¡Ah, el idealismo! No sé por qué pero, a pesar de ser uno de los monstruos sempiternos del ser humano, goza de una magnífica consideración. La historia, nuestra historia, la del hombre está llena de lunáticos idealistas que han provocado debacles, injusticias y dolor sin cuento. A pesar de ello, el idealismo es visto con sonrisa en la cara, con ternura... con idealismo.
La verdad es que casi nadie se refiere al idealismo filosófico a la hora de entender el concepto, sino que hace su propia aproximación benévola pero muy alejada de la realidad idealista, valga la paradoja.
En época de hambruna la mera visión de una pequeña tienda de comestibles la convierte en paraíso. No lo es, pero lo es para el hambriento.
Y este es uno de los instrumentos que ha utilizado, y sigue en ello, tanto Podemos como sus portavoces, especialmente, Pablo Iglesias. Leyendo el programa con el que se presentó a las pasadas elecciones europeas sentí dos cosas, principalmente: de una parte, cierta admiración irónica por la osadía cínica de los autores; de otra, bastante vergüenza ajena por quienes les votaron, les loan y les veneran. Lo uno y lo otro están radicalmente unidos. Para la osadía de los cínicos tiene que haber quien esté dispuesto a recibirla con parabienes.
La cuestión es que los podemos-directores saben, y muy bien, que su programa es, en un 90%, falso, irrealizable, imposible. Pero, al propio tiempo, también saben que eso es lo de menos en las circunstancias de ayuno y cabreo de muchos potenciales votantes. Y son osados en tanto que no tienen pudor en poner por escrito tanta idea huera aunque, más adelante, alguien se lo pueda echar en cara.
Para gobernar, en democracia, solo hace falta ser elegido. Eso es suficiente. Con ese, como único objetivo, se entiende la porquería de campañas electorales que sufrimos y pagamos en España. Y se entiende que, en realidad, con mayor o menor intensidad, desde el puesto de gobierno o desde la oposición, el resto del tiempo siga siendo otra porquería de campaña electoral en vez de un tiempo de construcción social, de solidificación del país, de avance y de progreso. Y este es un magnífico campo de trabajo para quienes, como Podemos, nace avispado y con poco que perder.
Como ya dije anteriormente, nunca tan poca inversión resultó tan rentable. Nada importaba el programa que presentaran a unas elecciones europeas en las que tampoco importa el que presenten los demás partidos. Nada importa impregnar de idealismo empalagoso e imposible las soflamas de Iglesias y sus camaradas. Lo importante es hacer lo necesario para obtener cuota de poder, para entrar a formar parte de la denostada casta.
La afortunada definición de casta (afortunada por su éxito de uso) no excluye a Pablo Iglesias y los suyos de la misma; al revés. De momento, todo lo que han hecho es esforzarse por convertirse ellos en la casta dentro de su partido -véase la actuación en la Plaza de Toros de Carabanchel, que tiene bemoles-, con más de una de muestra de maneras totalitarias, y conseguir acceder a la casta del Parlamento Europeo.
Cualquier partido político, es lógico, pretende acceder al poder, aunque, como en este caso, solo sea para destruir la casta (dicen ellos) Pero, ¡ojo!: cuando la casta esté destruida solo quedará la casta, no existe el vacío de poder. Toda revolución victoriosa ha destruido el poder para quedarse en el poder.
El idealismo es inevitable pero la realidad lo es mucho más. Y lo que vivimos es realidad, no idealismo. En eso, en eso todos somos iguales.
Argako urretxindorra
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