que dejó hasta de gobernar. Un hombre que fue cambiando su objetivo conforme se enfrentaba a la realidad, como Groucho Marx con sus principios. Un hombre señalado con el dedo todo poderoso de su padre putativo, don Jorge Pujol, para llevar a la meta no se sabe bien qué. Y aquí estamos, yo con la cancioncilla de Fofó y él, con la sonrisa de plástico, saboreando la amargura del desastre.
Aquel día radiante en el que don Jorge le dijo solemnemente: Tú eres mi delfín y sobre ti edificaré mi cortijo catalán, dio pie a días duros, pérfidos sin cuento. Porque desde aquel día festivo, todos han sido aciagos, nefastos, para él, para su familia y, aun más triste, para Cataluña.
El pobre Arturo perdió, en primer lugar, su propia libertad, la personal. No se la quitaron, la perdió él. Y lo hizo por soberbia infinita, que es la madre de toda estupidez. Y siguió perdiéndola, una y otra vez, con cada decisión que tomó. Él decidió adelantar las elecciones y ofrecer en bandeja de plata la cabeza de su propio partido a Oriol Junqueras. Él decidió seguir adelante con un proyecto que no era tal, por imposible. Él fue quien tomó la decisión de no gobernar y no dejar gobernar, convirtiendo su región en el esqueleto de lo que había sido. Él y solo él hizo posible la ruptura de una coalición que había estado en la cúspide del poder en Cataluña. Solo Arturo decidió continuar en una desencajada huída hacia adelante, a sabiendas de que con ello arrastraba a tantos hacia un precipicio de consecuencias tan conocidas como desastrosas.
Todo lo fió, finalmente, a una fecha, la de hoy. De lo que los sueños habían construido solo quedan los restos más tristes y ridículos. Hoy era el gran día. Hoy es, simplemente, la escenificación de la vergüenza, de la debacle y de la ceniza.
Aquella Cataluña que fue grande, libre, próspera, puntera, meta de muchos, abierta, europeísta, un punto orgullosa y un tanto engreída, es hoy la que muestra sus menos pudendas miserias en un escenario abierto al mundo, para mayor ridículo si es que es posible.
Aquella festiva fecha para unos, temida por otros, curiosa para la mayoría, ya ha llegado. El fausto día, que sería el inicio de la quimera, es, en realidad, la representación circense más chusca y triste. Millones irán a votar, pero nunca sabremos cuántos. Habrá un resultado, pero nunca servirá porque no será fiable. No habrá censo porque se creará sobre la marcha un listado que desaparecerá el mismo día. Contarán las papeletas voluntarios fanáticos que no necesitan contarlas, sin nadie que quiera y pueda certificarlas. Votarán inmigrantes desconocidos, niños de dieciséis años, catalanes que se encuentren en el extranjero, pero no podrán votar los catalanes que vivan en otras regiones españolas.
Y, al día siguiente, mañana, será un nuevo día pero un día más, un día sin más. ¿Qué quedará entonces? Ya habrán ejercido su inexistente "derecho a decidir"; ya tendremos unos inexistentes resultados, que todos conocíamos mucho antes. Ya veremos y oiremos celebraciones que nada tienen para celebrar. La quimera seguirá, sarta de mentiras y falsedades, porque los resultados solo servirán para echárselos a la cara, para medir el índice antidemocrático que tienen, para mostrar, una vez más, que los fanáticos no reparan en los medios, que todo les vale. Y continuarán con sus lamentos y sus lloros ficticios, culpando a España de no haberles dejado ejercer sus derechos como pueblo, de haber tenido que hacer este paripé obligados, haciendo, de su enemigo inventado, culpable de lo que solo ellos crean y ellos destruyen.
A pesar de la sonrisa de plástico y de las declaraciones grandilocuentes y triunfalistas, hoy no es el día soñado por Arturo. Hoy es un día duro, de realismo tremendo, en el que ve su penúltimo fracaso cobrar vida, como espectro de sus sueños. Y lo peor para él y para su familia es que esto no ha hecho más que empezar. Su futuro personal es negro como cueva de brujas. Seguirá habiendo días más duros, más terribles, más patéticos, para él y para su familia, en los que el pobre Arturo se irá consumiendo por dentro. Y a mí, la cancioncilla de Fofó me seguirá acompañando plácidamente.
Argako urretxindorra
Qué grande, Fofó. Después de tantos años, cuando estoy contento me suele venir su canción a la mente. Precisamente, estoy tarareándola ahora mismo mientras leo las noticias sobre Cataluña. Esto sí que es un circo, pero no como el de Fofó, alegre y divertido, sino como esos de carpa caída, sucios y terminales, donde lo más chispeante son las pocas lentejuelas que quedan, mal prendidas, del traje roído del jefe de pista.
Y es que Arturo, en medio de la pista, con el micro que se acopla insoportablemente, no ha visto su sueño cumplido. ¡Ay, Arturito, quién te ha visto y quién te ve! ¡Vaya ruina! Un hombre que hace tiempo dejó todo por llevar a cabo su objetivo, que dejó hasta de gobernar. Un hombre que fue cambiando su objetivo conforme se enfrentaba a la realidad, como Groucho Marx con sus principios. Un hombre señalado con el dedo todo poderoso de su padre putativo, don Jorge Pujol, para llevar a la meta no se sabe bien qué. Y aquí estamos, yo con la cancioncilla de Fofó y él, con la sonrisa de plástico, saboreando la amargura del desastre.
Aquel día radiante en el que don Jorge le dijo solemnemente: Tú eres mi delfín y sobre ti edificaré mi cortijo catalán, dio pie a días duros, pérfidos sin cuento. Porque desde aquel día festivo, todos han sido aciagos, nefastos, para él, para su familia y, aun más triste, para Cataluña.
El pobre Arturo perdió, en primer lugar, su propia libertad, la personal. No se la quitaron, la perdió él. Y lo hizo por soberbia infinita, que es la madre de toda estupidez. Y siguió perdiéndola, una y otra vez, con cada decisión que tomó. Él decidió adelantar las elecciones y ofrecer en bandeja de plata la cabeza de su propio partido a Oriol Junqueras. Él decidió seguir adelante con un proyecto que no era tal, por imposible. Él fue quien tomó la decisión de no gobernar y no dejar gobernar, convirtiendo su región en el esqueleto de lo que había sido. Él y solo él hizo posible la ruptura de una coalición que había estado en la cúspide del poder en Cataluña. Solo Arturo decidió continuar en una desencajada huída hacia adelante, a sabiendas de que con ello arrastraba a tantos hacia un precipicio de consecuencias tan conocidas como desastrosas.
Todo lo fió, finalmente, a una fecha, la de hoy. De lo que los sueños habían construido solo quedan los restos más tristes y ridículos. Hoy era el gran día. Hoy es, simplemente, la escenificación de la vergüenza, de la debacle y de la ceniza.
Aquella Cataluña que fue grande, libre, próspera, puntera, meta de muchos, abierta, europeísta, un punto orgullosa y un tanto engreída, es hoy la que muestra sus menos pudendas miserias en un escenario abierto al mundo, para mayor ridículo si es que es posible.
Aquella festiva fecha para unos, temida por otros, curiosa para la mayoría, ya ha llegado. El fausto día, que sería el inicio de la quimera, es, en realidad, la representación circense más chusca y triste. Millones irán a votar, pero nunca sabremos cuántos. Habrá un resultado, pero nunca servirá porque no será fiable. No habrá censo porque se creará sobre la marcha un listado que desaparecerá el mismo día. Contarán las papeletas voluntarios fanáticos que no necesitan contarlas, sin nadie que quiera y pueda certificarlas. Votarán inmigrantes desconocidos, niños de dieciséis años, catalanes que se encuentren en el extranjero, pero no podrán votar los catalanes que vivan en otras regiones españolas.
Y, al día siguiente, mañana, será un nuevo día pero un día más, un día sin más. ¿Qué quedará entonces? Ya habrán ejercido su inexistente "derecho a decidir"; ya tendremos unos inexistentes resultados, que todos conocíamos mucho antes. Ya veremos y oiremos celebraciones que nada tienen para celebrar. La quimera seguirá, sarta de mentiras y falsedades, porque los resultados solo servirán para echárselos a la cara, para medir el índice antidemocrático que tienen, para mostrar, una vez más, que los fanáticos no reparan en los medios, que todo les vale. Y continuarán con sus lamentos y sus lloros ficticios, culpando a España de no haberles dejado ejercer sus derechos como pueblo, de haber tenido que hacer este paripé obligados, haciendo, de su enemigo inventado, culpable de lo que solo ellos crean y ellos destruyen.
A pesar de la sonrisa de plástico y de las declaraciones grandilocuentes y triunfalistas, hoy no es el día soñado por Arturo. Hoy es un día duro, de realismo tremendo, en el que ve su penúltimo fracaso cobrar vida, como espectro de sus sueños. Y lo peor para él y para su familia es que esto no ha hecho más que empezar. Su futuro personal es negro como cueva de brujas. Seguirá habiendo días más duros, más terribles, más patéticos, para él y para su familia, en los que el pobre Arturo se irá consumiendo por dentro. Y a mí, la cancioncilla de Fofó me seguirá acompañando plácidamente.
Argako urretxindorra
Arte: La única iglesia que ilumina es la que arde. ¿Arte?
Tengo que advertir de que la lectura de esta entrada puede resultar ofensiva. Viewer discretion is adviced. Allá cada cual. +18.
No tengo más remedio que reconocer que, en asuntos de arte, soy un burro. Cuantos más años pasan, más pollino. Lo peor es que siento la necesidad de aprender acuciante. Y es que me gusta el arte, en cualquiera de sus ingentes ramas. O eso creía porque, probablemente, lo que a mí me encandila no sea arte o, como mucho, arte menor, de tres o cuatro sílabas nada más.
Mi embrutecimiento lo demuestra buena parte del arte actual, el creado por mis contemporáneos. Es simple: no entiendo ni jota de muchas de sus obras. Y, naturalmente, o no me gustan o me dejan frío como un vulgar trocito de hielo. De lo que no me cabe duda, a mi pesar, es de que la culpa la tengo yo. O mis padres, mejor, por no haberme dotado del cromosoma artístico. Siempre viene bien poder echar la responsabilidad en saco ajeno.
Cuando voy a algún museo, por ejemplo, nadie quiere acompañarme. La razón, según me confiesa alguno, es que soy un coñazo. Porque me pongo ante la obra y me quedo rato y rato; mi productividad es, por ello, muy escasa. Mientras los demás ven toda la exposición yo me quedo en las cuatro primeras obras como mucho. No sé por qué lo hago puesto que mi capacidad, ya lo he dicho, es casi nula. He llegado a pensar que sufro de algún tipo de narcolepsia relacionada con el arte.
La última vez me ha sucedido con las fotos de una obra de la muestra Un saber realmente útil, que se exhibe en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ya adelanto que no asistiré, tras haber visto las fotografías, porque la seguridad tendría que echarme a la hora de cierre del museo. Pero tengo que decir que mi perspectiva sobre mi ignorancia supina ha cambiado drásticamente hasta el punto de que... ¡puede que haya un artista en mí!
El suceso es que tras ver algún adelanto de la muestra, me quedé embobado observando una obra, obrita por el tamaño, de un tal Colectiva Mujeres Públicas. Sí, "colectiva". Son unas artistas argentinas, entiendo yo -lo de artistas-. El nombre, Mujeres públicas, induce a pensar que son del sexo femenino; pero lo aclara todo lo de "Colectiva" .
Os habréis quedado como yo: embobados. No sabría por dónde empezar a analizar semejante prodigio del alma humana. ¡Ni siquiera una sola falta de ortografía! Lo cierto, convendréis conmigo, es que su belleza es indescriptible, abrumadora.Y, ¿el mensaje? Un canto a la paz en la Tierra, al respeto a los demás, a sus creencias, a la cooperación y a la purificación por el fuego en aras a una sociedad más justa.
[Lo advierto por última vez: si lees a partir de aquí puede que lo encuentres ofensivo +18]
Pero, como he dicho, hay algo aún mejor para mí: el descubrimiento de que yo también puedo; sí, sí, ¡podemos! todos. Os anuncio en primicia lo que va a ser mi primera obra de arte. La voy a titular La gran mierda, así, sencillo, para que cada uno interprete.
Me he decidido por el hiperrealismo como modo de expresión. Creo que cuantos más sentidos son apelados, más profunda es la conmoción del público. Mi obra tiene, además, características muy especiales que van a enamorar a todos (¡ah! y a todas, que se me olvidaba). Por ejemplo: va a constar de cinco piezas, una por cada continente. Cada una tendrá colores, formas y olores ligeramente distintos como manifestación de la diversidad del ser humano. Abundando en esto último, dos serán de hombre y mujer heteros, dos de gay y lesbiana, y la última, pero no por ello menos importante, de transexual. Ya se ve la intencionalidad del mensaje que quiero transmitir.
Otra de las características extraordinarias de mi obra será que, en contra de la práctica de los museos, está se podrá tocar por el público. Es más, será incitado a hacerlo. Un cartel bien impreso dará un mensaje subliminal: ¡Tócame, si tienes lo que hay que tener! Ya digo la importancia que, como nuevo artista, doy a la manifestación e implicación de todos los sentidos; una cosa "holista", como decimos ahora los profundos.
Habrá un cartel más, he pensado que fijado en la cúspide de la pieza más alta: ¡CONTRIBUYA! No me negaréis que no es una verdadera genialidad. Tengo dos razones: una, la popularización del arte. Este no debe ser para minorías clasistas y elitistas; la apertura del artista debe quedar reflejada en la posibilidad de contribución del todos a la obra (y todas, que se me volvía a olvidar), en la participación popular de la creación artística, en su definitiva extensión a todos y a todas (ahora no).
La otra razón para contribuir es que la obra está hecha de manera natural, de material perecedero que hay que reponer cada cierto tiempo para su pervivencia. Otra genialidad por mi parte: una contribución desde lo más profundo del ser humano, sin distinción de razas, sexo ni creencias. Yo siempre pondré la mía como signo de compromiso; pero quiero que los demás contribuyan, previo proceso selectivo, para no romper la armonía de la obra.
Ahora que lo he pensado bien, llevará título y subtítulo: La gran mierda. Esta te la comes tú, Manuel Borja-Villel.
P. D.: don Manuel Borja-Villel es el señor director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Desde aquí mi más sincera felicitación para él por no plegarse a la censura y por defender obras tan maravillosas como esta, así como la libertad de expresión de este/a maravilloso/a Colectiva Mujeres Públicas. Ovación.
Argako urretxindorra
No tengo más remedio que reconocer que, en asuntos de arte, soy un burro. Cuantos más años pasan, más pollino. Lo peor es que siento la necesidad de aprender acuciante. Y es que me gusta el arte, en cualquiera de sus ingentes ramas. O eso creía porque, probablemente, lo que a mí me encandila no sea arte o, como mucho, arte menor, de tres o cuatro sílabas nada más.
Mi embrutecimiento lo demuestra buena parte del arte actual, el creado por mis contemporáneos. Es simple: no entiendo ni jota de muchas de sus obras. Y, naturalmente, o no me gustan o me dejan frío como un vulgar trocito de hielo. De lo que no me cabe duda, a mi pesar, es de que la culpa la tengo yo. O mis padres, mejor, por no haberme dotado del cromosoma artístico. Siempre viene bien poder echar la responsabilidad en saco ajeno.
Cuando voy a algún museo, por ejemplo, nadie quiere acompañarme. La razón, según me confiesa alguno, es que soy un coñazo. Porque me pongo ante la obra y me quedo rato y rato; mi productividad es, por ello, muy escasa. Mientras los demás ven toda la exposición yo me quedo en las cuatro primeras obras como mucho. No sé por qué lo hago puesto que mi capacidad, ya lo he dicho, es casi nula. He llegado a pensar que sufro de algún tipo de narcolepsia relacionada con el arte.
La última vez me ha sucedido con las fotos de una obra de la muestra Un saber realmente útil, que se exhibe en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ya adelanto que no asistiré, tras haber visto las fotografías, porque la seguridad tendría que echarme a la hora de cierre del museo. Pero tengo que decir que mi perspectiva sobre mi ignorancia supina ha cambiado drásticamente hasta el punto de que... ¡puede que haya un artista en mí!
El suceso es que tras ver algún adelanto de la muestra, me quedé embobado observando una obra, obrita por el tamaño, de un tal Colectiva Mujeres Públicas. Sí, "colectiva". Son unas artistas argentinas, entiendo yo -lo de artistas-. El nombre, Mujeres públicas, induce a pensar que son del sexo femenino; pero lo aclara todo lo de "Colectiva" .
Una de las cinco "obras" de Colectiva Mujeres Públicas |
[Lo advierto por última vez: si lees a partir de aquí puede que lo encuentres ofensivo +18]
Pero, como he dicho, hay algo aún mejor para mí: el descubrimiento de que yo también puedo; sí, sí, ¡podemos! todos. Os anuncio en primicia lo que va a ser mi primera obra de arte. La voy a titular La gran mierda, así, sencillo, para que cada uno interprete.
Me he decidido por el hiperrealismo como modo de expresión. Creo que cuantos más sentidos son apelados, más profunda es la conmoción del público. Mi obra tiene, además, características muy especiales que van a enamorar a todos (¡ah! y a todas, que se me olvidaba). Por ejemplo: va a constar de cinco piezas, una por cada continente. Cada una tendrá colores, formas y olores ligeramente distintos como manifestación de la diversidad del ser humano. Abundando en esto último, dos serán de hombre y mujer heteros, dos de gay y lesbiana, y la última, pero no por ello menos importante, de transexual. Ya se ve la intencionalidad del mensaje que quiero transmitir.
Otra de las características extraordinarias de mi obra será que, en contra de la práctica de los museos, está se podrá tocar por el público. Es más, será incitado a hacerlo. Un cartel bien impreso dará un mensaje subliminal: ¡Tócame, si tienes lo que hay que tener! Ya digo la importancia que, como nuevo artista, doy a la manifestación e implicación de todos los sentidos; una cosa "holista", como decimos ahora los profundos.
Habrá un cartel más, he pensado que fijado en la cúspide de la pieza más alta: ¡CONTRIBUYA! No me negaréis que no es una verdadera genialidad. Tengo dos razones: una, la popularización del arte. Este no debe ser para minorías clasistas y elitistas; la apertura del artista debe quedar reflejada en la posibilidad de contribución del todos a la obra (y todas, que se me volvía a olvidar), en la participación popular de la creación artística, en su definitiva extensión a todos y a todas (ahora no).
La otra razón para contribuir es que la obra está hecha de manera natural, de material perecedero que hay que reponer cada cierto tiempo para su pervivencia. Otra genialidad por mi parte: una contribución desde lo más profundo del ser humano, sin distinción de razas, sexo ni creencias. Yo siempre pondré la mía como signo de compromiso; pero quiero que los demás contribuyan, previo proceso selectivo, para no romper la armonía de la obra.
Ahora que lo he pensado bien, llevará título y subtítulo: La gran mierda. Esta te la comes tú, Manuel Borja-Villel.
Don Manuel Borja-Villel, el señor director |
P. D.: don Manuel Borja-Villel es el señor director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Desde aquí mi más sincera felicitación para él por no plegarse a la censura y por defender obras tan maravillosas como esta, así como la libertad de expresión de este/a maravilloso/a Colectiva Mujeres Públicas. Ovación.
Argako urretxindorra
Etiquetas:
Arte,
censura,
Colectiva,
La única iglesia que ilumina es la que arde,
libertad de expresión,
Manuel Borja-Villel,
Mujeres Públicas,
museo,
Reina Sofía
martes, 4 de noviembre de 2014
Corrupción: oiga, que en todos los sitios cuecen habas
Un par o tres de cosillas:
1. Entiendo que la corrupción de los políticos causa y cause indignación, hartazgo, cabreo y mil cosas más entre la gente. Normal. Pero creo que es sumamente importante distinguir entre la corrupción y la inundación de detenciones, instrucciones de sumarios y sentencias sobre la corrupción. Y es importante porque son cosas opuestas.
Es cierto que nos enteramos de la corrupción cuando la Guardia Civil se lía a detener sospechosos y los jueces se ponen manos a la obra. Antes de eso, también lo sabemos; pero no somos capaces de dar nombre y rostro a la corrupción.
En la situación actual, es fácil caer en las tentaciones: la de generalizar; la del arrebato de rabia; o la de creer y manifestar que el sistema no funciona. Pero esto último no es cierto. La prueba de que el sistema sí funciona no es, obviamente, la corrupción sino la respuesta, dura, contundente e igualitaria que el sistema devuelve. La corrupción es la fotografía antigua de nuestro país; las detenciones y los sumarios son la fotografía actual. Los granados, puyoles, fernández, urdangarines y pantojos enriqueciéndose a costa de los demás son lo pasado; los granados, puyoles, fernández, urdangarines y pantojos entrando en la cárcel, o siendo detenidos o investigados son el presente. Evidentemente, hoy sigue habiendo tiparracos haciendo de las suyas a los que todavía no se les ha aliviado; por supuesto. Pero seguro que menos que hace un par de años. Porque, ya se sabe: el miedo guarda la viña.
Dejarnos llevar exclusivamente por la legítima rabia no debe llegar al punto de no permitirnos ver la realidad tal cual es. El sistema ha permitido la existencia del sinvergüenza pero también se ha remangado y se ha puesto a limpiar estiércol sin pausa y sin distinciones. Razón clara para no amargarse del todo.
2. En coyunturas de este tipo siempre me acuerdo del pasaje evangélico; y es que no puedo evitar el pensar en pajas, vigas y ojos. En España, el pillo, el lazarillo de Tormes o de Matalascañas, no nos engañemos, nunca ha estado mal visto. La vista gorda la hemos hecho con facilidad y, en algunos casos, hemos elevado a categoría de pseudohéroes a cantantes listillos, a actores aprovechados, a bandoleros ecijanos, a políticos asaltasupermercados, a sindicalistas carboneros, a periodistas mundanos, a futbolistas del hemisferio sur, etc., etc. Semos asín.
En España hemos tenido sindicalistas liberados que no debían serlo hasta multiplicarse por cinco. Miembros y miembras del mundo de la cultura que se montaban sus empresas y tributaban a través de ellas cuando debían hacerlo por IRPF. Profesionales liberales que cobraban en negro cien veces más que en blanco y que ni siquiera pagaban IVA. Oenegés que no eran tales y se llevaban subvenciones a manos llenas. Gente que trabajaba las peonadas justas para llevarse el PER y no trabajaban, en blanco, ni un minuto más. Y eso es dominio público y obra pública. Además de que los españoles somos dados a medir con varias varas distintas, según nuestros intereses y nuestras simpatías. La hipocresía en general parece estar incrustada en alguno de nuestros genes y lo transmitimos a nuestros vástagos, aunque casi ya no tengamos, con verdadero ahínco. Volviendo al Evangelio, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y es que, pese a quien pese, el problema no es de sistema sino de personas, de personas con muy poquita moral. La verdadera regeneración no vendrá por leyes y amenazas, parches necesarios ahora; sino por la regeneración moral y ética de todos, asunto mucho más costoso y del que estamos muy necesitados y alejados.
3. A río revuelto, ganancia de pescadores. Solo hay que echar la caña o las redes y los peces entran solos. Ahora, el único pescador que está en la orilla con redes inmensas se llama Pablo Iglesias y Podemos. Si no hizo nada y consiguió más de un millón de votos en las europeas, además de colocarse como seguro secretario general de su formación, ahora, sin hacer mucho, que los demás partidos ya se encargan en su lugar, la cosecha puede ser de escándalo. Y es normal. La indudable habilidad de los chicos de Podemos para decir y no decir y decir lo contrario sigue siendo una herramienta muy útil en estos momentos. Básicamente se trata, para ellos, de esperar sin hacer tonterías a que las manzanas maduras (con perdón) caigan del arbolillo. Y todos nos conocemos bien en este patio de vecinas en el que convertimos nuestro país cada dos por tres: más de una prefiere quedarse ciega con tal que la del bajo entresuelo se quede tuerta.
Argako urretxindorra
1. Entiendo que la corrupción de los políticos causa y cause indignación, hartazgo, cabreo y mil cosas más entre la gente. Normal. Pero creo que es sumamente importante distinguir entre la corrupción y la inundación de detenciones, instrucciones de sumarios y sentencias sobre la corrupción. Y es importante porque son cosas opuestas.
Es cierto que nos enteramos de la corrupción cuando la Guardia Civil se lía a detener sospechosos y los jueces se ponen manos a la obra. Antes de eso, también lo sabemos; pero no somos capaces de dar nombre y rostro a la corrupción.
En la situación actual, es fácil caer en las tentaciones: la de generalizar; la del arrebato de rabia; o la de creer y manifestar que el sistema no funciona. Pero esto último no es cierto. La prueba de que el sistema sí funciona no es, obviamente, la corrupción sino la respuesta, dura, contundente e igualitaria que el sistema devuelve. La corrupción es la fotografía antigua de nuestro país; las detenciones y los sumarios son la fotografía actual. Los granados, puyoles, fernández, urdangarines y pantojos enriqueciéndose a costa de los demás son lo pasado; los granados, puyoles, fernández, urdangarines y pantojos entrando en la cárcel, o siendo detenidos o investigados son el presente. Evidentemente, hoy sigue habiendo tiparracos haciendo de las suyas a los que todavía no se les ha aliviado; por supuesto. Pero seguro que menos que hace un par de años. Porque, ya se sabe: el miedo guarda la viña.
Dejarnos llevar exclusivamente por la legítima rabia no debe llegar al punto de no permitirnos ver la realidad tal cual es. El sistema ha permitido la existencia del sinvergüenza pero también se ha remangado y se ha puesto a limpiar estiércol sin pausa y sin distinciones. Razón clara para no amargarse del todo.
2. En coyunturas de este tipo siempre me acuerdo del pasaje evangélico; y es que no puedo evitar el pensar en pajas, vigas y ojos. En España, el pillo, el lazarillo de Tormes o de Matalascañas, no nos engañemos, nunca ha estado mal visto. La vista gorda la hemos hecho con facilidad y, en algunos casos, hemos elevado a categoría de pseudohéroes a cantantes listillos, a actores aprovechados, a bandoleros ecijanos, a políticos asaltasupermercados, a sindicalistas carboneros, a periodistas mundanos, a futbolistas del hemisferio sur, etc., etc. Semos asín.
En España hemos tenido sindicalistas liberados que no debían serlo hasta multiplicarse por cinco. Miembros y miembras del mundo de la cultura que se montaban sus empresas y tributaban a través de ellas cuando debían hacerlo por IRPF. Profesionales liberales que cobraban en negro cien veces más que en blanco y que ni siquiera pagaban IVA. Oenegés que no eran tales y se llevaban subvenciones a manos llenas. Gente que trabajaba las peonadas justas para llevarse el PER y no trabajaban, en blanco, ni un minuto más. Y eso es dominio público y obra pública. Además de que los españoles somos dados a medir con varias varas distintas, según nuestros intereses y nuestras simpatías. La hipocresía en general parece estar incrustada en alguno de nuestros genes y lo transmitimos a nuestros vástagos, aunque casi ya no tengamos, con verdadero ahínco. Volviendo al Evangelio, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y es que, pese a quien pese, el problema no es de sistema sino de personas, de personas con muy poquita moral. La verdadera regeneración no vendrá por leyes y amenazas, parches necesarios ahora; sino por la regeneración moral y ética de todos, asunto mucho más costoso y del que estamos muy necesitados y alejados.
3. A río revuelto, ganancia de pescadores. Solo hay que echar la caña o las redes y los peces entran solos. Ahora, el único pescador que está en la orilla con redes inmensas se llama Pablo Iglesias y Podemos. Si no hizo nada y consiguió más de un millón de votos en las europeas, además de colocarse como seguro secretario general de su formación, ahora, sin hacer mucho, que los demás partidos ya se encargan en su lugar, la cosecha puede ser de escándalo. Y es normal. La indudable habilidad de los chicos de Podemos para decir y no decir y decir lo contrario sigue siendo una herramienta muy útil en estos momentos. Básicamente se trata, para ellos, de esperar sin hacer tonterías a que las manzanas maduras (con perdón) caigan del arbolillo. Y todos nos conocemos bien en este patio de vecinas en el que convertimos nuestro país cada dos por tres: más de una prefiere quedarse ciega con tal que la del bajo entresuelo se quede tuerta.
Argako urretxindorra
Suscribirse a:
Entradas (Atom)