miércoles, 22 de octubre de 2014

Podemos, Pablo Iglesias y la hora de la verdad

Escribo desde el desconocimiento directo más absoluto. Jamás he oído hablar a Pablo Iglesias. Sí he leído sobre él y las andanzas incipientes de su partido; y he escuchado atentamente a la gente que opina.

Es fantástico observar cómo se pueden conseguir beneficios bestiales con una mínima inversión. Y, a priori , sin hacer trampas. Me deja perplejo cómo un chorreo de discursos en los medios de comunicación de una sola persona, sin tener siquiera aún partido político que llevarse a la boca, consigue más un millón doscientos mil votos y cinco escaños en el Parlamento Europeo. ¡Increíble!

Puestos en esta tesitura, no cabe más que alabanzas para el coletudo profesor y para los pocos que le rodearon. Los beneficios netos de tan poca inversión son dignos de las mejores escuelas de negocios, como no dudo que ya habrán tomado en consideración.

Creo que en política hay terrenos cómodos en los que uno vive con la felicidad de quien observa, tumbado en la hierba fresca y con una pajita entre los labios, su rebaño de ovejas. Ha sido el caso de ERC desde que se acabó el tripartito o el de Podemos desde que apareció en escena.

Tener días de abundancia de votos sin la obligación de gobernar supone poder, auténtico poder. Es el poder del que está en segundo escalón, moviendo con ligereza los hilos y sin correr riesgos. Es el poder de Maquiavelo, con la ventaja de las bases y el establishment interno alegre y contento.

Podemos ha nacido de varios padres: de la izquierda, una madre con muy buena fama; del descontento y del enfado de mucha gente; del movimiento 15M; y del discurso fácil y hábil de Iglesias, convertido en profusa inundación por mor de ciertos medios de comunicación.

La izquierda es la mejor madre de la que nacer. Capaz de tener más hijos que nadie, a sus retoños ya se les presupone capacidad y moral superiores, no necesitan demostrarlas. Si el pequeñuelo tiene facilidad de palabra, discurso ideal y hábil y padrinos en las bocinas mediáticas, el futuro del niño es prometedor y halagüeño. Solo haría falta quien estuviese dispuesto a escucharle y a creerle, algo que en España, en estos últimos tiempos, existe, con el 15M como demostración y, además, como primer aglutinante del que se ha servido Podemos para hacerlo cristalizar.

La política tiene dos caras. La exterior, la pública, gobernando o no; y la interna, la de la organización, la del reparto de tareas y puestos. Y en estas está el muchacho. La primera depende completamente de la segunda, pero se alimentan -o se destruyen- mutuamente.

No parece probable que Podemos se presente a las próximas elecciones municipales. O, mejor, no parece probable que pueda hacerlo. De cara afuera, lo tiene todo ganado: cualquier resultado sería un triunfo. Pero no hay estructura interna que lo soporte aún.

Todo sistema, por definición física, tiene desgaste. El momento de fuerza es ese en el que la fuerza aplicada vence la resistencia del sistema y empieza a ser productiva. Ni siquiera Pablo Iglesias sería capaz de construir un partido cuya organización no le costase enemigos y detractores entre los suyos. Y eso le está sucediendo. Saldrá adelante no solo airoso sino reforzado. Tiene todas las ventajas. Pero le esperan tiempos más complejos de los que ha vivido hasta ahora. Y será interesante verlos.

En política no hay amigos. Solo enemigos o acompañantes más o menos interesados. Creo que Iglesias y sus acompañantes -no suele haber compañeros más allá de los dedos de las manos- están en la cresta de una ola. Habrá más olas y más crestas pero también bajadas y resacas. No hay manera de sostenerse en los discursos mucho tiempo. No presentarse a las municipales es casi obligatorio para ellos; lo contrario sería un desastre por muchos votos que consiguieran. Pero algún día tendrán que gobernar, lo que sea. Y entonces será aplicable aquello de que del dicho al hecho va mucho trecho.


Argako urretxindorra

No hay comentarios:

Publicar un comentario